Desde que cerraron el Ruby por homicidio en el 2019, Miami Club se convirtió en la discoteca con mayor clientela de Manchay.

En las vacaciones de verano, los primos Matos solían ir al Miami Club. La mayoría estudiaba y pocos trabajaban. Pierina trabajaba en una cafetería, Jenny estudiaba Derecho; Piero y Sabrina contabilidad. Karla, la menor de los primos, estudiaba arquitectura, y Rafael había conseguido un empleo de oficina.

Ellos se reunían e ingresaban al Miami Club antes de las once, porque a esa hora terminaba el ingreso libre y entonces la entrada costaba quince soles. Los primos buscaban una mesa, pedían una promoción elegida por todos y la azafata les traía una botella de ciento veinte soles, que afuera les habría costado menos de treinta. Pero en cada botella o promoción de Miami Club se incluía el ambiente, la música (reggaetón, salsa, cumbia y huayno), el DJ y un presentador con lentes de sol que salía a medianoche para hacer chistes y animar un poco más el ambiente.

Por cierto, Manchay es muy pequeño: quieras o no, casi siempre terminas encontrándote o tropezando con alguien conocido, un amigo, un ex, alguien que te cae mal, un familiar, un profesor, tu promoción, incluso hasta con tu ganado. Por este motivo era algo estúpido que alguien se atreviera a trampear dentro de Manchay.

Un día mi vecino Joel intentó llevar dos relaciones al mismo tiempo. En el día era con una y en la noche era con otra, así como Fiona. Su pendejada no le duró ni una semana cuando el amigo del amigo de una de las ingenuas ampayó a Joel un domingo. El chico vio a mi vecino bien sentado en una de las bancas de la plaza central besándose con la otra. ¡Ay, qué drama!

Pero al igual que Manchay, Miami Club es más pequeño aún, en el sentido de que sí o sí te encuentras con alguien conocido. Y eso me pasó un sábado de juerga con los primos Matos. Piero Matos era amigo mío y me invitaba a salir con él y sus primos.

No me considero fiestero ni nada por el estilo, pero no negaré que cuando voy a una fiesta me gusta beber y bailar. Sin embargo, conozco a personas que realmente son fiesteras. Una de ellas es Gustavo. Este flaco no se pierde ni un cumpleaños o reunión, y si un sábado no hay ninguno de estos, se va al Miami Club, así de simple. Miami Club era como su segunda casa, ya todos lo conocían: las azafatas, los bármanes, los presentadores, los de seguridad, etc. Se pensaba que era el hijo del dueño del Miami Club.

Bueno, aquel sábado vi a lo lejos que Gustavo bailaba con un grupo de chicas, y a una de ellas yo conocía bien. Era mi prima Leticia ¡¿Qué mierda hacía mi prima en Manchay?! Ella vivía en Santa Clara. Me acerqué, saludé a Gustavo y le hablé a mi prima:

—¿Cómo estás? ¿Qué te trae a Manchay?

—Hola, primito. Vine con una amiga. Ella es amiga de Gustavo, ¿también lo conoces?

—¿Si lo conozco? Todo Manchay lo conoce. Es más, él vive aquí, ¿sabías? ´

—¿En serio? Me estás bromeando.

—De verdad. Gustavo recién puede dormir cuando botan a todos de la discoteca. Cuando no queda nadie, él mismo junta dos silloncitos y se acuesta, es divertido.

Mi prima soltó una risa.

—Cómo hablas, primito, te pasas.

—Cuéntame, ¿Cómo así te animaste de venir hasta acá?

—Ay, primito, si te contara. ¿Te acuerdas que hace tres meses hice mi Baby Shower?

—Cómo no acordarme si el payaso me sacó a hacer el ridículo. Hizo que me pusiera un pañal y gateara con un chupón en la boca.

—Ya pues, al día siguiente me separé del papá de mi hijo. Por cierto, ya nació mi Juan Renatito, ¿Cuándo vas a ir a visitarnos? Ya tiene dos mesecitos. Está relindo.

—Un día de estos tengo que ir a conocer a tu gremlin, digo, a tu bebé. ¿Con quién lo dejaste?

—Lo dejé con mi cuñada, ella es muy buena. Me ha ayudado mucho, sobre todo cuando me separé de él.

Los primos de Piero empezaron a llamarme desde donde estaban. Le dije a mi prima que volvería en un rato y regresé con los primos Matos. En grupo, bailamos techno, salsa, cumbia y un poco de huayno. Nos matábamos de risa y a algunos ya se les notaba el efecto del alcohol. Antes de que también hiciera efecto en mí, volví al lugar de mi prima.

—¿Qué tal la estás pasando?

—Bien. Oye, tú sí que sabes divertirte. Cómo gozas con tus amigos. Desde aquí se puede ver todo. Fiestero resultaste, primito.

Por su forma de hablar noté que también a ella le estaba haciendo efecto el alcohol.

—¿Por qué te separaste del papá de tu hijo?

—Bueno, la noche del Baby Shower, cuando tú ya te habías ido, vinieron las amigas de él. Todos se pusieron a tomar y ya sabes, yo estaba con la barriga y no podía. Pero él sí, y a las cuatro de la mañana se fue con una de sus amigas hasta Pachacamac. No me acuerdo la cara de la chica, pero se llamaba Pierina Matos, si mal no recuerdo. Lo que me dijo él es que supuestamente la había llevado a su casa porque el papá de ella lo había obligado. Tuvimos una discusión fea y nos separamos. Después, sus amigos me dijeron que desde entonces él andaba de fiesta en fiesta. Ahora yo vine hasta aquí con mi amiga porque también tengo derecho a salir. Es más, preséntame a tus amigos, primito, se ve que son agradables.

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