En la larga noche,
donde el murmullo del viento
interrumpía el silencio
y refrescaba aquel momento.
Aquel momento de alegría
donde compartíamos juntos,
olvidándonos del tiempo
que lentamente corría.
Entre besos y caricias
y la felicidad anhelada,
se acercaba poco a poco
la más dulce alborada.
Las estrellas y luceros
felices nos alumbraban,
y en su murmullo cantaba la brisa
a dos seres que se amaban.
Todo era tan hermoso,
el mirar de sus ojos claros y serenos;
fácilmente confundíanse,
parecían dos luceros.
Se acercaba la mañana,
se apreciaba un resplandor.
dándonos los buenos días
poco a poco salía el sol.
Empezó un nuevo día,
el sol, mi amaba y yo;
desde entonces no he olvidado
aquella dulce alborada.
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