El río amenaza con helarse,
el frío ha paralizado nuestras ilusiones,
nosotros que vivíamos de ellas.
Las montañas se quiebran a nuestro paso
advirtiéndonos del equivocado camino que llevamos.
la vida nos ha tratado mal, no hemos sabido mimarla.
Las escenas son pasajeras pero en nuestro corazón están grabados
tiempos de unión que suenan demasiado lejanos,
momentos imborrables de efímera felicidad.
Nos exigimos demasiado el uno al otro
y acabamos agotados de nosotros mismos.
Yo camino cabizbajo
y pese a que no brilla el sol
escondo mis ojos tras unas oscuras gafas,
no quiero que vislumbres mis amargos pensamientos
a través de ellos,
tu marchas tarareando una vieja y triste canción
con la cabeza en alto mirando el cielo gris,
hoy te atrae, no te importaría ser víctima de un rayo.
Nuestras almas son monótonas borrascas
no sabríamos que decir para consolar
nuestra inmutable pena.
Los cipreses de los alrededores
han adquirido el color del metal y a su paso
el viento helado del norte gime dolorosamente.
Decidimos separarnos al partir del lugar que nos fue común
y en donde nadie nos esperará,
el lugar donde disfrutamos de un pasado floreciente
y en donde nuestro futuro se desvaneció.
lo dejamos atrás hace horas y seguimos juntos
como si un invisible imán nos impidiera separarnos,
la perturbación que nos invadía se va desvaneciendo
a medida que nos acercamos al lago cuyo nombre es Luz.
Tras nuestros pasos el suelo se hace pesado.
Nuestras pisadas se hacen cada vez más hondas.
Atravesamos un frondoso bosque
que conocíamos solo por leyendas
y se abre ante nosotros
el lago helado cuyo nombre es Luz.
Es inmenso y bello.
Está rodeado de un bosque de pálidos pinares.
Nos adentramos en él mirando a nuestro alrededor.
caminamos sin temor hacia el centro.
Tu me miras por primera vez desde hace horas.
Te acercas a mí, me quitas las gafas
y ves caer lágrimas de mis ojos.
Me abrazas, más bien te aferras a mí,
nos besamos lentamente saboreando nuestras lenguas,
ansiosos de placer.
«Calor», susurras.
Nos desprendemos de nuestros pesados ropajes
y gozamos de nuestro amor (que creíamos agotado)
como nunca antes lo habíamos hecho,
el éxtasis es permanente y gritamos de felicidad
sobre el hermoso y helado lago cuyo nombre es Luz.
En un casi imperceptible instante notamos
los quejidos del hielo que no aguanta
el peso de nuestros cuerpos unidos y dichosos.
Así permanecemos desde entonces
Abrazados, fundidos entre hielo
en el fondo del lago cuyo nombre es Luz,
lago situado en un lugar
que alguna gente llama Fin del Mundo
y en donde la muerte es la dicha del destino.
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