Los caminos en Bogotá suelen estar rodeados de peligros inminentes o incluso inútiles palabras que, aunque no se crea, pueden ser las que definan tu vida. Caminas con una venda atada a los ojos, sigues un rumbo que jamás admiraras, y al momento de quitarte la venda, ya hay que morir. No sólo en Bogotá me siento así de afligido, en cada pequeña parte del mundo se disfraza el peligro, ya sea como tu amigo más cercano o macabramente lo lleves dentro de ti.
En un rumbo sin fijo sentido, la sentí. Sentía que tenía el alma más hermosa del planeta, sus auras bailaban con mi ser apagado, al compás del canto de las aves. Me tocó el rostro y quito mi venda, y lo vi todo. Con ella a mi lado podía detenerme y observar.
Jamás olvidare las primeras palabras que libero de su ser
-Has tenido la verdad y la mentira delante de ti, toda tu vida, y tú decides atraparla en esta venda, ¿qué es lo que esperas? Yo contesté
-Todos vivimos en un mundo estereotipado, que por supuesto es la venda. Cuando te hartas de ver ese mundo, sueltas la venda, y delante de ti se apresura un vaivén de sentimientos y emociones que jamás aprendiste a ver, al terminar de observar tu realidad, aceptas y minutos después tu alma trasciende a su descanso.
– ¿A qué te refieres con que el alma trasciende, me estas tratando de decir que el alma solo quiere que veas la verdad?
-Afortunadamente no tienes tu venda y ahora ves con claridad. Tu alma es tu esencia, que funciona muy dentro, tan dentro que vive lejos del cuerpo. El cuerpo funciona al molde que te vende la comunidad, el alma siempre sabrá la verdad, y está te perseguirá hasta que tú te ilumines, luego de eso desaparecerá y tu cuerpo volverá a las cenizas. Ella contestó.
– ¿Tu cuerpo se ha visto envuelto en una persecución con su alma?
– Tuve noches de insomnio y no entendí por qué se expresaban brutalmente, tuve ataques de depresión por la sociedad, cada vez vivía menos, cada vez quería morir más. Mi mente vagaba en las mismas tres palabras: “¿Este eres tú?”, me ansiaba el contestar esa pregunta, pero jamás tuve la respuesta. Ahora vienes tú y me quitas la venda.
– ¿Sólo ahora pudiste ver esta verdad? Reí
-No. Hace días me la quité y lo comprendí, pero ahora que la sabía no quería morir, jamás había sido feliz viendo por primera vez. Mi alma me dijo que al quitártela debes morir, por eso me la volví a poner, no quería morir, prefería privarme de ver el mundo, pero sentirme iluminado.
– ¿Y ahora que prefieres?
– Quiero morir, no aguanto saber que la humanidad está deshumanizada. Tantas noches lloré y no sabía por qué lo hacía, ahora lo sé.
– ¿Qué sabes ahora?
-Lloraba de impotencia al tener que callar, al no poder hacer algo por la sociedad. Inconscientemente yo ayude a los demás, pero no fue suficiente, jamás se halla lo suficiente. Ahora entiendo que somos mierda, ¿Qué se hace con la mierda? Se arroja a un lugar donde no moleste a los demás, y esta se desaparezca entre las cenizas.
La mujer callo y pensó, luego de eso se fue y se perdió entre las calles. Yo me senté a esperar mi muerte.
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