La ida o La mariposa amarilla.

La ida o La mariposa amarilla.

La ida o La Mariposa Amarilla

Beatriz se había ido… no dejaba de pensar en ella, esto no podía estarle sucediendo, se sentía abandonado, suspendido en el aire en una caída acelerada hacia lo profundo de la mierda, donde nada vale la pena. El dolor lo dejaba sin fuerzas para detener el golpe, él hacía sus intentos, quería vivir sin dolor…pero no sabía cómo seguir viviendo.

Ella se fue convencida…siempre le repitió lo mismo “Tarde o temprano tendré que dejarte”, nunca le gustó la frase. Él no hubiera podido irse con tanta facilidad… dejarla… cerrar la puerta para no verla más…eso nunca. Renunciar a veinte años de amor sublime, tan tierno que siempre pareció amor de novios, un amor sano que sabía perdonar, un amor tan divertido que no dejó espacio para los amigos, tan rico en sí mismo que no procuraron los hijos, que lo dejó entender a Dalí en su lirismo de pintar a Gala en todas partes. Él no era pintor pero con buen deseo ahora pintaría el rostro de Beatriz en cada pared de su casa. Él era de los que veía mariposas amarillas asomarse cuando Beatriz andaba cerca, ella se fue y él lo supo antes porque vio morir la última mariposa amarilla entre las paletas de su ventilador, sin dudas esa metáfora García Márquez la tomó prestada…El amor que habían compartido estuvo tan excedido de mágico realismo que bien pudo impulsar al colombiano a su segundo Nobel. Un amor extravagante. Hace solo una semana que se fue y ya siente los cien años de soledad en su cama, en la mesa, frente al televisor, delante de la taza de café temprano en la mañana, debajo de la ducha. La casa que antes era el rincón más feliz de la tierra ahora es el más vacío, es el lugar adonde no quisiera llegar.

Si se hubiera ido con sus pertenencias…pero lo dejó todo, sus maquillajes en la cómoda, en el closet su ropa colgada en los percheros, su hilera de tacones en la zapatera, en la cocina el delantal de frutas, que ella misma coció, y en el botiquín del baño y en la puerta del refrigerador todos los medicamentos para el asma, además de varios spray de salbutamol regados en uno u otro rincón.

Beatriz se fue…él siempre supo que podría irse de un momento a otro, de tanto esperarlo debió haberle dolido menos, esta sicológica fórmula de visualizar el dolor cuando aún está lejos para recibirlo disminuido en el día inevitable, no le funcionó.

Hace una semana que se fue…y él no deja de beber…bueno, la verdad es que hace algún tiempo que no deja de beber, que la pulcra imagen del profesor universitario desapareció tras las patillas y el bigote que le oscurecen la cara no sabe si puede ser un camino. No le importa ser un cliché, ser uno más de los que “ahogan penas”, siempre bebió con medida, en graduaciones, recepciones en su facultad con profesionales de otras universidades del mundo…pero no sabe cuándo perdió el control …Ahora que Beatriz no está el alcohol lo ayuda a escapar, el ardiente olor lo hace caminar en otra dimensión donde el presente desaparece y él vuelve a ser feliz. Siempre creyó que la literatura sería suficiente para vivir que escaparía escribiendo o echaría a un lado su realidad entre las tramas de una buena novela. Pero era evidente, el alcohol la había superado . La literatura se piensa y hace pensar, el alcohol detiene los pensamientos y lo hace reír. Él lo bebe, lo aspira, quisiera tragárselo por los ojos para inundar más rápido el cerebro , ese espacio dentro de la cabeza donde se guardan las fotos vivas, con movimiento, olor y sonido para que no mueran nunca, para repasar la vida …él necesita matar algunas… como esta que ahora le llega… Beatriz con quince años… es la muchacha más linda de su pueblo, vino a vivir en la casa de al lado, los patios están pegados pero el de ella tiene un jardín tan hermoso como su cara, lo riega bien temprano en la mañana y antes de ponerse el sol… Que limpio le llega el recuerdo de la primera vez que la espió por entre las ranuras del muro…ahí está ,tendida sobre la hamaca, entre los ramos de mariposas florecidos, mirando al cielo con la cabeza recostada en el antebrazo , y con los pétalos de una de las flores se acaricia la axila…recordarlo le despierta el mismo deseo de aquella vez, el de saltar el muro y comerle a besos las axilas, el cuello, la boca…los pechos…pero es solo un recuerdo …ella no está…se empuja otro trago para volver a escapar, pero es imposible el mal olor del baño le deja claro que hace algunos días que Beatriz se fue, recuerda que ya ha pasado varias horas derrumbado sobre la mesa de su comedor con su última botella, recorre la mirada por la cocina, recuerda que hay costra de café y restos de comida sobre el fogón, los platos sucios están amontonados hace varios días también sobre la mesa, algunas botellas vacías , moscas, ahora que tiene la cara contra el mantel nota el olor rancio de la grasa impregnada, ahora nota que el piso está sucio, lo tortura el hilillo de agua que se pierde en el fregadero y sin poder sostener su cabeza queda de cara contra la mesa…la realidad es imponente…Beatriz ya no está.

¿Cómo será vivir sin ella? No sabe si funcionará creer que no se ha ido, dejar sus cosas donde las dejó y creer que está en la calle y que en algún momento la escuchará introducir su llave en el yale o creer que están bajo el mismo techo pero ella siempre estará en la habitación de al lado, no la verá pero si podrá hablarle. Se anima , se levanta, se desploma en el sofá, agarra el mando y enciende el televisor, el DVD, toma un disco lo mira, sonríe y la llama “Betty…mira lo que tengo aquí…” introduce el disco y Betty no llega, en algún momento ella se recostará junto a él, comienzan a correr las imágenes, es un video casero donde él baja de prisa las escalinata de la universidad con su portafolio, nota que lo filman ,él se ríe, se cubre el rostro con el portafolio, le quita la cámara , Beatriz posa junto al Alma Mater imita la escultura abriendo los brazos y le pide una caricia. Pausa en la imagen, él aprovecha el intervalo y la vuelve a llamar creyendo realmente que está en la habitación de al lado: “Betty, ven a ver si te acuerdas de esto…” comienzan otra vez las imágenes en el televisor, ahora se ven en un picnic, tendidos en la yerba, hablándole a la cámara sobre el tamaño de su amor, él haciéndole cosquillas, ella ríe, se defiende y pide un tiempo para calmar su falta de aire con el spray de salbutamol. Pero Beatriz no ha llegado, la realidad es dura, él insiste lloroso, se está sintiendo otra vez solo: “Betty….Betty…” Rompe en llanto. Se descubre llorando, él no es de los hombres que lloran por una mujer, pero cualquiera lloraría por Beatriz. Llora más. Nunca había estado una semana llorando ya no sabe si exactamente ha pasado una semana le parece que ha pasado más tiempo con la vida desmoronada, quizás desde que arrancó de la pared su título de Filólogo,el mismo día que le cerraron la plaza en la universidad. Alma Mater, repulsiva, se cruzó de brazos y Beatriz en casa se los abrió, lloró con él, lo arrulló como a un niño pequeño. Que mal se siente, si al menos tuviera ahora uno de sus besos, pero se siente como el que llega inesperadamente al final de su camino, con las manos vacías.

Regresa a la mesa y llena el vaso. No sabe porque la recuerda tendida en el suelo con el salbutamol vacío y los labios morados, es confusa esa imagen. “Yo estoy vivo y tú estás muerta…” Esos versos de Zenea lo asedian, le muestran a Beatriz perdida, tan inmóvil como Fidelia bajo la tierra. Ya no sabe si Beatriz murió, Beatriz no puede estar muerta …¿Será que el abandono y la ausencia huelen a muerte?… él no pudo haberla perdido, dónde encontrará unas manos tan suave, se da cuenta que le falta claridad para saber qué pasó con Beatriz, Dios no pudo hacerle eso a ella, tantas veces lo mencionaba al día, tanto que le repetía “JESÚS es el camino, la verdad y la vida”, él se reía y replicaba, “ Árbol que nace torcido jamás su tronco endereza…”y ella le insistía “En las manos de JESÚS, no hay árbol torcido” Hace un esfuerzo por recordar la última vez que la vio…sí, claro que sí…Ella estaba llorando …dijo que el alcohol lo había matado todo, también habló de una última tregua, que regresaría, él tendría que renunciar al alcohol para tenerla. Ha hecho un gran esfuerzo para recordar, Está seguro ahora que está viva…que la volverá a ver…no sabe por qué aún bebe, no tiene fuerzas para empujar las botellas de la mesa, ha bebido demasiado y el vaso aún está lleno…ella puede llegar en cualquier momento…si la casa al menos estuviera limpia… si se diera un baño mejoraría. Intenta levantarse pero se derrumba…lo intenta otra vez… pero no puede…escucha unos toques en la puerta…vuelven a tocar y no puede responder…Ahora la voz de Beatriz que lo llama…es su voz…la misma que tanto le repitió… “En las manos de JESÚS no hay árbol torcido”…está viva…y él casi muerto… no puede responder…Beatriz toca y llama más alto…y él comienza a llorar, llora mirando al vaso, una mariposa amarilla se ahoga en el alcohol.

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