Triste realidad

Triste realidad

adrian lopez

07/01/2020

Mi vida giraba alrededor de mi madre y mis hermanos, en aquel lugar sedoso y acogedor. Todo era tranquilo hasta que un día ellos llegaron a recogerme.

Estabas asustado no entendía nada, ¿Por qué querían separarme de mi madre y mis hermanos? Por mucho que intenté correr y esconderme me fue inevitable.

Me intentaron dar calor, estaba asustado y desorientado, no comprendía nada. Me sentía solo y desprotegido. Me ofrecieron agua pero en ese momento no me apetecía, solo quería dormir y despertar de aquella pesadilla.

Abrí los ojos y me encontré a alguien mirándome fijamente, le colgaban dos trozos de pelo a los lados de su cabeza, su rostro parecía cordial; alzó su mano para acariciarme suave y lentamente, me encontraba más tranquilo.

El tiempo pasó y me di cuenta de que eran mi nueva familia. La formaban tres individuos un macho y hembra adultos y una joven hembra, donde el macho era el más agresivo. Cada vez que orinaba, al parecer al individuo macho no le gustaba, entonces sacaba una cuerda lisa dura a la cual tenía pavor y me azotaba cuatro o cinco veces con extremo cinismo. Desde el principio mi estancia en su familia no era de agrado para él, cada vez que lo veía me escondía por pánico a su espeluznante presencia.

Seguía transcurriendo el tiempo y era todo un jóven activo. La jóven hembra me trataba estupendamente y sentía devoción por ella, hasta que un día dejó de llegar a casa sin explicación.

La compañía del macho y la hembra adultos no estaba mal, pero ni ápice de comparación con mi encantadora jovencita hembra, la echaba de menos cada segundo que pasaba.

Los días sin ella era insufribles, el macho adulto no me quería en casa y me empezó a atar afuera, la hembra adulta ni se inmutaba. Lo peor eran las noches con el frío bajo cero y la lluvia helada que penetraba mi interior. Puedo asegurar que es horrible.

Un día como otro cualquiera el macho y la hembra me quisieron sacar de paseo, me parecía extraño ya que apenas me llevaban a ningún lado. Caminamos durante horas, hasta que llegamos a un espléndido bosque; estaba atardeciendo cuando el macho adulto comenzó a atarme junto a un árbol. Sin mirarme, poco a poco comenzaron a alejarse, traté de ladrar, llorar, gemir, chillar… Pero nada bastó para lograr su atención. No comprendía por qué estaba sucediendo eso. La noche se acercaba y cada vez sentía más temor, mis pensamientos consistían únicamente en la jóven hembra, necesitaba verla, necesitaba aunque fuese una pizca de su amor.

Poco a poco me fui durmiendo entre el frío y soledad que dislumbraba aquel bosque tenue. Jamás regresé a casa.

Un perro no es un juguete, un accesorio o un mueble. Un perro es un ser vivo al que no se le puede abandonar como si de una bicicleta vieja se tratase. Si de primeras crees que no puedes hacerte cargo de él, no lo acojas antes de que sea demasiado tarde. No es un perro más, con el tiempo será una vida menos.

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