Siempre me dijeron que el olvido era largo y doloroso, pero nunca lo creí hasta que te conocí. Debí haber escuchado a mi madre cuando me dijo que te irías, pero en su lugar decidí dar un salto de fe. Ni siquiera me di cuenta en que momento paso, pero de un momento a otro yo ya había caído por ti. Quisiera decir que fue un gran error, pero me enseñó tantas cosas esa caída libre que ahora puedo decir que fue una de mis mejores hazañas,.
Aunque me dio muchas enseñanzas sigue doliendo tu ausencia, sigo buscándote en el tumulto de gente, sigo pensando en ti cuando escucho esas canciones que tarareabas mientras caminabas, irónicamente cada que mis pensamientos se tornan malos me reconforta la imagen de tu sonrisa.
Pero si algo aprendí de este proceso es que no duele para siempre, con el paso de los días vuelves a ser la persona que eras antes de enamorarte y recuperas la vida que alguna vez tuviste. Después de unos meses, sin darte cuenta, le empiezas a sonreir a la vida, dejas de buscar a esa persona en cada lugar al que vas y te das cuenta que esa herida ya cicatrizo. Y llega ese momento de satisfacción en el que puedes ver a los ojos a esa persona por la que algún día le rogaste a Dios olvidar y no sentir nada. Simplemente llegas a sentir cariño, por lo que algún día vivieron, pero ya no sientes ese nudo en la garganta que llevabas meses arrastrando.
Ese día sabes que la historia concluyó, que estas lista para iniciar una nueva aventura, y tal vez hasta para volver a dar un salto de fe.
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