Se aproxima la hora trágica. Llega siempre sin demora, sin pasión, sólo llega, se manifiesta y, de igual manera, pues esto es incontenible, se va para retornar mañana. Entonces llega, un día como hoy por ejemplo, y tan pronto el cuerpo lo percibe, puesto que imposible determinar por otro medio más que el padecimiento, los primeros síntomas aparecen; el cuerpo se le desmorona, sus movimientos se vuelven torpes y laxos, el frío empieza a subir hasta el pecho y unas punzadas atacan su lado izquierdo. Ya para entonces las manos no le responden y, con la boca abierta, jadeando, sorbe el viento para seguir siendo.

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