“TÍO DOMINGO EN PUEBLO FRÍO”
Cuando Tío Domingo llegó al pueblo, el amor se había enfriado, notó que sólo se hablaba de riñas y malos entendidos. Los habitantes de este pueblo eran tan fríos que congelaban la tierra por donde caminaban. Los campos, desérticos, dejaban ver dos o tres árboles sin frutos.
Darío había tenido una semana muy fría, riñó con Pedro en el aula, rompió la guitarra que le regaló papá, secó con lubrillante el único jardín del pueblo, les tiró piedras a los vecinos, y por último, le dijo a su mamá que no la quería.
Su frialdad fue tan grande que esa noche al acostarse sintió como los huesos se le consumían hasta ponerse filosos como espinas, sus ojos se hicieron redondos y vidriosos, las manos se acortaron y quedaron como aletas, detrás de las orejas aparecieron unas feas aberturas que abría y cerraba al respirar; la piel endurecida hizo escamas ásperas como las piedras de amolar tijeras.
Darío supo que había dejado de ser un niño cuando sintió por dentro y por fuera un fuerte olor a océano.
Cuando los padres lo descubrieron, buscaron desesperados al Tío Domingo por el pueblo. Habían oído decir que el anciano hacía maravillas, que usaba una capa hermosa para quitar el frío. Que una vez encontró a dos friolentos tirándose tomates mientras reñían y al sacudir la capa, los tomates se convirtieron en flores, que lo vieron después con su capa llena de guayabas y panes frescos para los niños.
Al encontrarlo, fueron a casa y le pidieron, que compartiera la habitación con el muchacho hasta su mejoría.
Los dejaron solos y el Tío comenzó a desempacar sus maletas.
Darío lo observó inmóvil desde la cama y quedó sorprendido al ver la belleza de la capa que el Tío desdoblaba; era azul y llena de soles dorados. Tío Domingo se puso la capa y con sus gracias consiguió la simpatía del niño. Saltó hasta la lámpara que colgaba del techo y se balanceó, hizo piruetas en las alturas. Agitó su capa y flotaron en todo el espacio docenas de flores, todas diferentes, que fueron devueltas al único jardín del pueblo. Al agitar otra vez la capa, los soles encendidos recorrieron las paredes y terminaron agolpándose en el pecho del muchacho.
Darío sintió un calor agradable por dentro que le devolvía poco a poco la forma. Al amanecer, lo despertó el deseo de abrazar a sus padres, a sus amigos y al anciano, pero ya este había desaparecido.
Un día los habitantes vieron al Tío por última vez, volaba con su capa sobre el pueblo venciendo al frío, los campos se llenaron de caña de azúcar y los árboles se multiplicaron, doblados por el peso de sus frutos.
Desde entonces todos son más amables, y cuando alguien dice “Tengo frío”*, todos recordándole responden: “Tápate con la capa de tu Tío» *
*Refrán popular cubano.
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