— Nos gustaría veros follar — dijo de repente Karen Williams, con un tono de voz muy sensual, mientras posaba delicadamente la mano sobre el muslo de su marido, John Brown, que se limitaba a escuchar la conversación y mirar descaradamente a Chrystalle.

— ¿Cómo? — exclamamos a la vez Chrystalle y yo sin entender la broma.

Los cuatro nos empezamos a reír por la situación. Chrystalle me miró extrañada sin saber muy bien qué decir. Habíamos conocido a gente jodidamente rara en los dos años que llevábamos viajando por el mundo, pero no esperábamos aquella propuesta.

Para ahorrar algo de dinero en alojamiento, de vez en cuando contactamos con ricachones que se marchan de viaje y necesitan que alguien vigile sus casas y cuide de sus mascotas. Fue así como conocimos a John y Karen, que al día siguiente se iban a Alemania tres semanas.

La verdad es que eran un matrimonio bastante peculiar y muy atractivo, a pesar de que rondarían los 50. Especialmente ella, que lucía un vestido corto que dejaba al descubierto unas piernas preciosas y trabajadas en el gimnasio.

Karen echó el cuerpo hacia adelante, como si quisiera contar una confidencia, y al hacerlo dejó entrever la ropa interior roja que llevaba. Confieso que me la puso dura.

— Bueno, ya sabes… — empezó a decir — . Si vais a cuidar de nuestra casa…nos gustaría saber TO-DO sobre vosotros. — Marcó exageradamente las sílabas y me guiñó un ojo — . Además, eres escritor, ¿no? Así tendrás una buena anécdota que contar.

— Bueno… — contesté un tanto incómodo por esa afirmación — . La verdad es que sólo es un hobby…

— Eso es muy inapropiado — se quejó Chrystalle cortándome en mitad de la frase.

— Perdona, cariño — contestó Karen — . Como en la primera entrevista nos dijisteis que habíais pasado unos días cuidando un chalet en Cap d’Agde…pensábamos que erais liberales, ya sabes, que os gustaba el amor libre y todas esas cosas, como a nosotros…

— Si os sentís más cómodos — empezó a decir John encogiéndose de hombros — , os podemos acompañar nosotros también…sería un placer — dijo acariciando la cara de su mujer con ternura.

Chrystalle y yo nos volvimos a mirar atónitos.

— No me lo puedo creer — dijo Chrystalle — . La verdad es que… bueno, se podría decir que somos una pareja bastante abierta, sí…pero me has pillado por sorpresa, Karen, no esperaba esta proposición la primera noche que pasamos en vuestra casa — bromeó Chrystalle, ahora más relajada.

Los cuatro nos reímos de nuevo y dimos un largo trago a nuestras copas en silencio. Yo disfrutaba de aquellos momentos tensos, los saboreaba bien.

— ¿Qué te parece? — me preguntó Chrystalle.

— ¿Hay algo más hermoso en esta vida que compartir experiencias con otras personas? — contesté.

— No, supongo que no — dijo Chrystalle.

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