Flechas difusas a la medianoche.

A veces no entiendo nada. ¿De qué se trata todo esto? Todo es como una cortina inmensa de niebla en mi lóbulo frontal, como un laberinto donde la salida ni siquiera existe. No hay salida. Encerrado. Acorralado. Asustado, más bien desesperado. ¿Se supone debe de ser así? Realmente no puedo entender nada. ¿Dónde estás? Que apenas y te puedo ver, pero para nada te puedo sentir. Es un gran peso que yo no soy capaz de soportar. No sé cuánto pueda resistir, y al final yo seré el único culpable. Evidentemente algo ha cambiado. Pasé millones de segundos construyendo y esforzándome, para que mis obras se derrumben en cuestión de segundos. Pasas desapercibida, no te importa. Ignoras el esfuerzo, el dolor, los desvelos y los sacrificios. Mis llagas te parecen ridículas, ves a las grandes maravillas como simples castillos de arena. Cada día me demuestras qué ya no vale la pena, a veces pienso que es intencional. Probablemente anheles que me rinda, y no lo he hecho por ti. Ahora lo medito y no sé si sea buena opción. La duda; si es lo que deseas o incluso si es lo que me haría bien. ¿Qué es lo que debería hacer? Te ruego que me muestres el camino, porque soy ciego que no tiene rumbo, que intenta de todo sólo para llegar al fracaso. No quiero desistir hasta que haya intentado de todo, aunque ya te di todo, quiero darte otra oportunidad. Aunque me lastimes, aunque me mates lentamente. Me estoy muriendo lenta y dolorosamente, y lo peor es que lo ignoras. Te martirizas y no te das cuenta de lo que haces, no te das cuenta que eres asesina de quien más te ama.