Parece mentira que hoy estás en aquel lugar…

Pero es que sigues aquí, en cada paso que doy, en las llamadas que no recibo para hablar de cualquier tema, solo escucharnos; sigues aquí presente, sentado en el lado izquierdo de mi pecho, y me llega tu recuerdo a cada instante.

Estoy bien, aunque un poco jodido por no tenerte aquí; tengo tantas cosas por contarte, tantas metas alcanzadas, tanto por decirte y que me respondas con un «lo sabía», como solías decir cada que me salía algo bien.

Me he hecho el fuerte, créeme que lo he intentado, como cuando escuché a mamá derrumbarse por la noticia, o cuando tus amigos preguntaban si era verdad que te habías ido, me hice el fuerte, lo intenté, pero cuando vi esa urna, llena de ti, de tus cenizas, me saltaron las lágrimas, aunque intenté contenerlas, mi corazón estalló y no pude evitarlo… Estabas ahí, en ese espacio pequeñito, mi gran hombre, mi hermano, mi confidente y mejor amigo, mi gordo, como de cariño solíamos decirte… 

¿Cómo explicar que te has ido para siempre? ¿Cómo decirle a todos que no volverán a escuchar tu risa? ¿Cómo entender este sentimiento que me quema el pecho? Dime cómo, si aún estando vivo, siento que tengo un hueco en donde debería estar el corazón.

Y a pesar de tanta tristeza, ese hueco se fue llenando, cuando vi a tanta gente escribiéndote, llamándole a papá o hasta a mi número personal, tantas personas a las que dejaste con un excelente sabor de boca, después de decirles mil tonteras en alguna fiesta casera; todos sorprendidos por la multitud que se despedía de ti, en cambio yo no me sorprendí, lo sabía, si desde siempre el estar contigo en algún lugar era saber que harías un nuevo amigo, o que comenzarías a contar tus anécdotas y nos tendrías a todos a la expectativa de ellas, eras popular entre todos, tu teléfono era casi un número público, llamadas sin cesar de gente que te pedía consejos, te consultaba alguna duda o hasta te pedían algún favor; sin lugar a dudas fuiste un gran amigo para todos.

En tu despedida estuvo presente toda la familia, tus amigos inseparables, amigos de tus amigos, no hubo alguna ausencia significativa, y al finalizar tu rezo, esos amigos de antaño, con quienes siempre compartiste tanto, se pararon frente a tu altar, se tomaron de las manos y soltaron un millar de lágrimas, pues se había ido un eslabón enorme de ese clan, el gran Emilio. Fue un momento muy emotivo, aunque triste.

¿Y recuerdas cómo en tono de juego me pediste que me tatuara tu cara? Lo hice, tal vez no solo tu cara, pero si tu cuerpo entero, y lo que más amaste en la vida, tu tráiler, ¡No puedes quejarte eh! Te cumplí hermano…

Mi querido hermano, no imaginas cuánto me ha costado soltarte, me enseñaste tantas cosas, hasta parecía que tu eras el hermano mayor y no yo, éramos tan parecidos, aunque yo un poco más terco y orgulloso, y tú mucho mas alivianado que yo, y con esa personalidad tan peculiar que atrapaba corazones.

No me queda mas que agradecerte por tanto, miles de situaciones vividas juntos, como nuestro último año nuevo, con mi familia pequeñita construyéndose, y tú presente en ese gran momento de valor para mi… O ese viaje cortito en el que perdimos una pieza de la camioneta y tuvimos que pararnos en un yonke justo antes de dejarte con otros amigos para un bautizo. Tantas risas, tantos recuerdos, tantas anécdotas juntos, tantas llamadas, que ahora me faltan, pero las llevo en el alma y corazón.

Guardo nuestras pláticas, en ese chat archivado de WhatsApp, pues cuando te extraño me pongo a escuchar tus audios o ver los videos que te tomabas mientras ibas manejando por la carretera, cantando y hablando como loco, disfrutando los paisajes, amando cada segundo de tu libertad.

No imaginas cuánto me ha costado escribirte estas letras, cuántas lagrimas he derramado al hacerlo, y cuantas mas derramaré al volver a leerlo, pero quiero perpetuar estas memorias entre líneas, quiero que todos sepan de ti, de cuán orgulloso me siento de tener la misma sangre que tú.

Gracias por todo, serás ese ejemplo siempre para mi, de cómo vivir la vida, aunque la última lección que me dejaste ha sido una mierda y aún no puedo asimilarlo: la vida se va, y tienes que aprender a tragártela aunque sepa terriblemente mal.

Me queda el consuelo de haber visto destellos de ti cada día que te levantabas siempre con buena actitud, no te has ido del todo, pues aún te recordamos en este plano, aunque sin dudarlo en tu nuevo destino habrá miles como yo, que te amarán al instante, y ahora estás allá, en aquel lugar, libre como siempre, aunque de aquí no te irás nunca… Porque la inmortalidad te la ganaste tú, estando vivo.

Tu luz brillará en la retina de todos los que algún día te vimos.

TE AMO

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS