«Señor Altozano, ¡vamos que no va a pasar toda la mañana allí dentro»
No podía moverme, sentía mis pies pesados, como si tuviera unos grilletes puestos. pero debo admitir que fue mi orgullo de hombre el que me hizo salir del baño, pues, si bien podía que aquella mujer me estuviese esperando para asesinarme al salir, era muy poco probable que saliera del edificio de manera impune; además, hasta donde recordaba no debía nada a nadie, y, jamás fui una persona que provocara la envidia en otras personas.
Debo admitir que aquella mujer era hermosa, delgada, de buenas proporciones, de cabello negro y corto, de unos exuberantes ojos amarillos y de una altura pequeña a mi parecer, bueno de un metro sesenta aproximadamente. Su vestimenta era toda de cuero, muy ceñida, oscura, más lucia flexible.
«¡Vaya, vaya señor Altozano, si que ha demorado en el retrete!»
A pesar del ambiente familiar con el que aquella mujer me hablaba, no lograba sentirme seguro, más, no puedo negar que me perdí en su mirada.
_ Creo que entiendes que no es muy común que una mujer entre al baño de los caballeros.
_ Señor Altozano, no creo que eso sea lo que realmente le debería interesar.
_ En parte, tiene usted razón señorita.
_ Mayer, mi nombre es Mayer Quintana, señor Altozano.
_ Raúl, soy Raúl Altozano.
_ Eso lo sé ya. Raúl Sebastián Altozano Mercado. Treinta y cuatro años de edad, signo Aries, nacido el veintiocho de marzo a las cinco y treinta de la mañana, hombre soltero, descrito por sus superiores como muy recatado pero muy eficiente, vaya descripción que tienen de usted, todo un hombre-maquina. Vive solo en una casa en los suburbios, ama el café más que al agua y se entrena regularmente. Suele tener clases de Karate Do dos veces por semana, e incluso sé, que cuenta los tragos de agua que se toma, tratando de que siempre termine en números pares, eso parece digno de una persona obsesiva, ¿no le parece?, ¿ha usted intentado evaluarse antes? A veces piensa que su vida no vale nada, pero a pesar de ello, apuesto a que se le han puesto las bolas en la garganta al oírme llamarlo por su apellido.
No sabia que decir, era su presa, a pesar de ser casi treinta centímetros más pequeña que yo, sé que debí haber parecido un lindo corderito apunto de ser degollado a su lado.
_ Secretamente- Continuo la mujer-, tiene una especie de fetiche por las mujeres latinas, más nunca ha salido usted con ninguna, yo creo que es hora de dejar la timidez señor Altozano. Además, no esta bien, ni tampoco es muy sano que siga viendo fotos de su ex en el internet, teniendo en cuenta que ya hace más de un año que han terminado, personalmente, yo le veo muy feliz con ese sensual moreno que tiene ahora como pareja, ya sabe usted, aquel entrenador personal con el que ustedes antiguamente entrenaron durante casi un año.
OPINIONES Y COMENTARIOS