Caminaba por un sendero de tierras desiertas

sin rumbo alguno, sin un plan en especial

enormes ganas de vivir eran mi meta más cierta

algo me conducía sin saber cuál sería el final.


Mis pies cansados y mis zapatos roídos

hacen que me detenga para sentir algún alivio,

y en medio de mi descanso percibo suaves sonidos

no descifro de donde vienen, aun así los siento míos.


Me aparto del sendero para seguir los ecos con sigilo,

aunque estaré perdido, es mayor mi deseo de hallar su origen;

como hechizado sin saber cómo, me encuentro en un gran bajío

agua pura, cristalina, el aire fresco y liviano como de selva virgen.


Una delgada cortina de agua me invita a ver un tierno rostro

el brillo de su sonrisa y pequeñas gotas me muestran el arcoíris,

su figura esbelta se aleja de mí con un movimiento armonioso

y de nuevo, incontrolable ese impulso que me hace seguirle.


Se convirtió ese lugar en mi preferido en el mundo,

mil veces allí estuve añorando su encuentro;

ese ser atrayente y con un misterio profundo

con su bella sonrisa y en sus ojos el universo entero.


Acudí infaltable a ese bello rincón del paraíso

con la ilusión de hallarle y disfrutar su compañía eterna,

aunque jamás volví a verle, siempre ocurrió lo mismo,

su presencia se hacía notar con su dulce aroma de gardenia.


El día que te conocí tú te acercaste,

a mis ojos fijamente miraste y tu sonrisa me regalaste,

yo admiraba tu rostro radiante

y en mi mente tu imagen hallé

en sucesos de un mundo que yo fabriqué;

lo único que pude decirte fue: ¡Un día te soñé!

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS