Un día en la mañana, abrí mis ojos por primera vez, me quedé viendo fijamente al techo de mi habitación. Habían muchos colores nuevos, de los cuales yo ya sabía de su existencia, pero nunca había tenido la oportunidad de presenciarlos como tal, jamás había podido sentir esa sensación de tranquilidad.
Me quede viendo ese atardecer, el atardecer del techo de mi habitación, a los pocos minutos, mi madre entró a la habitación.
Comenzó a llorar de la emoción, le gritó fuertemente a mi padre para avisarle que ya me había despertado, este último corrió inmediatamente a mi habitación para ver cómo su hijo, después de tanto tiempo sin poder ver ni siquiera un rayo de luz de esperanza, era capaz de apreciar nuevamente el atardecer del techo de su habitación.
OPINIONES Y COMENTARIOS