Navegaba por la vida en busca de quién amar, el frío de la soledad acompañaba mis lamentos y de pronto al voltear, estába él como un amuleto.

Lo tomé entre mis manos, abracé sus miedos, me acosté con sus inseguridades y él tan solo me convirtió en su pasatiempo.

Aprendí a llorar por los dos, arranqué la melancolía de sus entrañas y cavé un agujero dentro de mi alma, para enterarla y velarla en la noches de invierno.

El cielo empezó a tornarse negro, mi visión iba decayendo y mis alas se quebraron por los fuertes vientos. Caí en el infierno, después de haber contemplado el firmamento y descubrí que él era mi tormento.

Saboreé el fracaso, y el rechazo golpeó mi orgullo, mientras él seguía sentado viéndome con desprecio, yo posaba mi cabeza sobre su hombro, recogiendo las migajas de su afecto.

Por un momento dejamos de escuchar el silencio, él contó hasta tres y disparó hacia mi pecho, escuché el eco de las balas, en las cuales se escondía un «no te quiero»

Hui mientras él se sentía nuevamente solo y vacío. Ahora, que sigo viva, olvidé cómo amar, mientras él está con ella.




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