A la razón de este templo:
Querida mía… es lindo al fin poder leerte, llevo muchos años intentando quebrar tu silencio, y me llena de orgullo descubrirte entre estas lineas que dan vida a una simple hoja en blanco.
Entiendo que no te haya resultado fácil, entiendo que hayas tenido que derrumbar paredes de dimensiones tan diferentes, entiendo tus manos callosas y de piel dura de tanto escarbar buscando respuestas… Pero aquí estas… no importa el tiempo… te veo llegar.
Fuiste tan valiente, luchadora, me has enseñado a ser paciente en un mundo donde el tiempo corre a tu lado marcando su pulso constante y etéreo… TIC TAC… TIC TAC… Me has enseñado la belleza de la simpleza como el reflejo majestuoso del cielo sobre el claro de agua, esa simpleza observada en un gesto, en una sonrisa, en un suspiro, en el aliento agitado. Me has enseñado a leer lo invisible, aquello que las palabras callan, a descubrir infinitas notas al margen en cada lugar donde deposito mis ojos, en cada nota sonora que alimenta mis oídos, en las sensaciones del cuerpo que lo estremece ante cada emoción que lo atraviesa.
Haz andado, sin dudas, caminos tan diversos, caminos tan angostos casi asfixiantes que amenazaban tu equilibrio rozando la locura, te vi ahí, rodeada de fantasmas sin rostros que te susurraban, te gritaban, te lloraban, te reían, te increpaban… Te vi, acurrucada y echada intentando despojarte de ellos de una manera tan sutil, tan heroica. Veía en tu rostro el reflejo de infinitas preguntas, preguntas traducidas en hilos de aguas que atravesaban tu rostro, vi que no entendías, te vi buscando mil y un salidas… te vi…. te vi ahí donde nadie más te podía ver, te oí llorar lo que nadie más podía escuchar, y te sentí así, tan vulnerable, tan impotente, tan despojada que ni el viento te podía tocar. Te vi como la nada misma y ahí permaneciste casi sin respirar…
Pero de manera casi imperceptible, como un brote de vida sobre el caliente y duro cemento sobre el cual te vi derrumbada, te vi asomar, te vi recobrar un hilo de aliento, un latido pausado, una esperanza de que aún tu puedes más… y entonces una vez mas te vi… vi como tus manos recogían y apilaban cada pequeño pedazo de ti, te vi tomarlos con dulzura, contemplarlos con amor, te vi maravillada recogerlos uno por uno, y así te vi, te observé, te admiré…
Admiré la manera noble en que te susurraste al oído para hacerte revivir, admire las caricias que tu alma hallo en tus manos para no dejarte rendir, fueron sutiles gestos amables contigo misma. Te descubrí observarte amorosamente… y entonces cada pieza fue hallando su lugar, tapando agujeros aún húmedos de dolor. Fuiste reconstruyendo, armando, emparchando, limpiando y cociendo con hiladas de amor.
Cuanto tiempo paso?, que tiempo te llevó?… no lo se… Es acaso importante darle un número a la vida?… No… Un número solo es algo racional, exacto, frío y efímero. El tiempo va mucho más allá de un número, y fue eso querida mía lo que me has regalado como enseñanza, y que atesoro en lo más profundo de mi humilde alma. El tiempo… ese amigo que supiste conquistar… al que supiste acallar cuando aturdía con su silencio, ese tiempo que a todos nos corre por igual, que nos marca el ritmo llevándonos a bailar compases tan diferentes, a pesar de su constante simetría tan repetitiva, monótona e inquebrantable. Valoro la manera y las razones que te han llevado a hacerlo tu amigo, a ese tiempo que te ha llevado a los lugares más recónditos buscando escaparte del peso que te provocaba, que te ha corrido y desafiado llevándose todo a su paso como un viento huracanado… Que paradoja de la vida querida mía, que algo tan intangible, invisible y silencioso, se convierta en ocasiones en algo tan pesado, ensordecedor y palpable. Que ironía de la vida querida mía, que algo tan constante, preciso y exacto tome dimensiones tan diferentes en un mismo tiempo y espacio. Pero fuiste tu, querida mía, quien me enseño que no es el tiempo quien ejerce todas esas cualidades en nosotros, has aprendido y me has enseñado que somos nosotros mismos quien le atribuimos ese poder al tiempo, y es ahí precisamente, donde has encontrado el sentido, donde has recobrado la esencia de la vida, donde has hallado la herramienta que te ayudaría a levantarte de entre los escombros que alguna vez fueron parte de los cimientos de tu existencia. El tiempo… ese amigo que hoy observo con profunda admiración como lo invitas a bailar nuevos ritmos, al que convocas a cantar melodías que acarician el alma, ese amigo con el que hoy caminas a la par, recorriendo largos senderos que a veces se hacen tan cortos cuando haces placentera su compañía… El tiempo…
Y hoy te encuentro aquí, maravillada intentando hacerte llegar entre estas lineas el orgullo que siento por ti. Te he visto golpeada, muchas veces sin entender las razones que te azotaban el alma. Intente innumerable veces de sostenerte, cobijarte. Intente abrazarte fuerte sosteniendo los pedazos que de a poco se iban soltando. Intente ser paciente en tu espera. He intentado luchar por ti hasta el cansancio, te he arropado en las noches cuando caías rendida, agobiada, sin fuerzas para ti. Te he alentado en largas madrugadas cuando la inercia movía tu cuerpo sin ritmo, sin aliento, sin pulso. Te he susurrado al oído todas y cada una de las mañanas en que el tiempo sórdido y estremecedor, te obligaba a abandonar la paz que se escurría entre tus manos sin darte tiempo siquiera a suspirar. Te empujaba a la vida día tras días, a la que sabía que sentías agobiante, reiterativa, que se repetía constantemente como el viejo TIC TAC, marchitando tu energía como a la flor que dejas de regar. Te observe, te sostuve, te alenté, te esperé…
Muchas veces también me has visto decaer, sufrí tus angustias como propias cada vez que te sentía desvanecer, no niego que ante mi lucha por ti he cometido errores de amor que me alejaban de tí, pero mis intensiones no eran mas que ayudarte a resistir. No toleraba la manera en que descuidaste de ti, de los grandes sueños que pretendías vivir. Cosas tan simples que esperabas descubrir, y que la carrera de la vida se ha ocupado de dejarlas ir. Te vi como al árbol que pierde sus hojas en el otoño, como ibas perdiendo anhelos, sueños y pasiones. Te llegue a contemplar tan desnuda de aquello que te hacia tan singular, que el miedo a verte vencida me envolvía hasta dejarme sin respirar, con el corazón partido pero la fe intacta, de que a tu tiempo, a tu propio ritmo de entre las oscuras nieblas ibas a volver a surgir. Siempre siempre creí en ti.
Y aquí estas, tan simple, tan vos, pero el color que vistes ya no es el mismo es aún mejor, porque lleva marcada la victoria de quien lucha, de quien brota, de quien a pesar de los designios de la vida nace una vez más. Cogiste de la mano a todo aquello que no entendías y te sacudía sin pena a tu dolor. Ahora veo lo grande que te hicieron, aún veo, a traves de esos hilos que tejieron tu ser, cicatrices aun húmedas de lo que un día fue, veo la grandeza que supiste sembrar y que como primavera ahora la vas viendo brotar. No lo dudes querida mía, pronto florecerás, y serás ese jardín al que orgullosa y con fuerzas cuidarás. Pero con otra madurez, con otra visión, con la convicción de que el ritmo ahora lo marcas vos.
Se que lamentas lo resignado, lo que de las manos se te ha escapado, mides el tiempo en lo que ya fue, y que nunca más volverá a ser. Es cierto, porque negarlo, lo que se ha ido es del pasado, caricias que no han tocado, cuentos polvorientos que ya no serán narrados, canciones vencidas en tiempo y espacio, bailes de salones que fueron frustrados. No lo pienses más, querida mía, verás que como la luna, todo vuelve a empezar, somos un circulo infinito de momentos vividos, solo se renueva el espíritu y la conciencia de plenitud, que lleva a esos momentos fortuitos a ser parte de nuestro ser, a cobijarlos, a adorarlos, tan simples, tan vagos, tan grandiosos como estemos dispuestos a tomarlos. No lo olvides, eres tu quien me lo ha enseñado.
Y ahora, entre lineas de palabras sinceras que brotan inexorables sobre estas hojas que se van tiñendo de diferentes matices, encuentro la paz de lo que alguna vez fuimos. Es cierto, la vida nos enredo entre telas que en algún momento no supimos manejar, enfrentamos tormentas tan diversas que contaminaban el aire que mente y corazón debían respirar, nos expusimos a pruebas tan fuertes donde disentimos, confrontamos, nos apoyamos, nos alentamos… Se que compartimos un mismo espacios, nos une la misma especie, que nuestras diferencias suelen ser enormes y que el motor que nos rige es tan dispar uno de otro, pero el calor de la sangre es el mismo, el oxigeno que nos nutre es el mismo, la materia que nos alberga es la misma. Pero aquí estamos mi querida compañera, sosteniendo este templo que la vida nos otorgo. No temamos a nuevos desafíos, se que el apoyo es mutuo y que juntos lograremos atravesar mil y un tormentas más. Mi confianza en ti es inquebrantable, soy simplemente eso que sientes, eso que late. Pero tu, mi querida, eres quien decide, y sin dudas quien rige… hoy te veo grande, sabia, nutrida, te siento nuevamente mi compañera, mi aliada, mi par… crecimos en sabiduría, y ese camino que hemos recorrido nos ayudo a fortalecer el amor a nosotros mismos. Hemos aprendido, hemos crecido y ahora nos amamos aun más, y siempre que nosotros queramos, así será.
Hemos nacido a la vida juntos y juntos partiremos quien sabe hacia que lugar, pero mientras la esencia de la vida corra por las venas que nos unen, tu, y yo, mi querida compañera, estaremos juntos, juntos hasta el final.
Simplemente yo, tu más sincero aliado que acobija este templo…
El corazón.
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