Suave y perfumada, cálida y amorosa

así era la cama de mamá.

Afortunada fui, cuando alguna vez dormí junto a mi madre.
Las dos postradas en esa cama de sábanas coloridas que nos inspiraban tranquilidad.

Era un privilegio dormir con mamá, la noche se hacía corta y yo no quería despertar.

Sentir su tibio cuerpo daba en mi gran seguridad.
Su cama era como otro mundo, donde de niña me gustaba soñar.

Son estas cosas tan simples, las que nos suelen marcar y que constantemente nos hacen añorar, aquellos momentos de infancia que nos dieron felicidad.

Laura Karolyi

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