No es una expresión, es un instrucción.

No es una expresión, es un instrucción.

Blackbird

21/11/2019

CAPÍTULO 1

Tenia 3 años menos que yo cuando le conocí. Llevaba un jersey color vinotinto con diseño cuello de tortuga, su cara era delgada y larga, con ojos rasgados y una pequeña boca que me hacía recordar a una caricatura animada.

Me bajé del auto para llegar hasta la mesa donde me estaba esperando. Me vio llegar y se levantó a saludar, ya había visto mi rostro en fotos, por eso me reconoció al segundo.

Ordenamos a los 2 minutos de sentarme, su cara mostraba lo nerviosa que la ponía estar conociéndonos. Cenamos y media hora después entró en confianza. Entre todo lo que charlamos me contó su trauma con las orugas, y yo no dejaba de imaginar como su arteria carótida palpitaba bajo la piel de su cuello. Estuve una hora escuchando sus anécdotas y miedos.

A las 21:00hrs subimos al carro y la lleve justo a la entrada de su casa, bajo del auto y camino hasta la reja de su casa. Cuando estaba abriendo la reja volteó a verme y me sonrió.

Las tiendas de mascotas que estaban cerca de mi casa no vendían orugas, tuve que recorrer la mitad de la ciudad para poder encontrarlas.

El domingo por la tarde volví a ver a la caricatura animada. Esta vez llevaba solo una camiseta amarilla y una rompevientos en la mano.

Le di un golpe en la cabeza que la dejo inconsciente, y que me permitió llevarla hasta un lugar cerca de su casa donde estaban construyendo un edificio. Cuando la bajé le até las manos y pies, la amordace y después le desperté. Ella ya no tenía la misma cara carismática que portaba al subirse al carro esa tarde, ahora solo lloraba y pretendía hablar con la mordaza en la boca. La cantidad de lágrimas que salían de sus ojos me confirmaban que hacía lo correcto.

Fui al carro y del baúl saque las orugas que había comprado. Al mismo tiempo que las vio su cara se aterrorizó y empezó a hacer fuerza para soltarse. Su miedo me dio una erección inmediata, justo la señal que esperaba para poder penetrarla. Ya quería escuchar sus gritos ahogados al poner cada una de las orugas sobre ella.

CAPÍTULO 2

La primera vez que la deje en la puerta de su casa mi carro estaba rugiendo, quería indagar la ubicación en la que se encontraba. A cuatro manzanas de su casa habían terrenos donde se miraba una nueva construcción. Parqué mi auto, me bajé y a la primera pisada supe que estaba en el lugar.

Aquella noche llegué a mi casa con la ansiedad de siempre, mi corazón latía rápidamente y trate de calmarlo buscando la dirección de tiendas de mascotas cercanas.

Después de comprar las orugas tuve que mantenerlas a salvo con mucho cuidado porqué no quería tener que arruinar mis planes.

Ese domingo me fui a recogerla. Estuvimos en una playa cercana a la ciudad, conversando, viendo el vaivén de las olas y la tranquilidad de la arena. Yo quería darle una despedida digana de su cara, y para ello teníamos que ver el atardecer. Nos quedamos hasta que el cielo oscureció por completo y luego fuimos por algo de comer. Durante el vieja ella no paraba de hablar, se le notaba la felicidad de tener a alguien que disfrutara escucharla.

Cenamos cerca del lugar y salí a llevarla a casa a las 22:00hrs. Una esquina antes de llegar al lugar de construcción noqué su cabeza con una llave inglesa que llevaba al lado de mi puerta.

Cuando estaba penetrando su cuerpo las orugas recorrían su cara y hasta llegaron a posarse sobre su sexo. Su miedo desenfrenado me hacía querer acabar, pero aguante hasta que saque mi cuchillo especial y lo clave en su vulva. Luego le quite la mordaza, saque su lengua entre los gritos y los mordiscos que trataba de hacerme, y la corte completamente, haciéndola caer muy cerca de su cabeza. Tome un cuchillo más grande del baúl y rebane su cuello de oreja a oreja, escuchando sus sollozos, el como se desangraba y ahogaba al mismo tiempo.

Eliminé cualquier prueba que me señalará y subí al carro, coloque Blackbird de los Beatles y seguí mi camino a casa. La había dejado viva pero sabía que no duraría mucho tiempo.

Esa noche pude dormir como un bebé, estaba muy saciado con este acto, era justo como lo había imaginado.

CAPITULO 3.

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