Palabras del autor.
Soy fanático de la novela negra. Aunque sinceramente me pierdo un poco en el cine negro. La época dorada de mi país debió ser a mitad del siglo pasado, o al menos eso me dijeron de mi clase de historia. Aun así, siempre me fije que la novela negra tiraba mucho del drama y de la acción para crear un ambiente tenso para la historia. Yo decidí enfocarme en algo más, en una cosa más solemne y sutil, que no respire pesadez y pretensión. El desarrollo ubicado aquí en México me permitía darle una sutileza y lenguaje muy regional, que se sienta plasmada con ligereza, hasta su personaje principal, el ficticio Juan Lara estaba hecho para ser un clásico personaje mexicano vulgar y hablador, que no fuera tan imbécil para caer mal,ni tan carismático para ser Will Smith. No recuerdo precisamente cuando nació esta historia, pero espero que pueda resultar entretenida a pesar de sus pequeños errores y sencillez.
Prologo.
Estas son las memorias escritas en vida por el Lic. Juan Carlos Lara Fuentes (1928 – 2018). Detective de la segunda división de la policía federal con locación en Cd. De México, antiguo Distrito Federal. Lara fue un destacado detective que contó con innumerables condecoraciones y menciones honorificas durante su servicio como servidor publico. El profesor Lara se retiró en 1980 al ver la película de Cantinflas sobre el patrullero 777 y decepcionarse de la visión que tenía el país sobre la fuerza policial. Aunque realmente sostengo que se retiró porque la película le dio flojera. Desde ahí, dedico su vida a escudriñar entre libros y dar clases en la UNAM en materia civil. Lastimosamente, el detective murió el año pasado por causas naturales a la edad de 91 años en compañía de su ex esposa, hijo, nieto y tres gatos.
El lic. fue muy respetado en la materia policial, por sus hazañas en pos de la seguridad publica. Él ya occiso es también recordado por sus estudiantes y compañeros de oficio como «Un imbécil tan cínico como gracioso y tan ojete como amable, pero a final de cuentas, un hombre de bien chapado a la antigua».
La razón por la cual se ha decidido publicar sus escritos es por un aporte a la cultura colectiva para los conocedores (Y otros no tanto) de sus logros y desventuras contadas en primera mano de parte de tan extraordinaria persona.
1 – Culco
– Opino que tus camaradas nos la pelan. -Dije en voz baja, intentando no ser tan vulgar. En aquellas épocas, la ortodoxia y mojigatez estaba a la vuelta de la esquina.
– Demuestra usted ser una persona muy propia. -Contestó Sergey, intentando mantener la compostura sin ocultar su marcando acento rojo.
Si usted nunca ha hablado con un espía ruso comunista, se ha perdido de la buena vida. A Sergey no le interesaría haberme golpeado, o insultado cuando menos, pero no le interesaba llamar la atención: Como espía, lo ultimo que necesitaba era llamar la atención… Más.
Veras, un tipo blanco como la luna, alto, barbudo y con un exagerado acento ruso llama demasiado la atención entre nosotros mexicanos, con tez humilde y baja estatura. Él y yo fuimos amigos durante muchos años. Llego a México durante la segunda guerra mundial, en la operación Pastorius, para detener la expansión nazi en el país.
Ebrio, una vez me confesó que había llegado desde antes, desde la llegada de Trotsky, lo que me hizo sospechar firmemente de su lealtad al partido comunista, incluso llegué a bromear con que él fuera quien le asesino a sangre fría. Ahora que (Al menos espero) esta muerto, puedo admitir de todo corazón que le tuve tanto miedo como respeto.
– Perdóneme, Sergey, -Seguí hojeando mi periódico mientras le escuchaba murmurar en ruso.- Pero realmente no creo que su país pudiera hacerle frente al mio en una guerra de ideologías.
– Estoy seguro de que en una guerra directa podríamos vencerles. -Contestó sin rechistar.
– No me cambie el tema, ni se haga chaquetas mentales.
– La ultima vez que me fijé, el ejercito mexicano estaba armado para ser defensa y no ataque.
– ¿Se lo dice su intuición de espía? -Bajé el periódico y le miré fijamente a la cara.
– En principió, baje la voz. En segunda, no soy un espía. Soy un consultor de inteligencia militar.
– Groucho Marx dice que eso es una contradicción de términos.
– Groucho Marx es americano, no tiene derecho a hablar de inteligencia.
– ¿Qué no era judío?
– Todos los americanos son judíos, Lara, son el cáncer de la humanidad.
– Ahora habla como si fuera nazi. Decídase, amigo mio, ¿Es usted defensor del tercer reich o comunista?
– Soy un patriota.
– Y yo soy chilango. Volviendo al tema inicial, déjeme decirle que usted esta muy equivocado, subestima a mi país y a nuestro potencial militar.
– ¿En serio?
– Claro que sí, ¿Qué tanque de guerra usan ustedes?
– Eso es información clasificada.
– No sea ojete, es una pregunta informal.
– T10, recién salidos de producción. Son superiores a cualquier tanque anterior que haya conocido el mundo.
– Pues permitame decirle, que México tiene algo mejor. Algo superior, incluso, a los Tigers alemanes.
– Hasta hace un momento, camarada, tenía mi curiosidad, ahora tiene mi atención.
– Esto que le digo, Sergey, es un acto de traición a mi patria. Es secreto de estado, y probablemente sea fusilado por decirle lo siguiente.
– Soy todo oídos, drug (Amigo).
– Tenemos vehículos anfibios, todo terreno, con armamento de primera mano. Indestructible, no necesita motor, ni munición, es lo más nuevo de lo nuevo.
– Redkiy (Extraño), no recuerdo haber escuchado de nada así, ni de ningún desembarco de algo semejante.
– Ya le dije que es clasificado, pero es que, ademas de eso, es de manufactura mexicana. De primera mano, ya le dije.
– ¿Puedo saber su nombre? -Preguntó, reclinado en la mesa en quedito.
– Son los prototipos de «culco».
– ¿Culco? ¿Es eso una palabra? No la conozco.
– Algo así, Sergey, estas cerca.
– Ya, dime que es, y prometo dejarte en paz.
– Es un triciclo blindado antitanques. No necesita motor, porque lo empuja el piloto.
Su cara parecía haber recuperado color, y embozó una sonrisa con delicadeza intentando no reír por la estupidez que le estaba diciendo. Carcajeó un poco e inhalo un poco de aire para preguntar algo más.
– ¿Y es todo terreno? -Tenía una risita torpe entre palabras.
– Claro, ¿Qué no has pasado por Nezahualcóyotl en triciclo? Esas cagadas pasan por baches, lodo, huecos, escombros, terracería y más. El tercer reich se hubiera cagado si invadía México y un Tiger se le quedaba parado en un bache del tamaño de la oruga.
Se carcajeó con mucha fuerza mientras bebí de mi taza. Su cara estaba roja de la emoción y llamó la atención de todo el mundo en el café por un momento. Recupero el aliento y la compostura tras relajarse un momento.
– ¿Cuál es el armamento de primer nivel que hablabas? -Dijo sonriente.
– Tira-hules balístico transcontinental. Lanza misiles nucleares sin dejar rastro alguno, y los tanques de guerra le pelan tres cuartos de pito.
Otra carcajada enorme salía de aquel tipo. Nunca le había visto ni le volví a ver reír tanto en nuestro tiempo de conocernos. Se puso el saco de su traje y mientras lo abotonaba pregunto en tono más serio.
– ¿Me dirás sobre culco?
– ¿Qué quieres saber? -Cerré mi periódico y agarré mi saco también.
– ¿Qué esculco?
– Mis huevos.
Soltó otra carcajada más, pero en un tono leve y torpe, como si supiera que era una pendejada, pero aun así se molesto en preguntar.
– No tienes remedio, Juan Carlos. -Dijo, y estrechamos las manos.
– Un placer hablar contigo. -Me despedí.- Salúdame a Smith y a Krueger.
Deje quince pesos en la mesa y me retire con tranquilidad del lugar. El sol estaba alto e imponente, pero había un frio como el que solo hay en esta ciudad. Mire al cielo, sintiendo un escalofrio en mi espalda que me decia que mi día apenas iba a comenzar, y sería un día largo e interminable.
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