Lucha
Si hoy muero, quiero que sea de cansancio, no por sumisión, la vida es larga, los años efímeros, los árboles extintos, todo se agota, no, los agotan, y así como los animales que luchan en la sagrada Antártida yo lucho en este mundo contra la imposición de ideas, el agua contaminada y los alimentos transgénicos, es pequeña mi lucha, pues solo yo me encuentro en ella, si a eso cargas la contaminación de suelos y sonido, te darás cuenta de cuan larga es mi batalla.
Si hasta este punto ya te has cansado, prepárate, pues es casi nada. A lo largo de mis días entre buses repletos de pasajeros, con olores particulares y sueños insatisfechos, trato de continuar, camino y camino, cuadras y cuadras, con el único objetivo que mi ignorancia tierna y sabia me inculcó desde niña, «educación», llego a la universidad, tal vez la totalidad de las mentes angustiadas y conocidas no es muy frecuente en ese lugar, pero mentes que pueden dar más sino vivieran tan estresadas me saludan, con cansancio, pero me saludan.
Las clase son normales, cotidianas, con escasa tecnología tal vez, el inglés, el bendito inglés, yo ni castellano debería saber, pero son idiomas que nos imponen, con diferentes métodos de imposición claro está, pero que no dejan de ser forzados. Estudio una carrera referida a ciencias, no me pregunten como llegue ahí, solo deben saber que ahora amo esa carrera, aunque todo esté en inglés, aunque no haya la tecnología que la mejor universidad de un país merece, aunque no haya recursos, aunque muchos de mis profesores quieran romper paradigmas e introducirnos al new world, las falencias nos retrasan, pero aún así, amo mi carrera, y la estudio, la comprendo, aunque dentro de mí lleve una gran tristeza.
Luego del término de mis clases regreso a casa, los buses van más llenos, los pasajeros se quejan, dicen: «no somos rebaño, ya no suban más pasajeros», se pelean con el cobrador y conductor, pese a que los buses están llenos, las mujeres con hijos o embrazadas se suben, pues bien saben que se les dará «asiento reservado». Trato de entrar en la minúscula área, miro la ventana con la esperanza de olvidar el alboroto. Pero luego de lo que han leído ¿cómo se imaginan la vista a través de esas ventanas?, yo se los diré, yo las miro todos los días, salvo domingos en los que me niego a salir de casa, la vista es triste, hay basura, hay niños vendiendo golosinas en cada semáforo, hay un río, lo llaman Huaycoloro, está sucio, lleno de basura, con perros sedientos acechándolo, un río con espuma, con casas a su alrededor, un río oprimido, es lamentable verlo, me causa dolor, es como ver a un niño siendo violado ante tus ojos y no poder hacer nada, es una víctima, es ingenuo, es bondadoso, nos suministra de la molécula más importante, de ello depende el 70% de nuestro cuerpo, pero es tan cruel el modo como abusamos de el.
Muchos culpan a la ignorancia, pero sabes, es solo tener sentido común, si el ser humano es el ser más capaz, con raciocinio e ingenio, yo diría: «preséntenmelo, lo quiero conocer, pues en mis cortos años de vida no he podido conocer a un ser con tal capacidad».
Luego de ello bajo en el paradero, camino 8 cuadras, 3 cuadras antes de llegar a mi casa, me topo con un parque, obviamente un parque lleno de basura, con gente que no merece ni siquiera mirarlo, y me pregunto: ¿yo mereceré mirarlo, cuan diferente de ellos soy?. Al llegar a mi casa, voy de frente con mis perros, los miro, recuerdo a los perros sedientos del río, recuerdo sus miradas y las comparo con las de ellos, mis perros aún poseen luz en sus ojos, y entonces aún siento esperanza.
Ceno con mi madre, pues mi padre hace taxi en las noches, ella prepara cosas deliciosas, ella es de la sierra y el mercado donde frecuenta posee vendedores ambulantes que traen cosas de ahí, al ver las papas con tierra, la oca, las habas, imagino las manos de los agricultores, su felicidad pese a tener poco, entonces me doy cuenta que aún tengo esperanza.
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