Puedo ver el vuelo de esas aves,
Desplegando sus alas se deslizan;
No reniegan del calor, o de la brisa
sin prejuicios a su meta van sin prisa.
Puedo ver hormigas en el campo,
alineadas y en perfecta armonía;
no descartan el camino por sinuoso
ni por arduo su objetivo se desvían.
Puedo ver las plantas con sus flores
que entre la maleza nacen definidas.
no dejan de entregarme su perfume,
aunque nazcan en el lodo o en salinas.
Y esos actos, esas cosas, tan perfectas,
no requieren de un esfuerzo u osadía.
Es la práctica constante en lo perfecto.
Es trabajo, es empeño es día a día.
O acaso lo perfecto, no es mi vida?
un cuerpo, un corazón, un esqueleto
para albergar mi alma, sublime esencia
que debo escalar a lo perfecto.
Quiero regresar al niño interno,
que corría con sus brazos agitados,
en búsqueda de un beso, de un abrazo
amando al Ser por ser, siempre asombrado.
Asombrado del sol, de la montaña;
de la lluvia, del viento y de la risa
de alegría las lágrimas vertidas,
puras, como el agua cristalina.
¡Quiero, Dios! Recuperar esa inocencia
la pasión, el amor, el hambre interno…
Tu mandaste mi alma a este ruedo,
con un plan de evolución, no de destierro.
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