II – Posesión del despojo (Día de brujas) (Trilogía: Nubes Constantes en Días Impares)

Tengo tus latidos guardados en mi teléfono para respirar a su ritmo, y vivir por su sonido, que te riega por mi cuerpo, como riega en el tuyo sangre, cuando tú recuerdo me visita al dormir. Muy a menudo, muy constante.

Y tengo el brillo del cristal de tus ojos recién abiertos, después de una siesta, guardado en el bolsillo de mi cartera rosa, junto con un poco de luz de luna y bombillas LED de una pantalla plana.

Tengo el deseo incumplido, como damisela plantada en una segunda cita, de saber el diámetro exacto de tu pecho, que sin conocerle fue, a la medida perfecta de mi cabeza, para repozar mis sueños y miedos, sobre ese latido que yo guardé.

Tengo una esquinita de tus sueños, mezclados con los míos con nombres y apellidos, guardados en mis ojeras.

Tengo la dicha de haber sido la cuchara grande, la musa de tu prosa, desvirgen de tu primavera, tu pañuelo, tu esponja, tu lluvia de gotas gruesas, tu aventura prematura en un vuelo turbulento.

Tengo la duda del por qué haber sido tu objetivo cumplido, tu enhestadora constante a distancia o cercanía… Tu trebejo inocente.

Tengo la desilusión de creer que tus destellos significaban algo más de lo que han sido.

Tengo la respuesta a mis inquietudes, abierta en el suero de mis lágrimas.

Tengo el reloj correcto marcando la hora equivocada.

Y tengo, lo que más yo tengo; es una balanza con tu nombre, a contrapeso equánime en amor y dolor.

Noviembre 2019