¡Buen viaje Yursito!

¡Buen viaje Yursito!

El caminante

16/11/2019

5:40 am, recibo una llamada mientras dormía, algo inesperada, contesto y escucho la voz de uno de mis amigos, se trata de Jorge, su voz algo temblorosa, y unas palabras dolorosas «Cañoncito murió Yursito», quedé frío, en verdad no lo podía creer.

A Yur Breiner lo distinguía desde hace más o menos 15 años cuando nos reuníamos a jugar fútbol en las canchas del barrio, era primo de mis mejores amigos, el fútbol como en muchos otros casos fue nuestro gran lapso para construir una gran amistad, cuando tenía 15, fui testigo de como este joven casi se lo lleva la muerte a causa de una extraña enfermedad que pudo vencer.

Después de ahí mi amistad con Yursito como le decíamos de cariño comenzó a crecer, ya no solo eran las canchas nuestros espacios para encontrarnos, se presentaban distintos momentos de esparcimiento en los que como niños nos divertíamos, compartíamos, reíamos y por supuesto disfrutábamos de pequeños y sabrosos momentos.

Es increíble verlo en ese cajón, y la nostalgia me lleva a reflexionar sobre muchas cosas, porque él era un personaje único, creo que el hombre más cómico que he conocido en mi vida, con una capacidad impresionante para sabernos entretener con su forma peculiar de sacarle chiste a todo, de verle ese lado pintoresco a las cosas, a las situaciones.

Amante a la comida, al fútbol, un auténtico portero, defensa y muy gustoso por los videojuegos, un hombre que quiso amar, que quiso sentir eso que muchos rechazan, esa infinita posibilidad de encontrar a una mujer y entregárselo todo, de dejarlo todo, era un soñador, con ganas de estudiar, de trabajar, de viajar, de volar…

Él, no tuvo las oportunidades que otros tienen, porque siempre tuvo la sombra de una enfermedad, para mí la más dañina, la tenebrosa epilepsia, esa con la que él combatió durante casi 10 años, que lo tumbaba pero que él con esperanza y verraquera quería vencer, siempre pensé que se trataba de algo más, de un tema más espiritual, pero a veces en mi incredulidad prefería no preguntar, porque sé que al tampoco le gustaba y que en verdad se llegaba a sentir muy incómodo.

Hoy, en medio de mi tristeza y de la sorpresa que me ha causado este suceso, pienso en todos esos momentos especiales que vivimos, en las onces en grupo, en los partidos decisivos, en las peleas de lucha libre en la casa de los Paez, en los juegos, en las farras, en todos sus apuntes y chistes, en las sonrisas que nos lograba sacar.

Es que no es fácil ver todas las fotografías en donde él está y saber que solo hace cuatro días estábamos allí, como alguna vez nos conocimos jugando micro, en una cancha, de esas de barrio popular, donde la vida coloco un grupo de amigos, y es que los amigos son la familia que no escoges, que te cruzas y se quedan para acompañarte, para hacer parte de todos esos grandiosos momentos.

Este texto es mi dedicatoria para un amigo, para un parcero, para un hermano, que fue demasiado leal, incondicional, gracioso, luchador, soñador, amante de la comida, del fútbol, inteligente, consejero, que sabía escuchar, que buscaba en mí un apoyo, un oído para desahogarse; lo admiré y mucho, porque a pesar de sus dolencias, de sus dificultades, del rechazo que esta detestable sociedad a veces le ofrecía, siempre estaba allí, con su sonrisa, con esa energía radiante para continuar, dando saltos, para lograr llegar alguna vez a esa meta, que desafortunadamente no alcanzó.

Me quedo con esa imagen de mi gran amigo, lo recordaré, lo recordaré por siempre.

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