Objetivamente, un recuerdo no es nada en concreto, no existe por sí solo en ninguna parte.

En Buenos Aires, muchas mujeres usan el mismo perfume que vos, eso es un recuerdo.

El sentimiento que esa asociación dispara, también es un recuerdo, y aún más la reacción en el organismo.

Cuando un recuerdo comienza a agonizar, lo sabe, y es entonces cuando (como toda forma de vida) intenta sobrevivir. Se vale de cualquier cosa que tenga a su alcance para permanecer con vida, un lugar, una melodía, una habitación de la casa, un sabor de helado o una manera de preparar el café, todo es útil para un recuerdo en su afán por sobrevivir, simplemente se apodera de lo que necesite.

Hubiera creído que si algo no existe en ninguna parte, entonces no puede morir, pero en Buenos Aires muchas mujeres usan el mismo perfume que vos.

Perdón, decía que un recuerdo necesita de algo donde realizar su anclaje para no morir, y tarda menos de una fracción de segundo en pasar de no ser nada en concreto, a invadir la totalidad de un momento.

Fue así como entendí (al reconocer tu perfume en alguna mujer de Buenos Aires) que necesito defenderme. No alcanza con estar alerta o evitar posibles anclajes, todo lo que se espera de un recuerdo, es que vuelva. Un recuerdo se deforma y se transforma, cambia, se adapta, evoluciona, involuciona, ocupa toda la costa o se acomoda en una botella de vino, da igual.

Las palabras que no pueden llegar a sus destinatarios se transforman en algo más, tal vez en este texto, o en el anclaje de algún recuerdo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS