Siempre me fue más fácil comunicarme por la palabra escrita. Desde niña mi cabeza funcionó así. Hablar me aterraba, prefería escuchar, callar y escribir. 

Es curioso como algunos años después pasé de no querer hablar a exigir que se me escuchara. Había dejado atrás las letras, claramente se volvieron un recordatorio latente del dolor que las acompañaba siempre. 

Hubo una época en las que seguí callada. Pusieron, o mejor dicho, pusimos una banda sobre mis labios que dejaron apagado mi propio sonido.

¿Qué sigue después del caos? Avanzar.

Ayer, cuando su sonido quebrantó mi ser, reentendí conceptos de los cuales me había olvidado. Comprendí de nuevo que los monstruos se ocultan con pieles de oveja. Nadie vive para hacer el mal, pero eso no significa que no lo hagan aun así. Entendí que somos egoístas cuando llamamos egoístas a los demás. Siempre querremos ver nuestro lado de la moneda. No aprendemos a amar sino nos conocemos ni a nosotros mismos. Estamos tan solos y vacíos por dentro que buscamos el poder llenar ese vacío por fuera.

No nos detenemos un segundo a pensar en cómo se sienten aquellos que decimos amar. 

Quizá yo también estuve equivocada durante muchos años, creyendo que ser perfecta era motivo suficiente para ser amada. Vaya que no entendíamos nada. 

Espero de nuevo ir aceptando, paso a paso, que cuando te dicen egoísta, quizá tengan razón, pero eso tampoco significa que esté mal.

Si no fuéramos egoístas, no viviríamos ni para nosotros mismos.

SI NO FUERA UNA PINCHE EGOÍSTA, SEGUIRÍA SIENDO INFELIZ CONTIGO.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS