La noche es un místico
ardor judío que despliega
silencios bañados de aves escarchadas.
El Corán penetra tu alma
en sagrada danza;
un sinfín de cruces emerge
de los cielos;
tu cuerpo santificado derrama
una hostia sobre el aleluya
de tu amor infinito.
Un milenio de espera
tienen mis ojos
para contemplarte
en la Sofía de tus labios hebreos.
Se hace llama la palabra
cuando miras el firmamento de mi cuerpo
y, un arrobo de dulces leyendas
desvisten mis pensamientos.
La luna en su cabalística luz
se transforma en metal para tu piel
transmutando mil años de caricias
que anhelan mis manos
de sabiduría divina.
La ortografía de tus gestos plausibles
se enreda en una lluvia cósmica
y cada nebulosa esculpe tritones
para nacer en tus ojos
de mantras eternos.
Interpreto tu sombra
como una literatura sufí
y como la pureza
de un hábito guardado
en un convento franciscano.
He de amarte con la célebre pasión
de un crucificado,
en el huerto espigado del dolor;
he de darte mi sangre
si tu querencia es de espinas y madera.
Yaneth Hernández
Venezuela
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