Me desperté pensando en un amigo, quién hace mucho no veo, de quién hace muchos años no sé nada, un amigo porque nunca dimos pie a otra cosa…
Estaba en 1 año de la secundaria, no conocía a nadie, era la nueva, hiper tímida y solitaria. Todos se conocían de algún lado, todos tenían su grupo, excepto yo. Al principio sólo escuchaba al resto hablar, reír, y sólo observaba. Era siempre la segunda en llegar, el chico que llegaba antes de mí, también era algo solitario, aunque los conocía a todos, era bastante solitario, por elección porque siempre veía que de distintos grupos lo llamaban y lo unían con facilidad, pero él decidía estar sólo.
Pasaban los días, los meses en realidad, y siempre llegaba él y luego yo. Sentados en el aula cada uno en una punta diferente, en silencio los dos, hasta que llegaba el resto de a uno. Hasta que un día, se me acercó, hablamos, yo estaba algo nerviosa, había hablado antes con otras personas pero él era diferente, también se notaba nervioso y eso me ponía más nerviosa. Nos presentamos, hablamos de algunas cosas, no recuerdo muy bien como fue la charla pero sí se que fue incómoda pero a su vez no quería que terminara. Llegaron los demás, él se fue a su esquina y yo a la mía. Se nos hizo costumbre todas las mañanas hablar un rato, antes de que lleguen los demás. Para la semana, sabía que era mayor que yo, que me gustaba era seguro, sabía tantas cosas! Siempre sabía de qué hablar.
Cómo todo, siempre hay algo malo, no era la única a la que le gustaba, hubo chicas que se me hicieron las amigas porque se empezó a rumorar que entre él y yo nos habíamos empezado a hablar. Era raro para todos, porque todos lo comentaban y se decía de todo. Mis supuestas amigas repentinas, siempre me preguntaban por él, de qué hablábamos y cuándo lo hacíamos, nunca me dejaban sola, gracias a eso, por varios días no hablamos más con él, pues siempre había alguien más que de repente siempre llegaba más temprano al igual que él y yo.
Pasó un tiempo, y yo no sabía nada de él, nos habíamos vuelto más populares los dos, yo siempre con todas mis amistades y él con todo su grupo. Hasta que un día me pasó algo que me hizo abrir los ojos, fui al baño y descubrí que me había manchado la ropa, se me había adelantado la regla y no tenía nada para taparme, fui corriendo con toda la vergüenza del mundo hasta dirección, y en la puerta lo ví a él que salía de dónde yo quería entrar, me saludó pero yo queria que me tragara la tierra, sólo entré y pedí que me busque mi mamá. Me dieron una campera y me dijeron que espere con mis cosas en el aula. Tarde un rato en ir, necesitaba tranquilizarme y pensar que diría por mi desaparición repentina, para mí sorpresa al llegar al aula, ya todos sabían que me había pasado, mis «amigas» se habían encargado de decirle a todos de mi accidente, sumida en mi vergüenza no hable con nadie más hasta que vino mi mamá a buscarme.
Al otro día llegué con un mp3 escuchando música, no quería ir pero fuí, aún con vergüenza ví que no había nadie, era temprano pero ya me era raro no ver a nadie, unos minutos después llegó él. Me tapé con mi bolso y me hice lo más chiquita que pude. Recuerdo que la música sobaba pero no la escuchaba, solo podía escuchar mis pensamientos.
Sentí que alguien corrió la silla donde apoyaba mis pies, era él, se me sentó al lado, me saco los auriculares y me abrazó fuerte, me dijo que sabía que estaría ahí. Por un momento nos quedamos en silencio abrazados. Pero yo lo solté y le pregunté por los demás, me comentó ese día entrabamos tres horas más tarde pero que avisaron después que me retiré. Me volvió a abrazar y me contó todo lo que mis amistades habían dicho y hecho luego de mi retirada, estaba a punto de llorar de la vergüenza, pero me dijo «yo me sentiría orgulloso, ellas se comportan así porque aún no les ha pasado, no creo siquiera que tengan ese problema todos los meses» y me dijo su punto de vista de toda la situación, me entendió también que no lo saludara en dirección, ni que hablara con nadie al volver al aula. Me dijo que me estaba convirtiendo en mujer, que no me complicara con las chiquilinadas de las otras. Me hizo sentir mucho mejor y siempre me mantuvo abrazada con sus manos tibias en mi panza, para que no me dolieran los ovarios me decía. Pasé las tres horas más hermosas de todo el año, sentía que podía confiar en él pero no me animaba a decirle lo que sentía por él. Así que sólo disfruté de esas horas y cuando empezaron a llegar todos, había una sorpresa más para mí, él permaneció a mi lado, no fue a su esquina e inclusive cuando me acomodé para que él se fuera volvió a abrazarme por la espalda y puso sus manos en mi panza nuevamente, y dijo «no vine tres horas antes para irme al otro lado, quiero estar aquí contigo cuando todos lleguen y si me permitís en esta misma posición» me sonroje y no le contesté pero tampoco me moví de la posición que estaba. Llegaron todos y de mis amistades ninguna me saludó, todas siguieron de largo con cara de orto.
Todo el tiempo hablamos, nos reíamos, jugábamos, me olvidé que estábamos en la escuela, incluso en los recreos se quedó conmigo. Varias veces le dije que si quería ir con sus amistades, no me iba a molestar, podía estar sola y él contestaba que conmigo se sentía más cómodo.
Varios días fue así. Hasta que una mañana simplemente llegó y se sentó en su esquina, fui y lo hablé pero me dijo que quería estar sólo, le pedí disculpas y me alejé. Mis compañeras volvieron a hablarme pero yo no quería saber nada de ellas, sólo las escuchaba y ya no confiaba en ellas. Una en particular, me detestaba más, fue quien más me llevó la contraria, a ella también le gustaba él y me lo hizo saber de la peor forma, me aisló de todos, me hizo bullying a más no poder, nuevamente no sentía ganas de ir a la escuela.
Cuando ya estaban terminando las clases, faltaba tal vez una semana para terminar, estábamos en los exámenes finales. Estaba parada por entregar el examen y volví a sentir sus manos tibias abrazarme de atrás, me susurró al oído «perdón». Y entrego su examen antes que yo y se fue. Entregué el mío y me senté. Pasaron los días y el último día cuando llegue sus cosas estaban en la mesa donde siempre me sentaba, volvimos a compartir el banco pero yo no era la misma, no sabía que decirle o que hacer. Toda la mañana en silencio los dos. Me escribió una carta, me abrazó y me dijo nos vemos el año que viene te voy a extrañar. Lo abrace y le dije yo también te voy a extrañar. Nos fuimos cada uno por su lado.
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