LOS PELIGROS DEL DEPORTE

Einar estaba en la sala de espera del hospital esperando noticias. Su mujer había sido atacada mientras corría por una zona un tanto marginal del parque. Era verano, el día estaba nublado, y el atardecer se se hizo noche en cuestión de minutos.

A Ema le molestaba la gente que salía a correr en verano, siempre era más cuando la nieve desaparecía. Ella estaba feliz con las bajas temperaturas, tenía ropa térmica, y se sentía exclusiva. Y es por eso que en primavera y verano tomaba una zona muy poco poblada para hacer sus ejercicios.

El semen encontrado por la policia científica no pudo determinar un sospechoso, ya que no había patrones de confronte.

–Su esposa se recupera satisfactoriamente.–dijo el médico a Einar.

Tendría que estar dos días en observación, le explicó.

–Puede entrar a la habitación, pero solo unos minutos, está sedada—-dijo el médico

Einar entró, le tomó la mano, y vió su mirada perdida apuntando por encima de su cabeza. Le dió un suave beso en la mejilla, y cuando volteó para irse.Ema soltó un grito corto y penetrante. Einar giró para mirarla, pero ella ya estaba con los ojos cerrados…Muy lejos de allí.


Pasaron los dos días y Einar la fué a buscar, la subió al coche, y comenzó a dar un paseo por la ruta panorámica. Ema estaba en silencio.

Luego de andar por mas de una hora, Einar bajó en un desvío, pensó en ir a un restó a comer algo, e intentar sacar a Ema de su estado de consternación.

No había llegado aún al restó, cuando Ema gritó:

–¡¡¡Es Ël!!!

–¡¡¡Es Ël!!!

Einar estacionó el coche a la vuelta, y sin perderlo de vista le preguntó:

–¿Estás segura?????

–¡¡¡Siiiiiiii!!!

Einar. bajó del coche con el palo de probar la presión de los neumáticos, se acercó por detrás, pensando en reducirlo y entregarlo a la policia, pero cuando estuvo a su alcance lo único que le salió fué golpearlo…Una y otra vez…Hasta que solo notó en Él movimientos reflejos involuntarios, ya que su cerebro se escapaba por su nariz y por su boca.

Tembloroso, volvió al coche donde lo esperaba su esposa. Ella lo miró a los ojos y le dió un suave beso en la mejilla.

Einar estaba preso de una crisis nerviosa. Núnca había matado a nadie, o mejor dicho, hasta ahora. Era un asesino, no importaba los porque, era un asesino…

Encerrado en su angustia no prestó la debida atención al camino, y, en un cruce peatonal tuvo que frenar de golpe para dejar paso a un hombre que cruzaba la calle, su esposa lo siguió con la mirada y gritó…

–¡¡¡Es Ël!!!

–¡¡¡Es Ël!!!–Volvió a gritar Ema.

–¡¡¡Es Ël!!!

Einar apoyó su frente sobre el volante, sus lágrimas caían sin parar en un llanto silencioso, mientras Ema no paraba de gritar.


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