Atonatiuh, el primero de los dioses. Las Tribus. (capítulo 11)

Atonatiuh, el primero de los dioses. Las Tribus. (capítulo 11)

Rogu Jaruoka

26/10/2019

CAPÍTULO XI

EL MAR DE LOS ESPEJOS

-¿Para qué demonios ponen el emblema del elemento en un lugar, si la Tribu se encuentra hasta el otro lado de la isla?- se quejó exhausta y malhumorada Dara mientas se encaminaba en busca del templo del viento.

Habían pasado tres días desde que descubrió la verdad de su familia y la realidad era que no se sentía nada bien. Recordó cumpleaños, fiestas, navidades, regaños, lecciones, todo lo que había vivido con los que pensó eran sus padres y hermanos, todo lo que alguna vez creyó era real. ¿Había dejado de serlo? No, ella misma se respondió. Los sentimientos eran reales, las risas, las lágrimas, los abrazos y besos, todo fue real, todo. Ahuitz pudo tener razón en que ella era originaria de Wayak’, pero sin duda alguna su identidad, su alma, su corazón, lo que la convertía en ella no venía de su origen, si no de la vida misma.

Aunque sus pensamientos internos pudieron terminar con una conclusión sabia su humor no era exactamente muy calmado. No importaba cuánto deseaban ver a Dara los demás, si ellos la hubieran visto en esos momentos era poco probable que se hubiesen acercado a ella. Sin mencionar que su estado de mal humor había empeorado desde que se dio cuenta de que se había perdido. Conocía la dirección que debía tomar, sin embargo no era precisamente la mejor ubicándose. Extrañamente se había dirigido al sureste, confundiéndose completamente.

Cuando ya no pudo más, yel cansancio le pesaba tanto que le era imposible dar otro paso, se recostó entre la hierba fresca. Era un muy bonito lugar para descansar, el sol era cálido, pero no quemaba y se percibía el olor a mar. Era una sensación muy satisfactoria después de haber caminado mucho tiempo y los lugares en donde había descansado eran húmedos, tristes y malolientes, así que esta vez había conseguido un buen sitio. Su idea era descansar un momento, lo suficiente como para retomar energías, y avanzar unos cuantos kilómetros más hacia su meta.

Mientras lo hacía, entre los recuerdos que surgían intempestivamente acerca de lo que se había vivido en los pocos días, surgía el presentimiento de una tristeza inmensa, alguna impresión de que las cosas no saldrían del todo bien. Acostada miró el cielo, ¿sería el mismo que en casa? La angustia de no volver a ver a sus molestos hermanos y a sus padres la invadió; inmediatamente recordó a Ahuitz y cómo él esperó años en ese lugar abandonado solo para poder ver a sus nietos. A Carlos y a ella. Hundió su rostro en sus manos, estaba emocionalmente agotada. Lloró. Si todo era verdad, si la profecía, las Tribus, el Tirano, todo lo que le dijo Ahuitz era cierto, sin duda alguna mucho dolor vendría en camino.

-Carlos, ¿hermano mío?- pensó mientras veía el cielo nuevamente, deseando encontrar las respuestas en su profundo azul-, ¿ambos nacidos en este mundo?- se repetía. La cabeza le da vueltas, era demasiado para creer en tan solo unos días. Cerró los ojos, deseaba descansar y olvidarse por un segundo de todo lo que sucedía. Acostada en el pasto, con una tranquilidad fingida, recordaba la leyenda que le contó su abuelo; en poco tiempo sabría si era verdad que ella tendría que elegir un camino que la llevaría a devastadoras guerras. No obstante ella había tomado una decisión, su voz, su identidad reclamaba vida, no muerte. Si tenía que pelear, lo haría bajo sus propios términos. La muerte no era una opción.

Pensando en esto el sueño la venció. Quedó profundamente dormida en medio de aquel torbellino de preguntas, sin embargo, a pesar de su cansancio, parte de ella permaneció en alerta. Su abuelo se lo había advertido, los días de juegos y niñerías habían terminado. Repentinamente sintió algo húmedo y baboso que apretaba sus piernas, despertó y miró que había una criatura, o por lo menos sus tentáculos la habían tomado, Dara intentó zafarse, pero era demasiado tarde, estaba completamente sujeta. Aquello horribles tentáculos de color arena, la jalaban cada vez más hacia el orificio de donde salían, Dara en su desesperación tomó una vara y comenzó a golpear aquello que la atacaba, pero no funcionó, salió una extremidad más y arrancó la vara de sus manos. Ella estaba rendida y al mismo tiempo asustada, no había probado comida o bebido agua desde hace un par de días, sin duda alguna ya no tenía fuerzas con qué luchar. Se rindió, cayó completamente al suelo y sintió como se desmayaba, lo único que alcanzó a ver fueron unas botas de piel sucias que se detuvieron a su lado, luego no recordó más.

Después de lo que a Dara le pareció cinco minutos- que realmente fue día y medio-, despertó en una cama pequeña y poco cómoda dentro de un camarote. Se encontraba en un barco y por lo que podía sentir ese barco estaba navegando y no se encontraba encallado. Se levantó bruscamente y estuvo a punto de caer, aún estaba muy débil, tomó un poco de fuerzas y se dirigió a las escaleras para salir a cubierta y encontrarse con las personas que había ahí.

Cuando intentó subir escuchó que se abría la puerta, Dara miró arriba y se encontró con el rostro de un joven marinero que le sonrió cálidamente, solo pudo distinguir que llevaba un arete dorado en su oreja izquierda, ella intentó alcanzarlo, sin embargo, su agotamiento era tal que no pudo y por segunda vez estuvo muy cerca de caer; aquella persona logró agarrarla del brazo impidiendo su caída. La tomó de la cintura, la cargó en su espalda y la llevó de vuelta a la cama.

-Espera- dijo Dara con un susurro-, necesito…

-Tranquila- respondió el joven. Era de piel oscura y cabello corto, tenía ojos verdes y una gran sonrisa-, debes tomar fuerzas para hacer lo que tengas que hacer. Quédate aquí, te traeré algo de comer y de beber. Espero que no te importe la comida quemada, ninguno de nosotros sabe cocinar.

-No, está bien- respondió- no importa la comida, he estado comiendo cualquier tipo de cosa últimamente.

El muchacho se fue y al cabo de unos minutos regresó con una bandeja llena de comida- no quemada, sino aún peor- un vaso de madera viejo lleno de agua y una manzana roja que parecía que era lo único decente. Claro que cuando llevas más de tres días sin probar bocado, todo eso te sabe a los manjares más ricos de todo el mundo. El chico la miró comer con cierta ternura, tanta que logró sonrojar a Dara, cosa que no cualquiera podía hacer. Dara, mientras comía, vio a su alrededor, el camarote era algo pequeño, pero le cabía la cama, una mesita y un estante con algunos libros.

-Es pequeño el camarote- dijo su acompañante al observar a Dara-, el barco es muy grande, pero tenemos reservado este lugar para las visitas, aunque como nunca las tenemos, pues no lo limpiamos.

-Está bien, solo me llamaba la atención. No sabía que había barcos en este mundo- murmuró Dara la última parte.

-¡Pero por supuesto que sí!, aquí mismo está la prueba- al parecer Neico no tenía ningún problema auditivo porque logró escuchar perfectamente a Dara, ella notó que él no se sorprendió por la idea de varios mundos-, pero en estos momentos nos dirigimos a la entrada hacia El Mar de los Espejos.

-Espera- Dara prestó atención a eso último-, yo tengo que ir al este. Tengo que encontrar el Templo del aire.

-¿El templo de qué? ¿Aire?, no sé dónde queda eso.

-¿No sabes nada de eso?- el joven negó-, ¿de la profecía?, ¿de los emblemas?- una y otra vez el joven negaba a las preguntas de la chica- Increíble, creí que todo el mundo lo sabía.

-Mira- continuó el chico-, vamos hacia el noreste, te podemos dejar en tierra firme y solo caminas lo que tengas que caminar; de seguro te habremos acercado un poco más a tu destino.

-Muchas gracias…ah, ¿tu nombre cuál es?

-Soy, Neico. ¿Y tú eres?

-Yo soy Dara. Disculpa mi indiscreción, pero ¿no eres muy joven para estar un barco?

-De donde vengo, no- él parecía divertido con la pregunta o, muy probablemente, era de esas personas que todo le daba risa-. Al contrario, entre más joven te aventures, mejor augurio tendrás en el futuro. ¿Te sientes mejor?, ¿puedes levantarte?- Dara asintió y poco a poco, con la ayuda de Neico, se levantó y caminó hacia las escaleras. Muy lentamente las subió y salió encontrándose en cubierta donde había un grupo de marineros limpiando y descansando.

-¡Neico!- gritó un anciano, Dara observó a su alrededor, el barco, a diferencia al camarote, estaba muy limpio y brillante, toda la madera relucía, el asta y las velas resplandecían con el sol. Sin duda el capitán y toda la tripulación se esmeraban por tener todo en orden-, por fin despertó la chica. ¿Ya le diste de comer?- repentinamente Neico cayó al suelo sujetándose la cabeza y porque Dara le había proporcionado un buen golpe con un pedazo de madera. Todos se quedaron asombrados y creyendo que habían subido a un enemigo desenvainaron sus espadas.

-Un caballero ¿no?- Dara ignoró la creciente amenaza que le rodeaba al despotricar contra el joven marino- ¿Me puedes decir quién me cambió?- Dara no se había percatado, seguramente por lo débil que estaba, que sus ropas habían sido cambiadas, ya no llevaba la blusa gastada, ni sus pantalones rotos o sus tenis sucios. Sino que traía puesto unos pantalones de piel café, botas, una blusa blanca y una gabardina oscura.- Solo veo hombres aquí y les juro que si…

-Tranquila niña- interrumpió una voz femenina- yo te cambié. Ellos solo son marineros, aventureros, no salvajes-Dara volteó y miró a una chica, más o menos de su misma edad, pelirroja, con el cabello corto y muy alta, sus ojos eran oscuros y su piel morena clara. Llevaba el mismo tipo de ropa de Dara a excepción de que ella tenía un paliacate rojo en la cabeza-. Soy Marín, la única mujer abordo, pero la mejor de los marinos.

Dara se avergonzó de su reacción al darse cuenta de su error intentó disculparse con Neico y con todos los presentes. No obstante Neico tomó todo como un evento gracioso y restándole importancia invitó a Dara a seguirle para que conociera al capitán del barco. Ella, sin decir nada más y volviendo a disculparse con todos le siguió en silencio. Mientras estaban en cubierta Dara notó la costa, estaban lo suficientemente cerca como para verla, pero bastante lejos como para saber que nadar hasta allá no era una opción. Ella se detuvo un momento para notar la isla. Sí, Wayak’ era grande, muy grande, se dio cuenta que encontrar a los demás no sería tan fácil. Lo mejor sería pedir ayuda en Ahavil Sasil, como le indicó Ahuitz, tendría que preguntar a Neico si sabía dónde estaba ese lugar. La montaña Itzamara permanecía erguida en medio de la selva, sin embargo, Dara notó día tras día que los constantes temblores la estaban dañando. La selva también se notaba cada vez más fría, ya no tenía su vida habitual.

Neico pareció notar su incertidumbre porque, mirando en dirección a la isla le anunció que el mar, desde hace unos días atrás, estaba cada vez más agitado e inquieto. El viento salado ya no daba su fuerza como antes y que, realmente, daba la sensación de que la isla y sus alrededores estaban muriendo muy lentamente. Dara se cuestionó internamente si eso se debía al hecho de que ellos habían tomado los emblemas, el inminente despertar de las Tribus o la razón por la cual habían sido traídos a este mundo: la profecía. Finalmente el joven marino la instó a seguirle para anunciarse con el capitán.

Entraron a otro camarote, uno muy grande y hermoso, había cortinas de seda y grandes estantes con enormes libros. Una mesa en el centro de la habitación con un frutero encima lleno de manzanas, uvas y frutas deliciosas. Un espejo en la pared con bellos acabados en piedra; sofás y cojines por doquier, sin duda era la habitación del capitán puesto que el ambiente denotaba la importancia de quien se quedaba ahí. En una de las paredes de aquella habitación se encontraba clavado un mapa, era el mapa de Wayak’, estaba grabado en piel curtida, se veía asombrosamente elegante. En otra pared también se encontraba el mapa del mar, una zona donde había muchas islas pequeñas. El nombre “Mar de los espejos” estaba escrito en bella caligrafía. Cada isla tenía un nombre peculiar. Einoc, Plaise, Vordoc, Adonoc, Kilex, y muchos otros nombres más. Dara se preguntó por qué cada isla tenía un nombre propio cuando eran tan pequeñas. Pensó que sería más fácil llamarle a la misma zona solo “Mar de los espejos”.

-El capitán vendrá pronto- comentó Neico-. Veo que te llama la atención el mapa, a pesar de ser solo un grupo de pequeñas islas, dentro de ellas se esconden extraños mundos- eso respondió la duda de Dara sobre por qué el marino no se había sorprendido al hablar sobre el otro mundo. Si lo que decía él era verdad, su mundo y Wayak’ solo eran una pequeña muestra de lo que existía realmente. ¿Podían visitar cada uno de esos lugares?

-¡Hola!- gritó muy emocionado un hombre al entrar al camarote interrumpiendo los pensamientos de Dara. El hombre era de una estatura media, cabello largo y lacio, de piel morena oscura, sin duda alguna tenía la sonrisa más grande que Dara jamás hubiera visto de alguna manera le recordó al joven que estaba a su lado- ¿Qué tal? Quiero presentarme ante esta encantadora dama, mi nombre es Lot, el capitán Lot. Y me siento profundamente agradecido de que algo tan hermoso como tú haya pisado este viejo y sucio barco.

-¡Vaya!, eh… gracias- contestó Dara tímidamente impresionada por la actitud tan jovial y directa del capitán-. Gracias por permitirme estar en su barco, capitán.

-¡Oh, que voz, que voz!-entonó alegre Lot- Más melodiosa que cualquier hermoso sonido que yo haya escuchado. Más que el sonido de mar; tu voz es perfecta- Dara y Neico alzaron la ceja, la primera con incredulidad, el segundo un poco divertido con la situación.

-Es muy exagerado ¿no lo crees?- interrumpió Dara.

-¿Exagerado? ¡Sincero, diría yo! No, más que sincero, soy el profeta que anunciará tu perfección en el mundo. Imagínatelo, los dos, tú siendo la diosa y yo el sumiso servidor.

-De acuerdo, oficialmente estoy incómoda y asustada- murmuró Dara y de inmediato consideró saltar del barco.

-¡Oh, Dara!-continuó Lot ignorando la risa de Neico y el ceño fruncido de la chica- Eres, eres algo que no puedo describir- volvió a entonar Lot-. Eres la luz del sol, el atardecer entre nubes, la luna llena, el lago quieto, la tormenta sobre el mar, el sonido del viento, el pasto verde, el silencio del bosque, el murmullo de la selva…

-Quiero ir a tierra firme, Neico- Dara prácticamente gruñó mientras se masajeaba las sienes en un vano intento de evitar que no le doliera la cabeza- o las cosas realmente se volverán agitadas aquí.

-…la fogata encendida, la nieve en la montaña, la erupción del volcán, la electricidad del rayo, la luz en mi oscuridad, el tormento en mis pesadillas, el antídoto de mi veneno, la droga que no puedo dejar, la marea que me cobija…

-¿Me podías explicar acerca de los mundos?- inquirió Dara a Neico sospechando que, hasta que el capitán no regresara de sus fantasías, no podía pedir que le llevara a tierra firme.

-Como te habrás dado cuenta, en la zona del Mar de los Espejos, cada isla tiene un peculiar nombre; dentro de cada isla, en un lugar oculto, hay un espejo; puede ser de diferente forma o tamaño dependiendo del mundo, cuando te colocas frente a él y tu reflejo aparece eres bienvenido, si no te reflejas mejor da media vuelta y márchate.

-¿Cuántos mundos hay?- Dara estaba sorprendida, emocionada e intrigada. Si bien quería regresar pronto a su casa tampoco podía negar la curiosidad que cosquilleaba su mente sobre la posibilidad de conocer todos los mundos.

-Nadie lo sabe- respondió Neico-. Mira este mapa, puedes ver veintitrés islas, cada una con espejos, pero quizá en otro mundo no exista una zona así, si no que estén distribuidas las entradas, ¿podrías encontrarlas todas? ¿Serían las mismas que hay en Wayak’ o en tu mundo?- Dara pensó que eso tenía sentido. Hasta ahora nunca había escuchado que en su mundo existieran entradas o portales para ir a otros sitios, así que no estaba segura de que existieran más espejos que los llevaran a otros lugares del que encontraron ellos

-…como el canto del ruiseñor, la brisa marina, la sangre corriendo por mis venas, el palpitar de mi corazón, cada fibra de mi ser, la tierra húmeda en mis manos, la sonrisa de los niños. Suspiró el hombre-. Sí, creo que no tengo palabras para describirte- por un momento, tanto Dara como Neico se habían olvidado del capitán-. Bien, está decidido.

-¿Qué está decidido?- preguntó Dara.

-Es obvio-respondió sencillamente Lot-, que te convertirás en mi esposa.

-¡¿Qué?!- exclamaron al unísono Neico y Dara.

-¿Esposa, capitán?- preguntó pasmado Neico- Pero usted nunca había pedido matrimonio a alguien. Ella es solo una pasajera, solo una chica que rescatamos, no puede casarse con ella. Está buscando a sus amigos.

-Detalles- respondió Lot encogiéndose de hombros mientras hacía un ademán con su mano restándole importancia al asunto-. Bien, ahora…- se dirigió a su escritorio murmurando la planeación de la boda que se llevaría a cabo esa misma tarde en la cubierta de la nave. Dara, aún en estado de sorpresa y pánico, pudo detectar frases como “¿Estará bien que yo oficie la boda si soy el novio?” o “No debí comer esos rollitos de canela, no me quedará el traje de angora”. Finalmente, lo que rompió su estado lleno de estupor fue escuchar a Neico comentarle al capitán que al final el traje azul le quedaba mejor.

Dara frunció el ceño a los dos hombres que revisaban qué colores de servilletas de tela podían disponer y fue cuando lo vio, eran extremadamente parecidos. Sí, Neico podía tener su edad y Lot tal vez unos veintitantos, no obstante, viéndolos ahora lado a lado, pudo notar cuán parecidos eran. Eran agradables a la vista, piel morena, ojos claros y una bella sonrisa, una muy burlona que comenzó a irritarla grandemente. Al parecer Neico sintió la amenazadora mirada y el inminente peligro puesto que alzó la vista para encontrarse con la de Dara y un escalofrío recorrió su espalda. Dándose cuenta de su probable error, tosió levemente aclarando su garganta y las ideas e instó a Lot a darse cuenta de la locura, -o lo inapropiado- de la idea casarse sin previo consentimiento -o por lo menos algunos días más de preparación-, con Dara. Si a Lot los argumentos que le dio Neico le parecieron sensatos o no, realmente nunca se sabrá porque Dara, fastidiada de una conversación tan tonta decidió mandar a volar al capitán. Literalmente. Una ráfaga de viento golpeó directamente a Lot arrojándolo sobre el escritorio y estrellándolo con la puerta del camarote.

Lot, al intentar incorporarse, fue lanzado por segunda vez a través de las puertas dobles que resguardaban el lugar. Todos los tripulantes asombrados notaron a su capitán volar varios metros hasta caer de forma poco digna sobre cubierta. Miraron hacia la entrada del camarote donde vieron a Neico con ojos desorbitados y a Dara con una mano estirada, ella, en un último movimiento, ordenó al viento agitarse para cerrar las puertas. Los marinos, furiosos por el ataque a su líder, corrieron al camarote para someter a la osada chica y al traidor de Neico, porque, ellos pensaron razonablemente, que Dara no tendría la fuerza suficiente para arrojar a su capitán de esa manera. Así que, ignorando a Lot, que intentaba incorporarse sin ningún éxito, se abalanzaron contra las puertas para abrirlas. Neico, que estaba en modo supervivencia, las había cerrado con llave y colocado un estante para evitar que las abrieran fácilmente.

-Eres un idiota- gruñó Dara mientras recorría el camarote buscando por dónde salir y preguntándose cómo llegar a la orilla de Wayak’ estando tan lejos.

-Me lo han dicho- Neico casi parecía avergonzado. Casi. Dara consideró arrojarlo también, pero era obvio que iba a necesitar su ayuda para salir de ahí. El camarote estaba debajo del nivel de agua, la gigantesca ventana resguardada por un grueso vidrio lo confirmaba. En otras circunstancias a Dara le hubiera encantado la vista-. ¿Puedes hacer ese truco de viento a gran escala?- ella lo miró inquisitiva-. Si diriges el barco con tus habilidades mutantes hacia la orilla podríamos escapar rompiendo la ventana.

-¿Y que toda el agua entre inundando el barco y tal vez matándonos?- ella cuestionó irritada.

-Tienes mucha razón, pero ¿qué vamos a hacer?- Neico se cruzó despreocupadamente de brazos e incluso se atrevió a revisar las uñas de sus manos. Dara consideró romper la dichosa ventana con su cabeza-. Estamos encerrados, toda la tripulación está afuera queriendo despellejarnos, obra tuya, por cierto; son como treinta hombres y una mujer, y ella es más peligrosa que cualquiera de ellos. No hay otra forma de salir más que la ventana, así que si tienes otra idea, te escuchó.

-Bien, sostente porque esto será rápido- Dara cerró los ojos, extendió los brazos hacia sus lados y luego los llevó al frente bruscamente, repentinamente el barco cambió de dirección y elevó su velocidad. Dara hizo ese movimiento tres veces más para finalmente tener una velocidad constante. Neico entonces le indicó que estaban yendo a otra dirección, ella esta vez sí lo mandó a volar.

Después de un par de maldiciones de Neico y un cambio de curso, ambos jóvenes se quedaron en un cómodo silencio. Uno relativo, puesto que los otros marinos seguían forcejeando con la puerta. Escucharon maldecir a Lot el haber invertido en puertas dobles de seguridad puesto que eran prácticamente indestructibles. A través del ventanal podían ver el lecho marino cada vez más claro. Pronto el barco estaría lo suficientemente cerca de la orilla como para poder llegar a nadando a la isla. Tenían que ser muy precisos en su plan, una vez que destruyeran la ventana y el agua entrara serían arrastrados por ella y tendrían que esforzarse por salir y después nadar a la orilla; además de asegurarse que los demás no los siguieran de cerca ya que, al permitir el agua entrar, el barco terminaría inundado y ellos también tendrían que ir a tierra firme. La única ventaja para Dara y Neico era saber la dirección del Templo del Aire.

-¡Capitán!- se escuchó fuera del camarote-, veo tierra, si seguimos a esta velocidad terminaremos estrellándonos- Dara escuchó esas palabras, detuvo el aire que lanzaba y con otro movimiento pudo detener el barco por completo. La nave entonces permaneció en silencio flotando suavemente sobre el tranquilo mar.

Solucionado ese asunto Neico se dirigió a la ventana y apuntando un arma de fuego, que a Dara le pareció sumamente anticuada, se dispuso a romper el vidrio. El disparo resonó en todo el camarote y fuera de él. Un pequeño agujero apareció en la antes intacta ventana y de él el agua comenzó a entrar. Pronto la presión dañó el vidrio y ambos jóvenes podían oír cómo crujía. Finalmente la estructura ya no pudo soportar más y estalló violentamente. El agua ingresó con rapidez y, como había predicho Dara, fueron arrastrados con la corriente. Neico entonces expresó que sin duda la boda hubiera sido menos estresante.

-¡Neico, estoy escuchando como estás destruyendo mi barco!- Lot golpeó desesperado las puertas del camarote- ¡Te juro que le diré a mamá!- Un escalofrío recorrió la espalda del joven marino a la mención de su madre. Finalmente miró a Dara y consideró que, de los dos males, el menos terrible era seguir a la chica. Así que, una vez que el agua dentro del camarote estaba lo suficientemente elevada ambos jóvenes hicieron el esfuerzo de salir por la ventana. Dara, por causa de la corriente, terminó hiriéndose la pierna contra el cortante vidrio; Neico, al ser un marino experto, le ayudó a nadar y saliendo a la superficie comenzaron a nadar a la orilla. Dara, para darse tiempo, obligó al viento a soplar al lado contrario de tal manera que el barco, aunque ya estaba hundiéndose, se alejara un poco más. No obstante Neico le aclaró que no lo alejara tanto porque su hermano, el capitán, no sabía nadar.

Dara no supo responder, o mejor dicho, no quiso hacerlo. Jamás, ni siquiera con Diego molestándola cada día en la escuela, había tenido la necesidad de maldecir y decir varios improperios, sin embargo, como eso de seguro provocaría matar a Neico, decidió quedarse callada.

-¿Estás bien?, ¿puedes nadar?- Dara asintió débilmente con los labios apretados aún. Neico prefirió pensar que era porque le dolía la herida en la pierna. Hubo un pequeño rastro de sangre que se diluía rápidamente en las aguas antes cristalinas cosa que al marino preocupó- Necesitas nadar más rápido, si un squil percibe el aroma de tu sangre nos atacará y en el agua él tendrá la ventaja. Dara no preguntó qué forma tenía un squil, no obstante imaginó que sería algo similar a un tiburón y con eso le bastó para seguir adelante con todas sus fuerzas.

-¡Neico, Dara, algún día los atraparé y me vengaré de esto!- gritó Lot desde el barco mientras intentaba descender, con cierto temor, a uno de los botes salvavidas- ¡Odio mojarme!- Dara lo escuchó maldecir. Un día de estos, si estaba muy aburrida, le preguntaría a Neico por qué su hermano tenía un bote si no sabía nada y tampoco le gustaba el agua.

Llegando a la orilla se dieron un respiro breve para recuperar el aliento. A lo lejos vieron a los marinos intentando rescatar a Lot que había caído al agua, eso les daría una ventaja aún mayor. Dara sugirió a Neico que podía culparla de todo y regresar con su hermano, él se rio despreocupadamente y respondió que, en primer lugar, nadie iba a creerle y en segundo lugar le comentó que seguramente era su destino encontrarse. Después añadió que realmente le gustaría saber la historia de los elegidos, las Tribus y los emblemas. Dara comenzó a relatarle todo, de cómo comenzó esto en su mundo, el portal, sus padres biológicos, Ahuitz, la profecía, Carlos. Todo le pareció a Neico fascinante, pero a la vez muy triste, sería una guerra muy cruel si se lleva a cabo. Más aun entre hermanos. Lo que sucedió con Lot no era nada comparado con lo que vendría después.

-Si escogen caminos distintos tú también pelearás contra tu hermano, ¿podrás con eso?- Dara se entristeció mucho, no había pensado en eso, más bien no quiso hacerlo. Se enfocó en su meta de pelear sin matar, pero realmente no podía afirmar que los demás llegarían a la misma conclusión.

Un temblor sacudió la tierra nuevamente y algunos árboles cercanos se marchitaron de pronto. Ambos notaron cómo la temperatura descendió bruscamente. Ella le dijo a Neico que probablemente tomar los emblemas habían dañado de alguna forma a Wayak’, tal vez tomar las Tribus sería peor. Él, por su parte, negó la idea, esos temblores habían iniciado mucho antes de su llegada, además le dijo que también en su mundo eso estaba pasando. Dará lo miró sorprendida, ella creyó que él pertenecía a Wayak’, pero el marino le dijo que su mundo se llamaba Adonoc. También le confesó que ha estado en otros mundos, pues él se dedicaba al comercio, y en cada uno de ellos la situación era la misma. Los mundos estaban muriendo y nadie sabía por qué. Dara se preguntó si esa era una razón por la cual habían sido traídos aquí en primer lugar.

-Vamos, no podrás resolverlo si te quedas aquí, tienes que ir por esa armadura o Tribu o como desees llamarlo- le extendió la mano para ayudar a levantarse- .Yo te acompañaré, tienes lastimada tu pierna.

-Neico- ella sonrió-, si me acompañas y empiezas a decir idioteces te juro que te mando a volar- ella amenazó mientras él le ayudaba a caminar.

-Suena justo, cuñada- Dara cumplió su promesa.

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