Nuestro reloj de arena.

Nuestro reloj de arena.

adrian lopez

15/05/2022

Todas las mañanas se levantaba a las 6:30 para comenzar su jornada laboral. Todos los viernes le compraba a su nieto unos donuts que él adoraba. El sábado lo reservaba para ir al bar con los amigos o para una tarde en familia. El domingo era su día de paz y tranquilidad.

Todo una rutina como la de cualquier persona, hasta que ese fatídico día llegó.

Todo comenzó como un simple dolor de garganta, cuando al tiempo en un pequeño pero letal mal se convirtió. Los días transcurrían, y poco a poco su alma se desgastaba.

De andar tranquilamente con sus dos leales piernas, a utilizar un bastón, y de ahí a no moverse casi prácticamente de su dormitorio.

Lo malos presagios le susurraban al oído, aunque preservaba la esperanza.

Su reloj de arena contaba sus últimos segundos, tomó una última bocanada de aire y se liberó de la larga agonía de estar postrado como un muñeco de trapo en una cama.

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