Micro relatos antes de

Segundos

Mi ceño se frunce, de repente mi cabeza y los sueños se me llenan de canas, empiezan a caer las líneas de mi cuerpo y caen también las esperanzas. El tiempo se ha llevado consigo la vida y las pequeñas promesas que fueron conjuradas, que se lanzaron a la nada en medio del vuelo de las alas.

No queda casi nada de mí, queda el suspiro que aletargado se esconde debajo de mi propia sombra para que el viento no alcance a disolverlo. Queda la sensación de resaca que me invita a devolver por mi boca las palabras y esparcirlas por el suelo.

Estoy aquí, mirando hacia la soledad y ella a su vez me mira; me observa y siento en mí una especie de enamoramiento, me confunde y me impide respirar claramente, no puedo procesar mis ideas y mi cuerpo va llenándose de la espuma del viento, de la nada del silencio.

Voy perdiendo centímetros en mi cuerpo, me minimiza el tacto de la vida… Voy perdiendo sentido, no me queda más que arrojar al aire el último trozo de mi alma.

Ansiedad

Crece en mi pecho el oscuro sentido de la ansiedad, va floreciendo y enredándome con sus manos frías y planas que van clavándose en mis miedos como agujas.

La respiración va reduciéndose como el agua de un seco arroyo, va apaciguándose y ensanchándose a la vez que mis pulmones llegan al punto de la implosión,

Mis manos tiemblan, se me borran de la vista y se pierden entre los puños de la ropa, van cayendo a un fondo que no existe, van saliendo del plano en el que estoy y me abandonan.

Me va quedando solo la sensación de pesadez, de absentismo, de perdida del conocimiento. Me voy perdiendo en mi lienzo y me voy extinguiendo como el fuego de la hoguera.

Voy marcando inconscientemente el ritmo del reloj con mi pierna inquieta, se aferra a una melodía inexistente y me da impulso hacia una carrera que no tiene más de un competidor.

Mis uñas se van consumiendo y se van limando en un vaivén continuo, un baile en el que le acompañan los silencios y las sonrisas apagadas.

No hay comida que sacie la angustia que atosiga a mis entrañas, intento tapar los huecos de mi vida con cualquier aliciente; pero todo se agota, nada perdura para siempre, solo queda el nuevo sentimiento de la ausencia de auto control.

La ansiedad no se calma, busco salidas y sin embargo mi vista no ve más allá de la muerte, solo veo las opciones mas oscuras y mis miedos se presentan ante mi para invitarme a unirme a el infinito eterno en que todo rastro de ansiedad, culpa o angustia va a ser borrada para siempre de mi ser.

Nanas tristes

La maraña de pensamientos, es consumida por la desesperación, y el amanecer del nuevo día viene cargado del tinte negro de los amantes olvidados. Despertar es imposible por ahora, se abren los ojos a la profundidad del alma, pero no se ve nada, solamente en el final del abismo logramos vernos a nosotros mismo, con el rostro en las manos, contemplándolo y susurrándole nanas tristes para no vivir.

Morir es un arte cargado de sueños sin cumplir, se alimenta de las sobras de la esperanza, ríe plácido mientras nos ve caer en la desgracia, nos contempla maravillado de su obra siguiendo segundo a segundo nuestro inverso resurgir a la tierra. El tiempo se va haciendo viejo, no nos oye, sigue su torpe caminar por los desiertos caminos hacia la reinvención.

Un mundo prestado

El día se alza presuntuoso, mostrando la claridad de su sonrisa que nos invita a maravillarnos con las inseguridades de las hadas que vuelan esparciendo por doquier el polvo mágico repleto de encantadoras inseguridades y suciedad que se mezcla con la polución del cargado aire de la ciudad.

Las personas somos seres que intentan posicionarse en una muy empinada escalera, intentando tapar nuestro rostro con una máscara de seguridad y ligereza, ocultando las penas y luchas internas que como garrapatas se aferran a los recuerdos de los fracasos.

Ilusiones

Vuelan las hojas de los arbustos insonoros, danzando en lo alto de la rama, se apoderan del viento y de la tranquilidad enloquecedora, bailan y sonríen, cantan y deambulan a lo largo del viento.

La basura del suelo va rodando en silencio hacia un destino incierto, pisando el suelo que le roza los lados que a su vez le ensucian la esencia y el fin.

Caen las gotas de lluvia de la nada eterna, van golpeando cada cosa que su paso entorpece, quieren caer y esparcir su sombra para luego reunirse con el viento, para después reencontrarse en la negra nube.

Se deslumbran las miradas con el rayo de luz imponente que lanza su rugido al caer; asombradas, las piernas corren en sentidos contrarios y confusos, se toman las manos y los paraguas.

Los pequeños que se esconden en el corazón de los oficinistas se emocionan, sus deseos de saltar al lodo aumentan, pero sus yo presentes lo impiden. Los informes y las cuentas no se crean solas – dicen –.

Los límites de la imaginación se ven aumentados, la creatividad mengua, los días van haciendo que todo sea más mínimo a su vez.

La vida, lo que fue, ya no es y ya no será.

Rompiéndome de nuevo

Esta noche he soñado tus ojos cerrados, sentí como me miraban el alma y cómo iba incrustándose en mi pecho la angustia de los días grises, la tristeza que traen las ilusiones marchitas.

Te vi mirando hacía el pasado, acompañándome a recoger nuestros recuerdos inexistentes, llenos de significados vacíos y tan repletos de una verdadera melancolía. Te soñé allí en el banco que hay debajo de la ventana de los días pasados, hablabas con tus hermosos ojos verdes y me señalabas con tus ideas llenas de paz y de compleja lejanía.

Te recuerdo ahí, en el lugar en que nacen los recuerdos, estabas allí con tu traje de gala, estabas listo para partir de nuevo; me ahogué en el miedo, dejé de respirar por unos minutos y resurgí del sueño; mis ojos lloraban sufrimiento, mi corazón se hizo pequeño y mis sollozos inundaron mis labios.

Te soñé, perdiéndote otra vez y rompiéndome de nuevo.

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