La ciudad en caos, suenan los pitos de los vehículos, todo mundo quiere avanzar, los de a pie se revelan y abandonan las aceras, se lanzan a las vías y caminan a prisa.
Se desatan incendios de palabras, en una esquina alguien implora. Un niño de siete años cuida a su hermanito dormido en una cesta mientras su madre con el sudor en la frente sigue llamando a los clientes para que compre su mercancía.
Es un caos total en el corazón de la ciudad.Todo mundo quiere hacer exclusivamente lo suyo y se olvida de los demás.
Los de a pie llegan a su casa y se encierran. Se quitan los zapatos y comen algo agradeciendo que pudieron entrar a su vivienda. Pero no están tranquilos, quieren enterarse en que termina el caos. Se asoman a las ranuras de las ventanas y observan.
Los perros y los gatos se han unido al caos, corren como locos por las calles. Los hombres corren, pero las mujeres lanzan una carcajada. Un viejo, subido en una pared descolorida de la ciudad fuma un puro. Su sombreo es nuevo pero su traje está roto y maloliente.
La tarde está llegando, los colores del día se despintan. El Sol comienza a cansarse y se desprende de su ubicación, más relajado.
La tensión social del día va menguando. Los actores se retiran cada quien por su lado y la ciudad queda en paz. Al llegar la noche no hay nada, no hay nadie. Todos descansan. Nadie sabe qué ocurrirá mañana. Nadie sabe que titularán los periódicos. Nadie sabe si el caos continuará o si la gente se inventará otra historia..
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