Era un día frió de mediados de noviembre, el cielo se pinto de gris, dando paso a una neblina que bajo de las montañas y cubrió todo. Era invierno en los andes venezolanos, donde vive Daniel, un joven “común”, semejante a la mayoría de chicos de hoy día. Ese día frió el chico ayudaría a su padre a buscar el ganado, al salir ambos perciben un ambiente pesado, pero lo pasan por alto y continúan su camino sin ningún sobresalto. De camino a casa, el chico se detiene, de pronto se siente atraído por un fuerte olor a flores silvestres y frutas tropicales, además de un olor leve de azufre, olores poco comunes en la zona. La tentación lo ha vencido, decide ir en busca de la fuente de ese aroma tan intenso y excitante. En la lejanía, entre la niebla observa una silueta, de una chica por sus complexiones, es esbelta y sus medidas son perfectas, su cabello largo y negro como el azabache, combinando a la perfección con un vestido color tinto, contrarrestado por su piel blanca como la nieve. Comienza a sentir temor, aunque eso no le detiene, continua acercándose más y más. El no para de analizarla y detallarla, cada vez está más cerca, de pronto ella voltea y le permite ver su rostro, sus pestañas son largas, tanto como sus uñas, pintadas con un esmalte igual de oscuro que sus cejas, delineadas perfectamente para no opacar sus ojos, verdes como la esmeralda, con un borde rojo intenso, plasmando un círculo perfecto a su pupila, sus labios color frambuesa dan permiso a su sonrisa, la puerta al cielo, o tal vez al infierno, lo cierto es que solo quieres entrar. Daniel se encuentra en un trance, no para de observarla, solo ella está en su mente, es ella quien comienza su plática.
-Te sonara ilógico, pero te esperaba. Cuál es tu nombre?
El chico está muy extrañado, pero sabe que tiene que responder.
-Daniel.. y …tu?
Ella muy segura sonríe y responde.
-Anastasia , ese es mi nombre.
Conversaron durante horas, todo transcurre muy bien entre ellos, a tal grado de confianza que el chico cuenta cosas de su vida que no muchos conocen. Al preguntar por la vida de la misteriosa chica, el solo obtiene una respuesta corta; “No soy lo que tú piensas”, eso es todo lo que dice Anastasia cabizbaja. Justo en ese momento,Daniel toma su mentón y la levanta, la observa a los ojos y le exclama:
-No me importa tu pasado ni mucho menos lo que fuiste. Ahora mismo eres todo lo que tanto he buscado, ten por seguro que siempre estaré a tu lado, siempre contaras conmigo como amigo, aunque sin querer empiezas a ser mi todo.
Al escucharlo ella llora, sus lagrimas expiden humo, algo raro piensa el joven al acercarse y secar su rostro.De inmediato, sus lagrimas arden, tanto así que Daniel siente que su mano se quema en contacto con ellas. La noche cae entre besos y caricias, hacia frió, pero no es el caso de sus cuerpos que arden de pasión, ambos lo asemejan como un día cálido de verano. El deseo se desborda y el acto del amor se consuma.
El cansancio hace su aparición, luego de la guerra de dos cuerpos y el amor, ambos caen rendidos, pero ella sabe que es hora de irse, no quiere hacerle daño a Daniel, pero no tiene opción, idea un plan y lo pone en marcha, mientras el duerme ella le habla al oído, le pide perdón y confiesa que es creación del ángel caído, Lucifer, un ente demoníaco enviado a nuestro mundo como regalo de su creador con la única misión de enviar almas humanas al infierno. Le admite que tiene 357 años, pero que su hora a llegado, cada año debe enviar un alma el día de su natalicio en nuestro mundo, aquel día en particular la única alma que podía enviar era la de Daniel, pero ella no lo quiso hacer, siempre quiso tener o percibir las sensaciones y sentimientos humanos, aquel día lo consiguió, sentía mucho afecto y aprecio por Daniel, además de miedo y tristeza de perderlo, aunque nunca fueron nada, aquella alegría y lagrimas de felicidad por cumplir el único sueño que tuvo en su largo trayecto en nuestro mundo, sentirse realmente como humana. Sus lagrimas ardientes caen creando un infierno de llamas donde ella se consume y perece poco a poco, al despertarse Daniel se acerca y la abrasa, ella aruña su espalda y desgarra su camisa. Poco a poco todo rastro de Anastasia se esfuma, y el cae desmallado sin decir ni una palabra. Al despertar se sorprende, está en su cama empapado en lagrimas y sudor, ¿todo ha sido un sueño?. De ser así…¿Qué le paso a su espalda aruñada y a su camisa que esta desgarrada?. Son dudas que aun persiguen y atormentan a Daniel hoy día, aun cuando han pasado ya 3 años de aquella noche, esa noche extraña e inconclusa que es motivo de recuerdos, risas y llantos que se ocultan tras el rostro de un joven “común” de nuestra sociedad.
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