La mediocridad y la ignorancia vuelan en la atmósfera de este lugar, la inmadurez y la estupidez de muchos irradia molestos y deslumbrantes rayos de fuego que chamuscan toda gana de vivir.
Fracasar en años anteriores es mi martirio de hoy, una condena que estoy cumpliendo y que me carcome desde muy adentro.
El deseo de escapar, de salir a correr, de abandonar este lugar me corrompen. Ver como poco a poco aquellas almas llenas de virtud, se oscurecen y se marchitan, su poca voluntad quebró, y la corriente de las multitudes y las mayorías, los arrastran a un abismo lleno de pobreza e ignorancia.
La soledad cobija mi estadía en este lugar, mostrándome futuros no tan lejanos, llenos de mentiras e hipocresía. Me muestra caminos pintorescos, coloreados con la sangre de aquellos que no resisten el ascenso, no resisten el precio de llegar al trono. Por esto mueren desollados por la sociedad.
Pienso en como todo podría cambiar, asesinando todo rastro de ignorancia, formando humanos y no maquinas, formando personas que piensen y que creen, que se revelen, que hablen, que critique y opinen, no que obedezcan y sigan órdenes.
De qué sirve saber sumar si no se sabe hablar, y de qué sirve saber garlar si ni siquiera una simple resta se puede concretar. Maquinas competitivas, que se mueren por ganar aquel juego de moda, pero diles que expongan el tema de actualidad, y como topos, quedaran perplejos y ciegos frente al gran león que representa la realidad.
Qué triste vivir así, viendo morir a mis camaradas, viéndolos caer por el precipicio de los fracasados, viendo arder las llamas del infierno que rodea aquellos de despiertan demasiado tarde.
Para aquellos que juzgan a quienes leen, analizan, divagan, critican, y entienden. Para todos ellos, que la vida se apiade de ustedes, ojalá que todo el tiempo perdido, halla valido la pena, ojalá que la vida no los decapite con una guillotina de realidad y verdad, y ojalá que no tenga que ser yo, el verdugo, que les abra las puertas del infierno.
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