Bajo un Cielo Celeste – Capitulo 1

Bajo un Cielo Celeste – Capitulo 1

J. P. López

01/10/2019

Capítulo 1

La mujer que vino de otro mundo

Si bien, una persona en aspectos muy generales tiende a ser muy crédula, ya sea por fe o por convicción; se dice que hay personas a las que, no importará lo que se les diga, creerán todo lo que les digas. Por ese tipo de personas es que suele decirse “peca por ingenuidad” o “peca por inocencia”.

Ser ingenuo y/o demasiado crédulo, son aspectos que generalmente se hacen presentes en la niñez, pero no es que yo sea un experto psicólogo que vaya a realizar una ponencia sobre “Los cambios en volubilidad de la aceptación de ideas y hechos entre las personas y las diferencias de este tipo de casos en la etapa adulta y la niñez”.

Sí, sé que es un título absurdo y ridículamente largo, pero no estaría en este tipo de pensamientos de no ser por el hecho de que hoy, ¡justamente hoy!, está lloviendo y hay un tráfico del asco que me impide llegar a casa a la hora que había estipulado.

Después de todo, cuando vas privilegiadamente sentado y no parado como la mayoría de personas en el transporte colectivo, solamente puedes hacer las siguientes cosas: dormir, hablar con la persona que va al lado tuyo (cosa que no haría a excepción si es un conocido), leer un libro, ver tu teléfono (con la posibilidad de que te lo roben), oír música y ver al vacío con un ambiente en movimiento de fondo (o simplemente ver al vacío sin música de fondo) o simplemente inmiscuirte en tus pensamientos mientras ves por la ventana y de vez en cuando miras lo que hay alrededor tuyo.

Pero no es por este tipo de ambiente casual y común por el que me haya enfocado en mis primeros pensamientos, sino por el hecho de que justamente un día como hoy: un día lluvioso con un cielo no completamente gris, que inesperadamente me encontraba tranquilo en mi apartamento viendo la televisión cuando mi vida cambio repentinamente.

De hecho, yace un mes que ocurrió eso y a la fecha me encuentro un poco escéptico de los eventos que ocurrieron y sí, si al principio estuve hablando acerca de la facilidad en que algunas personas creen en algo: sea por fe, convicción o ingenuidad; habría que considerar que algunas personas deberíamos ser conocidos como “Tomasinos” y no por el hecho de que formemos parte de alguna orden religiosa en honor a Santo Tomás (sea cual sea de todos los santos que existan y que se llamen Tomás); incluso no porque tomemos mucho… Al que entendió la broma me gustaría darle un apretón de manos…

Pero, dejando de lado las bromas y las disertaciones sin sentido, a lo que quiero llegar es que ese tipo de personas como yo, son las que “no creen en algo si no ven pruebas” o, en otras palabras, las escépticas.

Y yo soy una persona bastante escéptica.

Y no es que me las quiera llevar de ser una persona intelectual o algo así, sino que… ¿Qué otra cosa puedo hacer en una situación como ésta?

El aire se ha vuelto pesado por la cantidad de olores que emanan las personas, el calor se ha encerrado y dado que las ventanas no se pueden abrir por la cantidad de lluvia que está cayendo, el lento avanzar del transporte me tiene en un punto en que, si no me distraigo con lo que sea, ¡terminaré perdiendo el control y capaz que empiezo a caminar a casa bajo la lluvia en lugar de esperar a que el tráfico se despeje y la lluvia se vaya!

Pero como dice el dicho: “Al que espera Dios lo ayuda”, en el momento en el que reflexionaba si aventurarme o no a empaparme de agua, el transporte comenzó a avanzar más a prisa y el tráfico empezó a ser más fluido; “siempre hay un punto en el que, media vez se pasa lo más feo las cosas cambian”, es lo que solía decirme mi madre.

Y ahora alguien podría estar pensando: ¿si eres una persona escéptica, eso no te hace ateo? Creo que hay que ser un tanto latoso para ponerse a pensar en algo así, dado que Tomás (el de la biblia, claro…) creía en Dios y ser escéptico no implica que todos los escépticos tengamos que ser por ley ateos.

Pero para el curioso, la verdad es que las religiones me dan lo mismo, vengo de una familia cristiana católica pero nunca fui un cristiano ferviente como mis padres (en paz descansen); pero tampoco es que mi familia me recriminara por no serlo; simplemente me dieron la libertad de creer en lo que yo quisiera y pues… Sin adentrarme en tanto detalle, durante varias etapas de mi vida creí en un montón de cosas, por ejemplo: en dioses griegos y demonios persas, el monstruo de lago Ness, Drácula, pie grande, el yeti e incluso el chupacabras.

Podría decirse que, si de hojas de vida se tratara, mi experiencia en la creencia de varias cosas desde mi niñez hasta llegar a adultez, ha sido tan variante que lejos de leer mi currículo, las personas lo primero que harían sería mejor arrojarlo a la basura.

Pero cambiando nuevamente de tema, cuando se vive en una zona urbana como la de San Salvador en un país latinoamericano como El Salvador, la verdad es que la experiencia del uso del transporte colectivo es única, ya que se puede experimentar por ejemplo: los codazos, las patadas, que tu ropa se atore en algo, que alguien te tire su apestoso aliento, que alguien te escupa, te ofenda, te intenten robar o incluso se te queden viendo feo (en especial las mujeres) porque creen que el sobre esfuerzo que se hace para pasar entre las multitudes es más un intento de aprovechar y tocarles alguna parte “delicada”…

En fin, bajar del transporte colectivo en ocasiones te deja agotado y con una apariencia de haber corrido algunos metros…

La verdad es que en ocasiones me gustaría comprar un vehículo, pero desde que me valgo por mi cuenta y mis padres yacen en otra vida; lo único que se me ocurrió fue alquilar un apartamento (modestamente un poco caro) para no complicarme con los quehaceres hogareños.

Y la verdad era una gran ventaja, dado que el edificio tenía su propio servicio de lavandería, cafetería, piscina e incluso gimnasio.

Prácticamente lo que gasto en alquiler es lo que se me iría en un vehículo y por favor, no crean que tengo dinero, buena parte de mi sueldo se va en el derecho de 2 comidas al día y tener un lugar al cual llamar “casa”.

Y aparte que, vivir en una zona alta y en un quinto piso pues, da excelentes vistas que en lo peculiar me alegran un poco, aunque la sensación de soledad es un poco estresante.

Yo siempre fui una persona que no se le dio bien socializar, amigos pocos y contados (me sobran dedos), novias: una y la relación no duró ni un mes; creo que las palabras que usó para cortarme fueron “¿Tú nunca has amado verdad?”, vaya comentario hecho por una mujer de piel clara, cabellos castaños y ondulados. ¿No pudo decir otra cosa antes de decirme adiós?, e irse como si hubiese ido al contenedor de basura a deshacerse de algún desecho que alguien tiró frente a su casa.

Por ese motivo yo me había acostumbrado a vivir únicamente con mis padres, cosa que cambió el año pasado cuando ambos fallecieron.

Y, de hecho, creo que, de no ser hasta hace un mes, yo viviría completamente solo, pero de sólo pensar que al abrir la puerta de mi apartamento ahí estaría alguien esperándome… Créanme, realmente avivaría las llamas de la pasión de mi corazón.

Pero como dije antes, soy un escéptico y realmente decir que la compañía que está esperando por mi retorno es el amor de mi vida pues… Estaría mintiendo.

Al abrir la puerta del cuarto 503, oí el ruido del televisor encendido y las carcajadas de alguien que se reía de, me imagino yo, alguna estupidez.

Y ahí estaba, la chica que vivía en mi casa sin hacer más que holgazanear todo el día con la excusa de “¡Busco información para regresar a mi mundo!”.

– ¡Oh! Ya estás de regreso Kevin –dijo aquella muchacha de cuerpo esbelto, cabellos largos negros, piel blanca y ojos rojos que me miraban como si el intruso de la casa fuera yo y no ella-. ¿Trajiste algo de lo que te pedí? –preguntó sin vacilar-.

– “Hola, si me fue bien, gracias por preguntar, ¿qué tal tu día?”, me imagino que son preguntas que nunca oiré de tu boca ¿no? –y al decir esto, ella se me quedó viendo tal cual viera a un bicho raro y proseguí a responderle-: no, no he encontrado algo de lo que me pediste, ni en Internet ni en librerías. Como te dije antes, la magia en éste mundo es cosa de fantasía y los libros que existen acerca de la magia, mejor ni tocarlos. ¡Son puras embusterías!

– ¿Cómo puedes saberlo? ¿Acaso alguna vez intentaste hacer algo de lo que dicen esos libros? –me dijo ella poniéndose de pie y dejando ir hacia atrás la silla sobre la que estaba sentada y golpeando la mesa con las manos, no con agresividad sino con la fuerza de querer inquirir del escepticismo de alguien antes de… ser realmente agresivo con sus argumentos-.

– No, desde luego que no –dije sin intenciones de cambiar mi respuesta y no querer dar más explicaciones-.

– ¡Pero si en este mundo hay libros de magia, quiere decir que en este mundo debe existir realmente la magia! –empezó argumentando con bastante entusiasmo-.

– Mira… Si realmente la magia existiera –decía mientras tomaba el control y subía el volumen del televisor para que los vecinos no nos escucharan-, todo mundo sería capaz de utilizarla y creo que cosas como los avances científicos, no existirían.

– ¿Y a mí qué con tus científicos? –dijo ella con impulso ofensivo-; ¡Tus científicos no va a hacer que vuelva a mi mundo y que mis poderes regresen! –“tiene un punto a favor”, pensé-.

Ok, para las personas que ya están cayendo de que va esta conversación y para las que no, debo aclarar algo, hace un mes, justo un día como hoy: lluvioso con un cielo poco nublado y no tan gris; estaba yo tranquilo disfrutando un día libre viendo televisión, cuando de repente sentí la necesidad de ir al baño y cuando me disponía a regresar a la sala escuché un estruendo proveniente de ahí y al llegar, estaba inundado por humo salido de la nada… Al despejar vi como mi sofá (que por cierto no era mío sino del dueño del edificio) estaba partido en dos y en medio se encontraba una persona con un bastón de madera, un vestido de una sola pieza entreabierto de los lados de las piernas y con diferentes tipos de bordados (demasiados para describirlos en este momento), unas botas más anticuadas que las de cualquier abuela de los años 20 y pues, otros tantos detalles que le daban cierta vistosidad y notoriedad. Del asombro ante aquella vista, volví en mí cuando la escuché quejándose del golpe que dio al impactar con el sofá… O el suelo quizá…

Congelado y sumido en varios pensamientos, lo primero que pensé fue “cosplay” y lo otro que pensé fue: ¿Habrá caído del sexto piso?, por lo que dispuse a ver hacia arriba, pero… ¡No había siquiera algún agujero en el techo!

“Ok, Kevin”, pensé, “cálmate un momento y piensa que es lo que está pasando”. Primero me pellizque, seguido a eso me hale una mejilla y luego me pegué con ambas manos en la cara un par de veces.

Tratando de no entrar en pánico, me acerqué a la muchacha que, a primeras vistas, era más joven que yo, de unos 18 años seguramente, es decir, yo tengo 28 y por la forma en que habla no pareciera ser una mujer adulta… Por lo que procedí a decirle “¿Estás bien?”

Bueno dado como se encontraba, creí que sería muy descortés decirle “¿Quién eres y qué haces en mi casa?”; es decir, el ruido pudo haber bien llamado la atención de los vecinos por lo que no quería causar un escándalo y salir en primera plana…

“Hombre es encontrado con una mujer a solas en su apartamento, la muchacha asevera que no sabe la razón por la que estaba ahí, posible caso de violación y trato de personas”.

¡La sola idea me aterraba!

Y pues, la muchacha al recuperarse del susto y al verme con mi mano extendida y con mis vestimentas paupérrimas (una camiseta negra algo floja y un pants deportivo azul) amplió sus ojos dejando al descubierto que estos eran de un hermoso color rojo y entreabriendo la boca, pensando yo que diría “¡Gracias!”, lo primero que dijo fue: “¿Quién eres y qué haces en mi casa?”, acompañado de un abrupto levantón y una pose de atacarme con el bastón que sujetaba con ambas manos y de una manera muy amenazadora.

“Maldita sea, ¡esas debieron ser mis líneas!”, pensaba mientras dejaba deslizar mi cabeza por mi brazo hasta dar contra la mesa de la sala mientras aquella muchacha seguía parloteando acerca de “cómo” es que al ser ella una erudita en magia, si le llevaba los libros de magia que me pedía con tanta insistencia, ella sería capaz de descifrarlos y demostrarme de una vez por todas que ella una hechicera de primera clase.

En todo lo que seguía ella con su parloteo, me levanté, saque del trastero un par de tazas, en una cocina eléctrica (cortesía del apartamento), puse una tetera con agua a hervir; al estar lista derrame el agua en cada taza y arroje un sobre de chocolate en polvo en cada una, puse 4 cucharadas de azúcar en mi taza y en la otra puse 5, las lleve a la mesa de madera redonda frente al televisor (dicho mueble reemplazo al sofá) y le dije “¿Quieres?” y ella respondió “Oh… Sí, gracias muy amable”.

¡Y así estuve otras 3 horas escuchando lo mismo que dice todos los días desde que decidió vivir en mi casa!

Pasadas las 3 horas de las que hice mención, en las que muchas veces le tuve que pedir amablemente que bajara la voz, disculparme con los vecinos por lo alto del volumen del televisor e incluso pedir comida a domicilio por teléfono.

Sentí que, si dejaba que ese déjà vu diario se diera una y otra vez, iba a terminar dándome más que solo problemas, sino también iba a darme problemas en mi estado de cuenta mensual. Por lo que la detuve diciéndole:

– Mira, disculpa que te interrumpa, como te dije antes, soy una persona bastante escéptica y realmente me cuesta creerme todo ese cuento de que vienes de un mundo de fantasía y muy diferente al nuestro, que existe la magia y tú eres una hechicera… Ok, entiendo que si te viera realizando magia me terminarías de convencer, pero que tal si dejamos ese asunto por ahora, terminas tu cena antes de que se enfríe y luego nos vamos a dormir, que mañana tengo que trabajar -ella que tenía sus ratos de estar sentada, al escucharme hablar se percató del plato de comida frente a ella y exclamó “Ah, vaya…”-.

– Debo admitir –prosiguió hablando-, que la comida de éste mundo es bastante buena, ¿cómo se llama éste platillo? –dijo mientras daba bocado tras bocado-.

– Se llama pizza -respondí, mientras intentaba que el mal humor no me arruinara el apetito ni el sueño-.

– ¡Oh! Es el que dice la cajita mágica –sí, así le dice al televisor-.

– Sí, pero ésta es de una barata, no es de las que salen a menudo en los comerciales –dije entrecerrando los ojos y recostándome en la silla pensando que, a pesar de haber visto el comercial, no había relacionado que era lo que estaba comiendo-.

– ¿Los comerciales, son las cosas que se dicen mientras salen otras cosas? –preguntó con bastante curiosidad-.

– Mira, sé que quieres recuperar tu magia, pero creo que te sería muy útil aprender acerca del sentido común de este mundo –le dije mientras me levantaba y tomaba los platos para llevarlos al lavaplatos-.

– Me he dado cuenta de algo –dijo ella-.

– ¿De qué? –pregunté desinteresadamente-.

– Parece que crees que más que vengo de otro mundo más que sea una hechicera –dijo mientras tomaba de la taza con chocolate (ya frío), que le di hace tres horas-.

– Pues eso es…

Sí, ciertamente parece un poco desconcertante de que crea más que viene de otro mundo, pero eso tiene sus motivos, después de nuestro encuentro hace un mes, ella salió despedida (por no decir huyendo) de mi apartamento y tropezó con medio mundo, de alguna forma dio con las escaleras de emergencia y al salir a la calle (¿cómo pudo abrir la puerta de salida de emergencia si no tiene manivela?), quedo anonada con todo lo que vio afuera: los altos edificios de la zona, las comerciales cercanas, los autos, las personas que iban y venían, los ruidos y entre otras cosas. Tal fue su impacto que a media calle se desplomó sentada, lo que provocó que un autobús no la viera y estuviera a punto de atropellarla, si no hubiera sido porque la seguí y me arrojé sobre ella para caer al gramado que divide los dos sentidos de la calle, ella hubiera muerto (¡y yo también por imprudente!).

Lo más triste es que ni se dio cuenta de lo que pasó.

– Mira, sé que no estás tan loca –dije, cosa que notablemente la enojó al ver el puchero que me hizo y que, hasta me causó un poco de gracia-; no seré un científico, pero al menos puedo comprender que existen varios mundos en el universo, pero según ellos son paralelos al nuestro, por lo que me cuesta creer un poco que sea distinto al nuestro y de magia –dije con el mayor de los escepticismos posibles-.

– Quieres que yo sepa del sentido común de tu mundo, pero tú no te tomas la molestia de querer conocer el sentido común del mío –dijo ella mientras se levantaba de la mesa y entraba al baño silenciosamente-.

– Eso sí me pegó fuerte –dije en voz baja-, para ser ella no me esperaba un comentario de ese tipo… Realmente debe ser una erudita de donde viene –seguía murmurando en voz baja-.

– Tengo sueño –siguió diciendo al salir del baño-. Dime, ¿no tienes otras ropas aparte de estos “pants” y la camiseta? –dijo mientras se estiraba la ropa con cierto afán-.

– Hay muchas cosas que debemos considerar respecto a la ropa femenina –dije después de atragantarme un poco por la pregunta que me hizo-…

– ¿Cómo cuáles? –preguntó ella con curiosidad-.

– Ah… La verdad no quiero adentrar en esos temas…

– ¡¿Cómo?! No pensarás que use está ropa toda la vida –reclamó-.

– ¡Claro que no! -le dije-, vete ya a la habitación y duerme, después seguiremos con el tema…

– Está bien –dijo con cierta tristeza, lo que me recordó a los primeros días cuando empezó a vivir conmigo-.

– La verdad es que no podemos seguir así –dije en voz baja-.

– Oye –dijo ella cerca de mi oído lo cual me asustó un poco haciéndome dar un par de lado, pues me encontraba fregando los platos-.

– Eh… ¿Qué? –le dije un poco frenético-.

– Sé que te lo pregunto frecuentemente, pero, ¿de verdad está bien que duerma en tu cama? –dijo ella mientras agachaba la mirada y me miraba con cierto desconsuelo-.

– Que le vamos a hacer –respondí-, este es un apartamento de solteros y solo hay un cuarto con una cama.

– Pero es que tu duermes en el suelo, hasta yo que vivía en el bosque tenía una cama decente para dormir –dijo de forma despectiva-.

– Ah sí… Me imagino –la verdad no quería imaginarlo-, pero no te preocupes, hubo un tiempo en que dormía en el suelo solamente con una sábana, además uso un colchón sabes, así que no te preocupes por eso y vete a dormir.

Esa misma noche, más tarde, me encontraba incapaz de dormir, desde que ella se mudó siempre he sentido que más que vivir con una mujer hermosa he estado criando a la hija de otro. Creo que muchos hombres alguna vez soñaron vivir con una mujer hermosa y hacer muchas cosas… Ya saben a qué me refiero…

E irónicamente a mí me había tocado la lotería, pero realmente ella no era mi novia, ni mi esposa o una amante, era un dolor de cabeza muy grande. La verdad, no sé qué hacer, desde hace un mes estoy intentando poner las cosas en orden, pero entre mi vida personal, el trabajo y ella; se me ha dificultado un poco poner las cosas en orden, después de todo, antes de la llegada de ella, pase un año cuidando únicamente de mi persona.

Estaba lloviendo con bastante fuerza y por igual estaban cayendo algunos relámpagos, por lo que las intensas luces de estos me permitían ver mi sala, podía ver las sombras causadas por la luz de cada relámpago, parecía como un juego de sombras barato y mal planeado; incluso la mesa que reemplazó el sofá (plegada en una esquina de ese espacio), se prestaba en aquel turbulento vaivén de luces y sombras.

Cuando por fin estaba dispuesto a cerrar los ojos, de repente sentí que algo tocaba mis espaldas y me agarraba la camisa con bastante fuerza.

– ¿Celeste? –dije, mientras sentía como otra cosa se pegaba a mi espalda, entendí que era su cabeza al sentir como asentía ante mi pregunta-, sabes, únicamente son relámpagos, creo que no deberías tener miedo ya que no son truenos –terminé diciendo-.

– No, no es eso –dijo-… La verdad es que siento que no he sido lo suficientemente agradecida contigo y –se calló un momento-… Y quería compensártelo –continuó diciendo tras aquella pausa-.

– ¿Es este tipo de situaciones donde la mujer se entrega al hombre y su relación pasa a otro nivel? –dije en voz baja-.

– Perdón, ¿qué dijiste? –preguntó ella-.

– Dije que no tenías que preocuparte por eso, si yo hubiese sido el que llegara a tu mundo sin saber las razones, entonces probablemente hubieras hecho lo mismo –respondí mientras intentaba ocultar mi desvergonzada actitud-.

– Sí, quizá –dijo ella mientras su voz parecía un tanto melancólica-.

– Es más –continué diciendo-, tengo que pedirte disculpas…

– ¿Por qué? –preguntó un tanto sorprendida-.

– Sabes, tengo un trabajo un tanto agotador y realmente a pesar de que tenemos un mes de vivir juntos no me había puesto a pensar en tus necesidades básicas y entre otros aspectos para que pudieras llevar una vida de lo más normal… La verdad me siento algo incompetente y creo que no te he servido como anfitrión tal y como corresponde…

– Hablas como si nunca fuera a regresar a mi mundo –dijo con profunda tristeza-.

– ¡No, no es eso! –dije alzando un tanto la voz mientras los relámpagos seguían bañándonos a ambos-. No sabemos cuánto tiempo llevará eso, hay que considerar nuestra posición social, económica y…. Bueno, entre otras cosas, no sería bueno que alguien viniese y descubra que no tienes identificación, que piensen que eres menor de edad y yo terminé preso y tu siendo recluida en algún lugar poco amigable y… La verdad no me gustaría que terminaras en manos de alguien que pudiera abusar de ti… ¡Ah, olvídalo!, estoy hablando muchas cosas sin sentido…

– No –replicó ella-, creo que lo entiendo…

– ¿Qué es lo que entiendes? –pregunté mientras volteaba a verla-.

En ese momento, tras un breve fugaz destello de luz, pude ver como se había quedado dormida, únicamente llevaba puesta una de mis camisetas y uno de mis boxers, se veía bastante bonita y lo primero que pensé fue “calladita te ves bien”, “eso apuesto que la enojaría” pensé también.

Tomé la sabana y la cubrí, mientras yo me quedaba viendo al techo y sin cubrirme, por suerte dormía con el pants puesto por lo que no sentía calor.

“Al final no sé cómo quería agradecerme y porque se vino a acostar justo a mi lado”, pensé y procedí a dormir.

Creo que si bien, no gozo de la suerte de compartir lecho con una o varias mujeres como otros hombres, tengo la suerte de que pasar momentos así con Celeste, la mujer que vino de otro mundo.

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