El Sepulturero de Woolrich

El Sepulturero de Woolrich


Su amigo se detuvo. Estaba cansado, y atareado de palear la tierra pedregosa. Las sales del cuerpo le corrian por el rostro como agua de lluvia.

Voy a traer agua – Dijo.

Dejo a un lado la pala y fue a llenar la botella en el grifo mas cercano.

Continua con el resto – le indico al sereno, y desaparecio en la negrura de la noche. Su camarada prosiguio la labor a la luz de una precaria lampara de queroseno.

Habria un entierro mañana por la mañana y debian dejar listas las tumbas para los difuntos.

El viejo cuidador del cementerio cabo unos pocos centimetros mas, separando las rocas del resto hasta terminar. Clavo la pala en el monticulo, se sentó en una tumba y encendio un cigarro para esperar a su amigo.

Su nombre era Adrian, y no era especificamente su amigo. Era mas bien solo un conocido, un vecino del barrio el cual entablo conversacion un dia y de un modo u otro salto el tema de su respectivo trabajo.

Y como te mantienes con eso? – Le pregunto Adrian. Se le notaba la curiosidad y el misterio en sus ojos, como los de un niño.

Oh, tiene su remuneracion claro! El mantenimiento de un cementerio, a veces es algo complicado. Limpieza, remodelacion, jardineria. Organización basicamente. Siempre llega nueva gente – dijo. Adrian hiso una mueca rara. Sabia a que se referia con «gente nueva» esa jerga entre los sepultureros. Le desagradaba un poco, pero la forma tan natural como lo dijo el cuidador le parecio algo macabra.

Y tu trabajas solo? – Prosiguio.

De cuando en cuando. A veces necesito ayuda para limpiar o traer los fetros, entre otras cosas. Hoy por ejemplo, tengo que excavar seis tumbas. Un accidente. Estudiantes que viajaban en un bus. El chofer que los llevo, regreso alcoholizado de la excursión. Cayo por un costado del camino, una barranca creo, es una desgracia. Y ahora necesito tres voluntarios para que me ayuden a excavar, ya que estoy viejo, tengo cincuentaiocho y mi ritmo es algo lento para estos trabajos que tengo que hacer en menos de veinticuatro horas –

Conversaron largo rato sobre ello. Al final, Adrian se ofrecio. Estaba desocupado por el momento. La siguiente temporada en el restaurante comenzaria en febrero. Tenia tiempo hasta eso en buscar pequeños trabajos que realizar. Siempre caia bien algo de dinero extra. Ademas, sentia cierta curiosidad por el empleo y el sentimiento que le provocaba en el, era el de como un niño al meterse con sus amigos en una casa o sitio abandonado a jugar cartas o a emborracharse y fumar. Algo parecido a eso.

El sepulturero lo estaba esperando junto los jardines. Cortaba unas rosas. Adrian llego temprano.

Donde estan los otros? – pregunto Adrian.

Ya vienen segun se – Dijo el hombre, sin quitar la vista de su tarea.

Se pusieron en marcha enseguida. Fueron al despacho del fondo tomaron dos palas grandes, una pica, y no se detuvieron hasta el anochecer. Los jovenes jamas llegaron.

La luna proseguía su curso por el cielo nocturno. Corria un escaso viento veraniego. Eran los comienzos de octubre. El cuidador miro su reloj. Las manecillas marcaban las doce menos quince. Pronto seria hora de cerrar. Miro a su alrededor. No se venia ni oia nada, solo los grillos.

A veces se tarda un poco, penso y encendio otro cigarro. Aqui no habia mucha presión de agua.

Las nubes tenian formas de las que daria pesadillas a un niño pequeño. Tapaban las pocas estrellas que avitaban en el cielo como si se las comieran. De un momento a otro la luna desaparecio.

La lampara basilo un poco, el viento soplaba mas seguido ahora. Las siluetas de humo que formaba con cada pitido del cigarrillo se perdian en la oscuridad al igual que apariciones.

El sereno se levanto tronando los huesos de sus manos.

Ay Dios – dijo pisando la colilla en el suelo.

A pesar de que llevaba tiempo haciendo esto, le colmaban un poco nervios recorrer este lugar solo de noche. No era supersticioso, no creia en fafantasmas. Debia estar alerta por cualquier cosa que ocurriera de noche. En lo que iba de años trabajando allí. Habia hechado a nueve borrachos (la mayoría solo venían a despedirse de algun familiar fallecido), jovenes adolescentes que trepaban las rejas por los diversos y mas locos motivos que habia oido, si es que lograba atraparlos, y ladrones. Eran rutinarias estas cosas.

Tomo la lampara a su lado y se dirigio hacia los mausoleos, dando zancadas entre las tumbas.

Al llegar a la zona, se encontro con el grifo abierto. El piso estaba tan barroso y pegajoso que casi se cae dandose contra la pared.

¿Adrian? – Pregunto mientras cerraba la canilla del agua. No se oia nada.

Chico – Llamo de nuevo, algo inquieto. No hubo respuesta. El silencio por aquellos parajes era casi abismal. Tanto que podia escuchar el sonido de su respiracion en el aire.

Se quedo parado junto al grifo pensativo. ¿Se abría marchado? No, reseviria una buena paga, ademas algo extra por la falta de los otros dos chicos. Tal vez se habia ido al baño que habia detras del galpon. Nunca vio a alguien tan sediento en su vida. Realizo ocho expediciones para recargar. De cualquier forma, la lampara pronto se terminaria, titilaba y su llama era casi debil, se quedaria a oscuras si no la cargaba con aceite pronto. Quiza lo encontraria de camino, pensó. Dio media vuelta y fue al despacho por combustible.

Cruzando el lado oeste de la zona de las criptas. Un destello platinado le llamo la atencion. Entre las estatuas de las gargolas que custosiaban los escalones. Al principio penso que se trataria de un gato o una rata, ya saben el reflejo salvaje de los ojos nocturnos de un animal. Pero al acercarse se dio con la sorpresa de que era, un reloj con incrustaciones preciosas. Al parecer diamantes y otras gemas que no conocia (o eso creia). Bastante caro. Una parte de su mente lo impulso a tomarlo y guardarlo en su bolsillo. Nadie se daria cuanta. Pero…

¿Quien habria podido olvidar un articulo tan caro aqui? La primera persona que se le vino a la mente fue el chico que contrato. Pero no recordaba que llevara un reloj asi de caro cuando trabajaban juntos. Nisiquiera podria pagarlo con el sueldo del empleo en el restaurante aunque trabajase cien años. No, esto le pertenecía a alguien mas. Tal vez a alguna persona que paso por aqui esta mañana. Esta zona de las criptas les pertenecía a las familias mas ricas del pueblo. Asi que intuyó que esta reliquia le perteneceria a algun ricachón de por aquí.

Se inclino a tomarla del suelo y por el rabillo del ojo, algo de rojo carmesí capto su atencion.

Girando la perilla, intensificó la llama del farol para ver mejor.

Que es est…-

Goteando de las fauces de la gargola de pierda. Roja y translusida, brillante a la luz de la llama. Era sangre. Y caia de su boca abierta. De gota a gota. Como si brotara de ella. Era extraño. Realmente incomprensible y extraño.

No la toco. Pero paso su mirada por el rostro agrietados de la gargola. Observó con atencion esos ojos cincelados en yeso. Hizo lo mismo con la otra. Busco indicios de mas manchas de sangre en las estatuas y el piso cercano. Descartó que se tratase de un animal porque son demasiado listos para lastimarse asi en la oscuridad. Esta sangre era de una persona y seguro era de Adrian.

El sereno timio por él. Era probable que se quedara a oscuras y accidentalmente se lastimara tratando de aferrarse a la gargola en un intento de mantener el equilibrio. Enseguida se dio cuenta que estaba peligrosamente cerca de los escalones. Levanto el faro tratando de iluminar mas secciones del escalon de pierda. Era un metro abajo hasta llegar a un porton que entraba la cripta de los Woolrich.

Por Dios – Murmuro y enseguida bajo lo mas rapido posible los escalones.

La luna habia salido hace unos momentos asi que notaba con limitada capacidad el fondo. Habia una pequeña luz mas allá, abajo, casi a punto de estinguirse. ¡Es Adrian!, penso. ¡Se cayo por los escalones! ¡espero que este bien!

Entre las rejas, en el fondo de la cripta. La bola de luz se movía tambaleante hacia adentro. Perdiéndose en la pesada penumbra.

¡Eh! ¡chico! ¡Que estas haciendo allí abajo! – Grito por entre las rejas – ¿Como carajo entraste allí?

No se podia imaginar como habia hecho para entrar allí. De verdad. Las puertas estaban cerradas con candado. Era imposible que entrace sin las llaves que tenia muy guardadas en el despacho. Por un instante le vino a la mente la idea de que tal vez Adrian lo habia engañado. Que tal vez se habia ofrecido a ayudarlo a excavar esas tumbas solo para robarle algunas reliquia del cementerio. Algunas criptas tenian candelabros y bandejas de plata y bronce. Eran buen material para vender al comprador indicado.

Busco un pedazo de piedra suelta y se la arrojo entre las rejas.

Eh! –

Las nubes se despejaron dejando caer el brillo del astro en la tierra revelandole una horrenda y repulsiva imagen que lo seguiria todas las noches por el resto de su corta vida.

Era una figura oscura y encorbada. Parecia medir casi un metro setenta. Llevaba puesto una tunica negra desgastada. Como la de un monje de monasterio, solo que estaba muy andrajosa y sucia.Tenia los pies descalos manchados de rojo con uñas largas y puntiagudas. Cargaba en sus hombros algo que parecia pesado por la forma en que caminaba. Por ridiculo y absurdo en ese momento el sepulturero penso en un costal de papas. Pero esa idea era solo una negación de su mente, una imagen mental para afrontar la atrocidad que estaba presenciando.

Era un cuerpo. Le faltaba la cabeza y parte de el brazo izquierdo. Por su ropa lo reconocio enseguida. Era Adrian.

La criatura giro su rostro y observo al hombre de las escaleras arriba. Aquel viejo cuidador sintió como sus piernas desaparecian derrepente. Los ojos de aquel ser brillaron como los de un animal salvaje ante la luz reflectada. De sus labios negruscos produjo un sonido. Algo en una lengua. Un idioma cercano entre ruso y el aleman. El sepulturero no entendio pero fue suficiente para que se orinara encima. Luego desaparecio atravesando una pared como humo negro.

El sepulturero se quedo paralizado por un momento, como si estuviera en un transe, sus piernas estaban ancladas al piso al igual que unas anclas. Le llevo cinco minutos poder moverse de nuevo y recuperarse del shock. Primero movio una pierna y luego la otra a su debido tiempo, y asi hasta lograr caminar y luego hechar a correr.

Las puertas del cementerio quedaron abiertas toda esa noche. Y asi fue a la mañana siguiente, y en la siguiente.

Se dice que el nuevo sepulturero es algo extraño. Los niños del vecindario juran haberlo visto caminar de manera extraña en soledad por el cementerio. Casi como si flotara

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