Hay días en los que me siento sin raíz, sin copa. Un árbol seco, sin hojas, destinado como leña a las llamas del infierno sin razón alguna, mas que por la de sentirme una mala persona al ver feliz a una pareja.

Quizás sea un poco de envidia al ver que alguien vive lo que anhelo, aunque no debería serlo, y eso me lleve a no tener ganas de seguir andando en busca del amor.

Sera que me fundí con el tiempo y junto con el me he vuelto efímero? que ya no siento un corazón latiendo, sino, rocas rebotando como eco en mi pecho.

Sin vibración que me despierte, seré un naufrago entregado como ofrenda al océano de las incertidumbres. Con la piel áspera, la sangre un tanto fría, no se si es ansiedad o melancolía, el querer volver amar igual o mas que en la adolescencia.

Ahora es como si la lluvia cayera en forma de tiras finas sobre mi alma de papel. Es como entrar en un carrusel, y dar mil vueltas hasta comprender por que a mi, para que yo? si hay tantos ahí fuera que aceptarían cumplir con la misión de ser abeja e ir de flor en flor, tal cual colibrí degustando mieles. Y yo queriendo ser fiel…

Quizás tengo un mal concepto de lo que es amar de lo que es el amor en si.

Quizás soy el errante sentimental.

Quizás deba soltar «el poder de ayudar», y entregarme al cólera de vivir sin pensar, ni sentir, las consecuencias de los actos. Sobreviviendo con mirada de luna menguante, desorientado como un animal sin refugio.

Quizás deba ser así. Cambiar dinero por sexo, ya que en esto del amor, soy como un mendigo sin limosna.

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