Mi madre,

fuerte y esbelta
hacendosa mujer de rostro jovial;
ahora chiquita,
encorvada,
frágil mujer.
Otrora jugaba
con los mechones negros de su pelo,
ahora, cabeza senicienta.
Sus manos tibias,
que cuantas veces
levantandose de madrugada
con frazadas me cubría,
ahora, piel enrugada y mustia.
Su canto alegre
que por las mañanas escuchaba,
ahora, nostaliíca melodía.
La que ante las dificultades
para defender sus hijos
a todo se anteponía;
la que con cuentos dormirme hacia,
ahora me escucha serena y sombria.

Escritor: Luis Reis | UY | Desde Dic/2014Luis Reis

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS