Heme aquí
con los oídos rotos,
hendiduras alargadas,
morfología aletargada,
telómeros gastados,
histomas perezosos.
En degeneración progresiva
sin capacidad regenerativa.
He andado lo que espero,
más de la mitad de un camino
sin horizonte conocido.
¡Algo! un poco he aprendido:
a ser hija de muchas madres,
a olvidar lo insanable,
a gozar de los detalles.
Aprendí ¡qué da lo mismo!
como a uno le llamen.
Aprendí, que aprender
y desaprender
es igual de importante.
Que la verdad, no tiene autor conocido;
que cada uno crea el mundo,
desde sus propia existencia.
Que la mayor parte
de lo conocido y aceptado,
se sostiene desde
la conquista de la autoridad
y del reconocimiento alcanzado.
Lo cual no tiene que ser,
necesariamente cierto ni correcto.
Aprendí, de un gran maestro.
Que no hay que aprender a ser honesto,
simplemente hay que serlo.
No obstante, no me animo
a ponerme a enunciar lo que aún no aprendo.
Es tan vasto y extenso,
que llena todo espacio en mi,
destinado al pensamiento.
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