Entrando al edificio donde trabajo, observo una mariposa en la pared y entro en pánico. Les tengo fobia. El vigilante se da cuenta de mi absurda alteración y con tono burlón, me dice: «Tranquila, no hace nada, es mi mascota.» Haciendo un gran esfuerzo logro abordar el ascensor y llego a la oficina.
A la hora del café, les cuento a mis amigas mi episodio de terror de la mañana y una de ellas, imitando la voz del vigilante, se burla diciendo: «No la mate, señorita. Mire que se trata de mi mascota, Abelarda. » y nos partimos todas de la risa.
Al día siguiente cuando llego al edificio, me doy cuenta que la mariposa ya no está y me siento aliviada. Diviso al vigilante que se acerca y lo saludo:
– Buenos días ¿como está?
– Muy bien, gracias a Dios… ¿y usted?
– Muy bien también… mire cuénteme una cosa… ¿Logró matar a Abelarda? – le pregunto, riéndome para mis adentros de mi pequeño chiste interno –
– ¡Ah! ¡Claro que sí! Ya me encargué de eso – exclama con mirada pensativa – …Y la mariposa también la saqué – remata con sonrisa malévola.
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