Los elegidos

Una mañana lluviosa de camino al colegio un niño con zapatos nuevos salta al interior de un charco y desaparece. Cae por un tobogán de colores haciendo una curva interminable más y más grande cada vez. Parece que está en un parque de atracciones. De pronto, sale volando por los aires aterrizando en una nube blanda y suave. No siente su peso y no ve nada a su alrededor. Tan solo una neblina profunda. Y huele al delicioso dulce de caramelo recién hecho de su abuela Pilar. Delante de él comienza a abrirse esta gran nube y puede ver un hermoso cielo azul. <<Pero si hace un minuto estaba lloviendo sin parar>> —piensa—. No entiende nada. Solo recuerda haber saltado con sus feos zapatos nuevos sobre aquel charco y caer y caer sin parar por ese tobogán misterioso.

— Hola Alex. Soy Angela — dice de pronto una voz dulce y femenina desde algún lugar.

— ¡Angela! ¿Y tú quién eres si puede saberse? ¿Y cómo sabes mi nombre?

— Soy la encargada aquí de recibir a los elegidos.

— ¡A los elegidos! ¿Y quienes son los elegidos?

— Sois personas, seres humanos de cualquier edad y condición cuyas circunstancias merecen una oportunidad.

— ¡Una oportunidad! ¿Qué clase de oportunidad? —preguntó ahora Alex calmándose un poco y suavizando el tono de su voz.

— Una oportunidad de mejorar las cosas que os preocupan y os hacen sentir desgraciados.

— ¡A sí! ¿Y tú cómo sabes que hay cosas en mi vida que me preocupan y me hacen sentir triste?

— Bueno Alex verás. Yo en realidad no lo sé. Pero dime tú: ¿es cierto o no lo es, que estás pasándolo mal últimamente y no sabes cómo hacer para arreglar las cosas?

— Pues sí. Eso es verdad.

— Bien. ¿Te gustaría hablarme de ello ahora Alex?

— Bueno verás, yo estoy muy enfadado con mi madre porque me trata muy mal y parece que no me quiere. Siempre estamos peleando y mi padre siempre le da la razón a ella. Parece que le molesta todo lo que yo hago o digo. Sin embargo, con mi hermano Arturo es muy diferente. A él sí que le quiere. Pero claro él saca siempre sobresalientes y notables mientras que yo raro es la evaluación que logro aprobar todas.

— Ya veo Alex. Sentir que tu madre no te quiere debe ser muy doloroso.

Alex se quedó en silencio pensativo.

— Y dime una cosa Alex —preguntó Angela de nuevo: ¿Tú estás completamente seguro de que tu madre no te quiere?

—Sí, sí lo estoy. — respondió Alex rápido y convencido.

—Entiendo. Vamos a hacer una cosa. Te voy a dar la oportunidad de escuchar los pensamientos de tu madre en este preciso momento. ¿Te gustaría saber lo que está pensando y viviendo en estos momentos tu madre Alex?

— Sí me gustaría, supongo — respondió Alex no muy convencido.

Bien. Dime el nombre de tu madre, su color favorito y aquello de lo que más orgullosa se siente en la vida.

— Mamá se llama Bella. Su color favorito es el verde, como sus ojos; y lo que siempre dice cuando está contenta es que su mayor orgullo es ser madre de sus dos hijos y ser una buena madre, suele añadir.

— De acuerdo Alex. Dame treinta y tres segundos.

Reinó de nuevo el silencio y Alex pensó que nunca pasarían aquellos treinta y tres segundos. De pronto se comenzó a oír la voz de Bella como si estuviera allí mismo:

No entiendo lo que ha podido pasar. Hace ya casi dos horas que ha terminado el colegio. ¿Dónde puedes estar Alex, dónde puedes estar? — había una gran angustia en el tono de voz de Bella que Alex desconocía. — Dios mío te ruego que me ayudes a encontrarlo sano y salvo. No permitas que le haya sucedido nada malo. No lo permitas. Le quiero y le necesito a mi lado. — dos lágrimas cayeron por las mejillas de Alex que se había emocionado profundamente al escuchar estas palabras por primera vez en su vida.

¿Qué sucedió ayer? — siguió escuchándose el pensamiento de Bella — Fuimos a comprar aquellos zapatos del colegio porque estaban muy viejos los de Alex. Discutimos en la tienda. Yo vi unos con cierre de velcro que tenían muy buen aspecto. El no quería los que a mí me gustaban, quería otros, unos con cordones. Pero yo tenía muy claro lo que él necesitaba y lo que más le convenía, así que le dije que eran ésos o ninguno. Y él tuvo que ceder, claro. Después estuvo muy callado el resto de la tarde. Demasiado callado. ¡Ay dios mío! ¿Que le habrá pasado a este hijo mío? Me siento culpable. Quizá no lo esté haciendo bien con él…” — la voz de Bella era ahora muy triste y sus palabras se sucedían lentamente. Tras ellas comenzó a escucharse un sollozo que revelaba un profundo dolor.

Hubo un silencio y tras éste la voz de Angela surgió de nuevo.

¿Qué te parece lo que has escuchado Alex? ¿Cómo te sientes?

— Preocupado y triste. No deseo ver a mi madre sufriendo así. Me duele y me da mucha pena.

— Te comprendo. ¿Sigues pensando todavía que no te quiere y que no le importas?

— Sí, supongo que sí. Eso no ha cambiado.

—¿Y se lo has preguntado alguna vez? ¿Le has explicado lo que me has contado a mí hoy y le has preguntado si de verdad te quiere?

— No, ni se me ha pasado por la cabeza hablar con ella de todo esto.

— ¿Y ahora qué piensas? ¿Crees que podrías hacerlo?

— Pero cómo voy a hacerlo si estoy aquí perdido en este lugar misterioso hablando contigo que ni siquiera puedo verte ni mirarte a la cara para saber como eres. — respondió ahora Alex elevando la voz y enfadándose.

— Bueno Alex como te dije al llegar yo soy la encargada de recibir a los elegidos para darles una oportunidad de mejorar sus vidas en momentos decisivos. Pienso que has sido muy valiente al hablarme desde el corazón de aquello que te preocupa y te hace sentir infeliz. Ahora sabes algo sobre tu madre que antes no sabías. Creo que tienes una importante conversación pendiente con ella que os hará mucho bien a ambos. Antes de conducirte de nuevo a tu vida deseo hacerte una última pregunta y quiero que la pienses bien antes de responderme:

—Alex, ¿cuál es tu deseo más profundo en este preciso momento?

— Reunirme con mi madre cuanto antes — respondió sin dudarlo.

— Bien, entonces coge ese otro tobogán que tienes ahora delante tuyo –y la nube sobre la que Alex flotaba se abrió mostrando el comienzo de un nuevo tobogán –. Al final del mismo aparecerás de nuevo en el mismo charco desde el que caíste hasta aquí. Todo seguirá como lo dejaste cuando saltaste sobre aquel charco hace un rato. De hecho, regresarás en el tiempo a aquel mismo instante. Tan sólo una cosa habrá cambiado.

— ¿Qué cosa Angela?

— Ya la averiguarás en el momento oportuno. Adiós Alex. Esfuérzate en ser feliz cada día, cada día, cada día…

Y de pronto la base mullida sobre la que se hallaba Alex sentado comenzó a inclinarse más y más hasta que comenzó a deslizarse hacia delante cogiendo gran velocidad en unos pocos instantes mientras el nuevo tobogán, éste blanco y negro, realizaba círculos que terminaban en una rampa al final de la cual parecía haber agua en movimiento. Conforme Alex ascendía por la rampa, su velocidad se iba reduciendo y cuando llegó hasta el agua, la atravesó suavemente quedando en pie sobre el mismo charco al que había saltado en aquella mañana lluviosa de lunes al salir del colegio para encontrarse con su madre como cada día.

Apareció completamente empapado, pero en unos pocos segundos su piel, su ropa y su pelo se fueron secando a gran velocidad. Sus pies estaban aún sumergidos en el agua del charco. Dio un nuevo salto con ambos pies a la vez y quedó en pie sobre la arena mirando a su alrededor hacia todas las cosas con curiosidad y con asombro. Sus pies se secaron al instante.

Se sentía feliz de estar de regreso en su vida y en su mundo. Todo seguía tal y como lo había dejado. Sin embargo, como había dicho Angela, algo había cambiado y Alex comenzó a intuir lo que era. Cerró los ojos un instante y cuando volvió a abrirlos, su madre caminaba hacia él sonriente.

— Hola cariño, ¿Cómo te ha ido esta mañana en el colegio? — le preguntó sonriente y con verdadero interés.

— He tenido un día muy especial mamá.

— ¡Ah sí! – y Bella descendió a la altura de Alex y le miró a los ojos sonriente– ¿Y eso? ¿porqué ha sido tan especial tu día cariño?

Alex miró a los ojos verdes de su madre sonriendo y la abrazó. Aún pegado a Bella, sin querer soltarla, evitando su mirada, le dijo:

— Mamá, ¿tú me quieres?

Bella se quedó muy impactada, dudando de lo que acababa de escuchar pues nunca Alex le había hablado de ese modo tan directo y cercano. Entonces se separó despacio agarrando sus dos manos y le miró a los ojos con mucha ternura y en silencio. Al cabo de unos pocos segundos, comenzó a hablar despacio y con un tono de voz que mostraba la profunda emoción que sentía:

—Alex, te quiero muchísimo. Aunque me enfade contigo muy a menudo y aunque me cueste mucho decirlo y expresarlo a veces. Te quiero con toda mi alma desde el momento en el que te sentí por primera vez en mi vientre y supe que estabas en camino – Silencio –. Por tus palabras, comprendo que algunas veces, quizá muchas, no he sabido mostrártelo. Te pido perdón hijo mío y prometo tenerlo presente de ahora en adelante para hacerte llegar mi cariño y mi amor por ti cada día. Cada día amor mío.

Alex se puso a llorar muy emocionado. Las palabras, los ojos, las manos y la voz de su madre, toda ella era amor.

– Gracias Mamá – mientras Alex pronunciaba estas palabras, volvió a abrazar a su madre sintiéndose muy amado.

Algunos años después, Alex se hallaba caminando solo por la montaña y recordaba todo lo sucedido aquel día comprendiendo la gran trascendencia de estos hechos en su relación con su madre y en su vida. Recordó aquel charco misterioso y el viaje que emprendió al lugar de los elegidos. Por último, recordó las palabras de Ángela al despedirse: “Tan solo una cosa habrá cambiado. Esfuérzate en ser feliz.”

Sin lugar a dudas, pensó Alex, lo que cambió en aquel gran día fui yo mismo y mi actitud hacia mi madre y hacia todas las cosas.

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