abuelo de 100 años

abuelo de 100 años

Caro Quito

05/09/2019

Háblame de 100 años, Abuelo, que sólo tengo 28, y no sé nada de la vida. Háblame de ser un grande, que para mí lo fuiste cuando celebramos tus 80 y ahora ante mis ojos tu figura es omnipotente, porque pensar en alcanzarte, sería una ambición y de eso jamás me hablaste. Yo te veo desenrollar la lana de la abuela y pienso que cada vuelta tuya es un año de vida y ya son muchas y veo como estas luego decantan en un bello tejido que alguien utilizará y entonces sólo deseo que mi vida se teja de la mejor manera, como la tuya y ahora hablamos de ambición.

Háblame entonces de vivir, Abuelo, que llegaste al mundo a principios del 1900, entonces eres Historia ¿por qué no estás en los libros? Eres testigo de la evolución, de cada cambio, de cada avance o básicamente de si hemos retrocedido, porque para ti qué hacemos? Somos peor o mejor que el ayer? Y eso lo has visto en tus experiencias, tú tienes la verdad, entonces puedes ser quien nos salve: “Chiquillos, dejen de ir por ese camino”. La visión de los abuelos siempre es la mejor, nos devuelven a sus tiempos, nos enseñan con sus experiencias, con su vivir y yo te creo, porque cualquiera que a tu edad pueda mirar el tiempo pasar frente a su jardín que alguna vez cuidó y regó, tuvo un excelente vivir.

Háblame de identidad, Abuelo, que nos has regalado este apellido corto y de buen sonido. Confuso de escribir para algunos, divertido de pronunciar para otros. Con diversas intuiciones sobre su origen… es de Ecuador, es japonés… es de Perú. Háblame de ancestros y de linaje, que está tan cercano y es un alivio sentir que venimos de alguna parte, quizás de una escondida y difusa de allá por el 1800 en las tierras del Perú. He conocido a otros Quito, creí que éramos los únicos… tranquilos, no tienen nada que ver con nosotros… sólo imitadores.

Háblame de emoción, Abuelo, que la nuestra no se compara con emociones vividas en un siglo. Quizás algunas pasaron de moda o quedaron en el tiempo. Quizás algunas sólo tu las conociste en sus variadas formas y dimensiones. ¿En un siglo cuántas emociones se sienten? ¿Cómo era la alegría en 1933, Abuelo? Háblame entonces de posibilidades de gozar, de vivir y repetir muchas veces alguna instancia emocional ya reconocida y que sólo provoca felicidad. Háblame de la cantidad de matices que tienen, que con el paso del tiempo el ser humano busca nuevas maneras ¿cuáles crees tú que son las mejores?

Háblame de fortuna, Abuelo, que estás rodeado de ella. Una mujer te despierta y te acuesta, cuidando tus días, resguardando tus pasos, escuchando tus sentires y tus pesares. Unos hijos que te protegen como un preciado tesoro, porque la hermosura de crecer y llegar a cierta edad, es la posibilidad de aumentarnos el valor. Los nietos que sólo queremos saber de ti y escuchar de tus vivencias, porque aprendemos, porque nos llevan a viajar. Los tataranietos que ya registraron tu rostro en su mente y su corazón, deseosos de jugar con tus arrugas. Eres un recuerdo y una presencia viva en cada uno y nos regalas la fortuna de tenerte, de abrazarte, gozarte y celebrarte, porque siempre debiese ser celebración.

Háblame de sueños, Abuelo, que yo a veces sueño que sueño y que puedo construirlos para hacerlos realidad. ¿Cuántos sueños que soñaste despierto o dormido son parte de tu vida? ¿Cuánto sueños al año? Las dimensiones de los sueños cambian con el tiempo, qué soñabas de niño? Sigue la intensidad de soñar y creer que alguna vez todo puede ser verdad? En tus sueños a dónde viajas, por dónde transitas, cuántos sueños se pueden llegar a tener en un siglo?

Háblame de mundo, Abuelo, que yo siento que viajo y que aprendo algo, pero tú lo has vivido todo. Has construido tu mundo, lo has modelado para que sea un buen lugar para quedarse y en esa preciosa casa que tantas alegrías me ha brindado, compartimos ese mundo que es un hogar para mí. Estar en tu mundo es instalarme en uno distinto al mío, que me agrada, que me recibe, que me contiene, que me pregunta, que me alimenta, gracias por llamarme e invitarme a él.

Háblame de amor, Abuelo, que una vez me contaste con detalles cómo conociste a Raquel, que se conquistaron en una batalla chilena-peruana pacífica, donde no resultan heridos, sino que niños que componen esta gran familia. Lo lograron, en sus tonos, en sus códigos, en su términos más genuinos, porque en esa conversación me dijeron que el amor era distinto, que era más privado y no había que mostrarlo, no era necesario, es un estilo. En 66 años las formas de amar cambian, lo que se mantiene es la fuerza por mantener vivos tantos años… pero cómo, si yo me aburro a los 3 meses. Luego los miro y sé que se puede, son la luz al final de mi túnel y el mejor ejemplo de constancia que se pueda tener. No sé cómo lo hacen, pero de que lo logran, lo lograron. Los miro y escucho los violines sonar, las serpentinas que caen en nuestras caras y que nos hace sonreír y recordar cómo todo ocurrió.

Háblame de trabajo entonces, Abuelo, que la constancia y el esfuerzo, me lo enseñas de cerca. Tu escritorio habla sin que digas palabras y en cada encuentro revivo posibles trabajos que allí se crearon, posibles cuentas que se pagaron, posibles ideas que salieron a la luz y otras que quedaron en el deseo de nacer, lo observo y revivo las cartas de cumpleaños y navidad que con amor nos escribiste. Tus lápices, pinceles y tus libros son los resabios de tu pasado laboral, en casa o fuera de ella. Es que el trabajo no es sólo ir a una oficina, el trabajo se hace a diario cuando vemos qué rumbos tomar, qué decisiones son las mejores, entonces te imagino sentado en tu escritorio del trabajo del vivir y te imagino refregando tus ojos, esclareciendo así tu mente para organizar un mejor mañana; personal y familiar.

Háblame de historias e Historia, abuelo, que las historias con minúscula que me cuentas me entretienen, que nos reímos con ellas, que te hacen recordar y escarbar en territorios inimaginables para mi persona. Que escucho atenta las tuyas y gozo cuando escuchas atento las mías. Eres el origen, el inicio de todo y conformas parte de nuestra Historia con mayúscula, porque nos heredas tu imagen, tu esencia y tu historia de vida. Es imposible no crear una historia con minúscula contigo, porque formas parte principal de mi Historia con mayúscula y eso ya está inscrito en los documentos de mi corazón, documentos a los cuales vuelvo bien seguido.

Eres historia viviente, eres el papá que no reta, eres el abuelo que también me contó cuentos y datos que jamás sabría de no hablar contigo, que indagó sin problemas en su pasado para responder mis preguntas presentes y así construir mi futuro.
Disfruto reir contigo, aunque ahora mi risa suene más que la tuya, intuyo que los dos reímos fuerte internamente cuando reímos juntos. Eres el creador de nuestro humor, eres el de la respuesta inesperada y rápida, esa rutina que en la familia se sigue replicando.

Háblame entonces de…. No, ahora te hablaré yo y te daré las gracias por otro año más, por tus saludos con una palmadita en la cabeza, la sonrisa y sorpresa cuando entro a verte, las interrogantes de si ando en bici, tus comentarios del fútbol o tus preguntas de si me alimento bien y que entonces la abuela me prepare algo, algo mágico seguro, algo que se llama amor y que hoy los tiene a ambos tan bien.
Te agradezco y celebro que construyas una relación particular con cada uno de los que te rodeamos, porque sabes a la perfección con quién hablas y de qué hablar y es un lujo ser particular.

Gracias por regalarme tu arte, porque un piano sonando es pensar en ti, porque me regalaste sensibilidad y pasión, lo que se necesita para el arte de cualquier cosa, el arte de vivir, de luchar, de gozar. Y ese amor al arte, es lo que me tiene hoy en ese lugar por el cual siempre me preguntas. Estoy en el teatro y seguramente cuando lean esto mi función que te he dedicado, habrá comenzado, pero gracias al teatro, hoy 19 de enero del año 2016 en tu día de natalicio oficial, te visito y puedo escribir esta carta en tu mesa, que “suplirá mi presencia” hoy y que la escribo mientras duermen luego de un rico e improvisado almuerzo y me maravilla escribirte y mirarlos entrar en esos profundos sueños, en la casa de quienes me vieron crecer.

Felicidad y celebración! No te imaginas la fortuna que se siente poder escribir esto, saber que escucharás, que la leerás y que sabrás a la perfección de qué hablo en cada oración!

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