Alrededor de la pequeña fogata estaban los dos sobrevivientes de esa gélida noche de invierno. Las altas y nevadas cumbres los envolvían y le transportaban hacia recuerdos cálidos de tiempos pasados.Cuán lejos se encontraban de aquél que había sido el punto de partida de la expedición a la imponente Cordillera de los Andes, ya varias semanas atrás.

Sin cruzar palabras, su compañero de aventura se levantó y se acercó lentamente a la boca de la cueva que les servía de guarida, le vio asomar su cabeza y tenues rayos de sol iluminaron su rostro amoratado por el frío matinal y por el poco calor logrado durante la noche, éste mostraba una profunda herida que atravesaba el lado izquierdo de su cara, desde la sien hasta el inicio del mentón. Ésta ya había cicatrizado, pero su ropa aún mostraba las consecuencias rojas de aquella trágica caída ocurrida a pocos metros de la cumbre y que ocasionó la muerte a una decena de hombres. Milagrosamente su mochila se había enganchado en una roca, lo que impidió su caída al precipicio, pero el fuerte impacto desplazó la picota que rasgó su cara. Después de dos horas de mucho batallar y con la valiosa ayuda de su compañero, quien debía a su vez lidiar con el dolor que le causaba su pierna fracturada, logró salvarse.

Mientras le observaba, se dijo -qué poco le conozco – ya ni siquiera recuerdo su nombre.

Hoy, recién a varios días del desastre había escampado, y el cielo se mostraba limpio, ya casi no tenían provisiones, sólo les restaba esperar.Una sola noche más allí, sólo una, ocasionaría un desenlace fatal.Esa milagrosa cueva que contenía restos de leño, a la que se vieron forzados a fuerza de viento y nieve a entrar, les permitió mantener viva la esperanza de un remoto rescate.

El dulce placer del triunfo, de haber vencido a la montaña, era sólo de ellos, dos de doce habían logrado alcanzar la cima de aquellas inexploradas y temidas cumbres andinas, los que, apoyándose mutuamente y en honor a sus amigos, se prometieron clavar en la cima las banderas suyas y de los caídos.

Tan cerca de mí

Y tan distante en la espera

Yo amando y el querido

Lenta es la espera

Y cuanto más el olvido

No lejos está el recuerdo

Cuando se citó conmigo

Queriendo olvidar un amor perdido

Como olvidar,

Su rostro pálido, su pelo al viento,

Su sonrisa cálida y su mirada serena

Que me llevaron a amarla,

Aun sin ser correspondido.

Lenta es la espera

Y cuanto más el olvido

Ayer la vi a la distancia

De la mano de su amado

Mucho la quise y más aún la quiero

A pesar de saber que ya la he perdido

Quise borrar su recuerdo

y me uní a la aventura,

seguro de olvidarla

venciendo a la montaña y

al esquivo peñón andino

Pero aún está en mí corazón,

anidada en mis recuerdos

y no quiero ni puedo,

arrancarla de mi

Y hoy estoy aquí,

atrapado en la cumbre

con un desconocido,

que no es otro,

que él que ella

siempre quiso y ha querido

Tan cerca de mí

Y tan distante en la espera

Yo amando y el querido

El rostro de su compañero ensombreció y escamas de nieve blanca volvieron a caer.Ya no había leños, ya no había provisiones, ya no había olvido…

Dos cuerpos fueron encontrados esa primavera, uno con su rostro mirando al cielo y el otro abrazando el recuerdo de una amante que nunca fue…

De sus manos apretadas rescataron unos versos…

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