Era un día tan común como todos los que por general volvía a mi casa después de terminar algunas diligencias, anochecía y la gente con sus caras largas también regresaba a sus hogares, el clima era bastante gris porque llovía con intensidad pero no me importaba, no mucho… caminaba bajo el aguacero con un pequeño sentimiento de intriga, o de expectativa, no lo sé con claridad; entrado en mi barrio me encontré con varias personas que interrumpían mi camino y lo único que hacía era cordialmente seguir mi paso demostrando afán, pero no precisamente tenía prisa en llegar a mi casa, sino más bien pretendía tomar un pequeño desvió a cuadras de mi morada, resulta que varios días atrás se había mudado una nueva familia justo al lado de la tercena, y nada me dio más curiosidad que enterarme que esa, era la familia Jiménez Martínez… Me estremecí por completo al escuchar eso que casi se me para el corazón como en incontables veces cuando sucede algo que realmente no sabes cómo reaccionar. Tenía la clara mentalidad de que pudo haber sido cualquier familia en aleatorio la que se mudó, que coincidencias hay muchas y pudo ser cualquiera… pero algo muy dentro de mi corazón (o de mi mente) conservaba la esperanza y tenía fe en que fuera quien yo esperaba que fuera; volviendo a aquella tarde lluviosa, ya me encontraba a escasas dos casas de la esquina que me revelaría la verdad y ya estaba lo suficientemente mojado como para desistir, entonces tome valor para ello y encamine mi rumbo (cabe aclarar que estaba tan emocionado como mojado, por tanto llevaba un bonito ramo de rosas rojas porque sabía que eran sus favoritas), una vez aclarado esto me paré en la puerta de dicha vivienda y con el corazón a mil toque el timbre, mis piernas temblaban y a pesar de que estaba goteando por la lluvia sabía que un sudor frío recorría mi frente (es la tensión que me propinan estos momentos), en seguida se encendió la luz de la sala y se escuchaban pasos acercarse a la puerta, la espera era muy vivida porque no sabía qué hacer en lo absoluto… todo se detuvo por un instante en mi mente cuando por fin abrieron, y era ella… simplemente no podía dejar de verla, quede atónito, la divisé de pies a cabeza y no podía creer que la vida nuevamente la haya puesto delante mío y por llana coincidencia… estaba tan bella como la recordaba durante cada día por mucho tiempo, aunque ya no era precisamente una niña, el brillo de sus ojos no había cambiado en lo más absoluto, su sonrisa estaba intacta y su rostro angelical me confirmaba que en la vida vería uno igual… simplemente, era ella… en una fracción de segundo pude contemplar que su aura no había cambiado en lo más mínimo y solo suspiré; en menos de lo que habría podido reaccionar ella se abalanzó sobre mí y me abrazo como hace tanto tiempo, solo me quedaba sonreír y agradecer a la vida por esto, me dio un gran beso lleno de ternura, tanta que se me recargaron los sueños de ilusión, le di el ramo y sus pupilas dilatadas me miraban con un tono lloroso, desde el momento en que la vi supe que era la indicada, se aferró fuertemente a mi pecho y me dijo cuanto me había extrañado,cuantas veces me había pensado antes de dormir y lo que anheló en que este momento llegara, y yo en silencio pensaba en cuantas noches de insomnio escribí en su nombre, cuantas veces la soñé y desperté sin ella… simplemente no quería que ese momento acabara pero sabía que era uno decisivo en donde ya no nos separaríamos más; la noche se marcó cuando a mi oído ella susurró un leve “te quiero siempre aquí conmigo mi amor” a lo que yo con una sonrisa entre llorosa le respondí: “no planeo irme jamás, a diario quiero poder verte y volver a ser feliz…”.
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