Ahora, yo cuidaré de ti

Ahora, yo cuidaré de ti

Amy Schultz

06/09/2019

Lunes—7 a.m

—Estamos por presenciar la declaración de la señorita Kate Ross, que es acusada por…— anuncia el juez—. Señorita por favor, póngase en pie para hacer el juramento.

Kate se pone en pie, hace el juramento de decir la verdad y solamente la verdad.

—Recuerdo todo perfectamente —dijo Kate sin mostrar emoción alguna–. Recuerdo cada aroma, cada segundo, cada instante.

Kate le dio un sorbo al vaso con agua que se encontraba en su mesa, cerró por un momento sus ojos, para poder reproducir todo lo ocurrido en su mente, los abrió de nuevo e inició…

—Todo fue gracias a la llamada que recibió mi madre.

Llamada telefónica

—Gloria, necesito de tu ayuda.

—Dime Verónica, ¿Qué necesitas?

—Mañana necesito salir de emergencia y aun no he encontrado quien me cuide a la tía Maggie, tu crees que…Kate pueda ayudarme?

—y ella, ¿que debe hacer?

—solo debe de llevar a la tía al baño cuando lo necesite, hacerle compañía y darle su comida, nada mas, solo serán un par de horas.

—Si, yo hablaré con ella.

—perfecto, muchas gracias, mañana desde las siete.

—no agradezcas, no es la gran cosa.

—Adiós.

—Adiós Veró.

Fin de llamada telefónica

—¡kate!—Gritó Gloria desde la cocina.

—¿Si? —respondió Kate, que se encontraba en su habitación.

—Ven cariño.

Kate bajó las gradas corriendo, atendió al llamado de su madre.

—¿Qué ocurre mamá?

—Kate, mañana irás a cuidar a la tía.

—¿A qué hora?

—Desde las siete de la mañana.

—Está bien.

Kate subió hacia su habitación, se acostó en su cama con los audífonos puestos; hasta quedarse dormida

Kate es una chica muy tímida, alegre, divertida, con secretos; normal como todos, claro.

Una hermosa melena dorada, lacia, larga, dos cristales de un verde esmeralda incrustados en su definido rostro, tez clara, tan clara que pareciera que no tuviera vida, estatura promedio, muy delgada.

A la mañana siguiente…

Ya son las seis de la mañana, Gloria subió a despertar a Kate

—¡Kate! Despierta— gritaba Gloria mientras tocaba la puerta

—Ya voy mamá.

Kate se levantó de inmediato, fue a su baño e inició a prepararse.

Luego de unos 35 minutos bajó a la cocina, donde estaba su madre

—Ten cariño. le dio su desayuno y besó su mejilla.

—Gracias mamá.

—Hija aquí está la dirección donde debes ir. —Kate solo asintió.

Luego de que Kate acabó su desayuno, tomó su bolso, se subió al auto y fue al lugar indicado.

Es un vecindario muy tranquilo, no hay nada de ruido, ni personas afuera.

La casa es grande, con un enorme patio lleno de árboles y plantas.

Al llegar Kate tocó el timbre y salió Verónica.

—¡Kate! ¿Cómo estás cariño? —dijo Verónica mientras abrazaba a Kate.

—Muy bien tía, ya hace mucho no venía por acá.

—Si Kate. Bueno lo que debes hacer es muy sencillo. La llevas al baño, la dejas ahí, ella sola hace sus cosas, y a la hora de comer; la comida está en el refrigerador, solo debes calentar. Yo regreso hasta las tres de la tarde.

—Entendido.

—Adiós cariño, te veo luego.

Verónica se marchó dejando a Kate sola con la anciana de 84 años

Kate empezó a explorar la casa; tiene una cocina muy amplia, hay muchos cuartos, en uno de ellos se encontraba una anciana sentada en una silla de ruedas. Kate se acercó a ella, al parecer la anciana estaba quedándose dormida.

Kate le tocó el brazo, haciendo que la anciana se despertara.

La señora Maggie de 84 años; tiene muchas cicatrices en sus manos, debido a su gato. Ella es muy tranquila y dulce.

Está muy delgada, la edad y su condición la hacen ver demacrada. Sus pechos le cuelgan, casi no come; debido a su falta de apetito. su cabello es corto de un castaño claro y lacio, es de baja estatura, tiene arrugas por todo su cuerpo, y su mirada siempre posa en el vacío.

—Así que…tu eres quien me cuidará hoy? —preguntó la anciana dulcemente.

—Si, así es. —respondió Kate; sobándole el brazo y sonriéndole.

—Sácame de la habitación.

Kate con mucho cuidado llevó a la señora afuera de la habitación.

Kate estuvo muy al pendiente de la anciana.Cuando iba al baño, Kate vaciaba la cubeta, la señora Maggie luego de hacer sus necesidades se le ensuciaron sus manos, la rubia le llevó un recipiente con agua para que la señora se lavara.

La hora del almuerzo llegó, Kate calentó la comida y la sirvió, se sentó en el comedor junto con ella, estaban comiendo cuando llegó Arcotis, el gato de la casa, que por cierto odia a la señora.

—¡Ese gato! —dijo la anciana abrumada.

—¿Qué ocurre con el gato?

—Ese gato me odia, por favor sácalo de aquí. —replicó la anciana.

Kate tomó al gato y lo encerró en una habitación.

Fue una tarde muy tranquila, llegaron las 3 de la tarde y Verónica ya estaba en casa, mientras la anciana bebía un poco de café.

—¿Cómo estuvieron? —preguntó Verónica.

—Todo muy bien, ella es un ángel. —dijo la anciana sonriendo dulcemente.

—Kate ya puedes irte, muchas gracias por socorrerme. —dijo Verónica dándole dinero.

—No hay de que.

Kate se acercó a la anciana la abrazó y se despidió de ella, la rubia se fue a su casa.

—Kate ¿Cómo te fue? —preguntó Gloria al recibirla.

—Muy bien mamá, pero…dime, ¿Quién es la anciana? —preguntó Kate mientras bebía agua.

—¿No la reconoces? —Kate negó con la cabeza—. Es la tía Maggie, cariño, ¿recuerdas? Ella cuidaba de ti cuando estabas pequeña.

En ese instante algo se quebró dentro de Kate.

Días después…

Mensaje de texto

Verónica: Hola Gloria, necesito que Kate venga mañana a cuidar a la tía, las llaves estarán debajo de la alfombra.

Gloria: si, no hay ningún problema

Al día siguiente…

Kate sale de su casa directo a la casa de Maggie, va muy ansiosa.

Luego de unos minutos llegó Kate a la casa, esta vez le habían dejado las llaves debajo de la alfombra, Kate las tomó y entró, fue directamente donde se encontraba Maggie.

—Hola tía Maggie— dijo Kate sonriendo maliciosamente

—Hola Kate, querida, ya te esperaba— dijo Maggie dulcemente

—Yo también te esperaba ansiosa. —Kate sonrió de nuevo—. Tía. —La señora Maggie miró a Kate con ojos de alegría—. ¿Jugamos? —le preguntó Kate a Maggie mientras le acariciaba el cabello.

—Sí, pero antes llévame al baño, por favor. —contestó Maggie inocentemente.

—Claro. —Kate llevó a Maggie al baño.

Luego de unos minutos, Kate llevó a la señora Maggie a la habitación, la rubia estaba llena de emoción y adrenalina.

—¿Lista?— cuestionó Kate.

—¿Para qué? —dijo Maggie.

—Para que juguemos tía. —Kate sonrió cínicamente.

—Sí, ¿Qué quieres jugar? —preguntó Maggie inocentemente.

Kate levantó a la señora de su silla de ruedas y la arrojó bruscamente sobre la cama.

—Vamos a jugar a “alimentar a los animales”. —dijo Kate acto seguido puso una canción a todo volumen, para que así nadie se diera cuenta de lo que ocurría.

Kate quitó bruscamente la bata de la pobre anciana.

Maggie estaba muy asustada, no tenía idea de lo que ocurría, y esa horrible música y a ese volumen molestaba sus oídos.

Kate trajo un vaso con leche y la derramó sobre los pechos flácidos y caídos de la señora, acto seguido trajo al maldito gato.

—¡No! ¡No! ¡Llévate a ese maldito gato de aquí!— gritó Maggie

—No tía, él solo viene a divertirse conmigo. —la rubia puso al gato en el abdomen de la señora.

El gato empezó a lamer los pechos caídos de la anciana, donde había leche, aquella lengua rasposa, lamía cada vez más y más rápido.

Kate se bajó sus pantalones y también sus bragas, se puso en cuclillas encima del rostro de Maggie y tomó la cabeza de aquella mujer y la acercó a su vagina.

—Lámelo ¡perra! —exigió Kate a la anciana.

—No…— dijo la señora, eso hizo que Kate se molestara.

—Que lo lamas te digo ¡Carajo! —dijo cuándo empujó con fuerza la cabeza de la señora hacia su vagina.

La señora que estaba siendo forzada, empezó a lamer disgustosamente, de inmediato la vagina de la rubia empezó a soltar flujos vaginales y Kate empezaba a gemir de placer.

La señora se detuvo un momento, eso hizo que Kate dejara de gemir.

—¡Chúpala! —dijo Kate señalando su clítoris—. ¡Y no te detengas!

El felino ya había acabado con la leche y empezó a morder los pezones de la anciana indefensa.

Eso provocó que la señora mordiera el clítoris de Kate, pero no lo suficientemente fuerte para causarle un sangrado.

—¿Qué te pasa estúpida? —gritó la rubia adolorida y cacheteó a la anciana.

Kate giró su cabeza, sin quitarse de encima de la señora, tomó un vaso de leche que ella había dejado en la mesita de noche y lo echó en los pechos de la anciana.

Nuevamente el gato empezó a lamer.

—¡Y tú! ¡No te detengas! —exigió Kate a la castaña, dándole una cachetada.

La anciana prosiguió lamiendo aquella vagina rosácea depilada, y continuaba chupando el clítoris.

—¡Más rápido perra! —dijo Kate mientras le proporcionaba cachetadas a la anciana.

La anciana lamía cada vez más rápido, en eso empezó el gato de nuevo a mordisquear los pezones.

Esta vez Kate se percató de ello, entonces bajó las bragas de la anciana, fue a la cocina por una jarra de leche.

—Hay que alimentar al gato. —dijo Kate.

Abrió las piernas de Maggie y vertió la leche en esa arrugada vagina, tomó al gato y lo puso a lamer la leche que se encontraba en aquel cuenco.

La lengua morroñosa del animal hizo que aquella piel empezara a enrojarse.

La vagina de Kate aún no estaba satisfecha, así que regresó, donde la lengua ya seca de aquella mujer, la rubia tomó un poco de vaselina y la puso en la lengua de la anciana.

La señora se encontraba excitada, pero al mismo tiempo adolorida.

Kate abrió sus piernas en la cara de la señora.

—¡Termina tu trabajo! —le ordenó—. Esta vez, ¡hazlo con ganas!

La anciana daba largos lengüetazos. Kate excitada empezó a arañar los brazos de la anciana y a gemir.

Como resultado de los arañones; la anciana mordió los labios vaginales de Kate, eso hizo que la rubia se excitara aún más y empezó a gritar de placer.

Luego de unos minutos de esta horrible tortura para la pobre tía Maggie, Kate se encaró de ordenar y limpiar todo.

—Cuidado dices algo de lo ocurrido, si hablas; te mataré— dijo la rubia amenazando a la señora.

Kate apagó la música, sacó al gato de la habitación, se vistió y bañó a la anciana.

Unas horas más tarde…

Se escucha el sonido de un auto; es Verónica, Kate sale rápidamente a recibirla.

—¡Kate! —exclama Verónica—. ¿Qué tal? ¿Cómo lo han pasado?

—Pues todo bien, todo muy tranquilo.— dijo Kate mientras sonreía y bebía un vaso con agua.

—Gracias Querida, eres un ángel. —dijo Verónica mientras le daba la paga a Kate.

—Sí, si, no hay de que. —Dijo la rubia mientras abrazaba a Verónica—. Bueno debo irme, ha sido un placer.

—Adiós cariño, yo te aviso cuando te necesite de nuevo.

—¡Perfecto! —dijo Kate mientras encendía su automóvil—. Adiós. y se fue a su casa.

La señora Maggie no tiene muy buena memoria, debido a su edad; su memoria es tan mala que pregunta algo y a los minutos, hace la misma pregunta.

Debido a su mala memoria, no recordaba nada de lo acontecido, solo se encontraba presente el dolor en sus brazos.

—¡Por Dios! ¡Mamá! —exclamó Verónica mientras examinaba los brazos de la anciana—. ¿Qué pasó? —dijo afligida.

—¿Ah? —dijo Maggie sin darse cuenta de lo que ocurría.

—¡Mamá! ¿Por qué tienes estos arañones? —Verónica tocó los brazos de la anciana.

—Ha de haber sido ese maldito gato. —se quejó Maggie.

—Lo dudo mamá. —dijo notando que los arañones eran algo gruesos, y no finos, por lo tanto; eran humanos.

De inmediato, Verónica llamó a su prima Gloria.

Llamada telefónica.

—¿Bueno? —respondió Kate.

—¿Gloria? —Verónica no reconoció esa voz.

—No, soy Kate, mi madre hora está ocupada.

—¡Kate!, Querida, ¿sabes porque mi madre tiene arañones en los brazos? —preguntó tranquilamente.

—Es que hoy, cuando se levantó de su silla para ir al baño, se escapó de caer, si no fuera porque yo la atrapé, se hubiera caído, y pues; tengo largas uñas. —contestó Kate de inmediato y con total seguridad.

—Ohh comprendo, gracias cariño, eres muy dulce —dijo Verónica relajadamente.

—Si Veró, no hay de que.

—¡Maldito demonio del mal! —gritó Verónica con lágrimas en los ojos, que se encontraba en la corte.

Ese grito hizo que Kate guardara silencio un momento, cerró los ojos lentamente, inhaló, luego exhaló y abrió los ojos de nuevo y prosiguió.

—Kate, ¿puedes venir mañana?

—Sí, no hay problema.

—¡Genial!, Te espero mañana, adiós.

—Adiós Veró.

Fin de llamada telefónica.

A la mañana siguiente…

Esta mañana Kate se levantó muy apresurada, pues solo tenía veinte minutos, brincó de su cama directo a la ducha, hizo todas sus cosas rápidamente. Kate es muy puntual y responsable.

Luego de unos quince minutos, Kate bajó y tomó su bolso previamente preparado, y salió a casa de Maggie.

De nuevo las llaves se encontraban debajo del tapete, las tomó y entró, en cuanto Kate fue a la habitación de la anciana; tocaron el timbre.

—¡¿Quién jode a esta hora?!— expresó Kate que iba camino a la puerta.

—¡señora Ross!— llamaban

Kate abrió la puerta, era un oficial de policía; alto, formido, ojos grises, cabello castaño oscuro.

—¿señora Ross?— cuestionó el apuesto oficial.

—Soy Kate Ross— dijo sonriendo

—Buenos días…— Kate lo interrumpió.

—¿Qué se le ofrece oficial?— le preguntó Kate que se encontraba arrimada en el marco de la puerta.

—Vengo debido a una queja, por parte de los vecinos—

—ohh cuénteme, ¿Cuál es el problema?— Kate sonrió coquetamente

—Se quejaron por una fuerte música que se escuchó ayer por la tarde, si pone música, procure no ponerla tan alta, señora Ross—

—señorita— corrigió Kate, el oficial solo asintió

—Bueno, pase buen día señorita Ross— y el oficial se retiró

Kate cerró la puerta volteando los ojos.

—Procure pinir su misica a biji vilimin— dijo Kate hastiada

Kate fue a la habitación de Maggie, quien se encontraba aún dormida en su cama.

—¡levántate estúpida!— Kate jaló a Maggie de un brazo —por la maldita culpa de tus vecinos no podremos jugar hoy— dijo Kate mientras bruscamente levantaba a la señora de la cama para sentarla en su silla.

—¡Auh!— se quejó la anciana –con cuidado— puesto que le dolían las piernas

—¡Cállate perra!—

Kate sacó rápidamente a la anciana de su habitación y la llevó a la terraza, ahí dejó a la señora, para que le diera el sol.

Kate entró de nuevo a la casa, empezó a navegar por internet, luego de unas dos horas, Kate se durmió.

Cuando dieron las doce del mediodía, Kate aún seguía dormida.

De pronto empezaron a tocar el timbre con insistencia y se escuchaban gritos.

—¡Verónica!— gritaba una voz de afuera —¡verónica!—

Kate se puso en pie y malhumorada abrió la puerta de un golpe.

—¡¿Qué quiere?!— dijo Kate en cuanto abrió la puerta.

—oh, ¿está Verónica?— preguntó una mujer de cabello rojizo, esbelta y muy bien cuidada.

—No, ella no se encuentra, ¿Qué quiere?— dijo Kate levantando una ceja

—La señora Maggie está en la terraza, lleva un buen rato gritando—

—oh…si, es que la llevé en la mañana y me quedé dormida— puso Kate como excusa

—oh comprendo, bueno, pase buen día— sonrío la mujer, Kate también ycerró la puerta

Kate subió a sacar a Maggie de la terraza.

La pobre señora se encontraba; roja, rostizada, caliente, deshidratada y su ropa se encontraba empapada de sudor y orines.

—¡Kate!— dijo frustrada la anciana —¿Dónde estabas queirda?— dijo la anciana tocándose la cara –me duele la cabeza—

Kate llevó a Maggie adentro de la casa, la dejó en el área del comedor, mientras Kate se fue a la cocina a calentar la comida,en el patio habían hormigas, por lo tanto, puso agua a hervir.

—Kate, cariño, ven por favor— llamó Maggie

—¿Qué quieres?— gritó Kate

—llévame al baño— replicó Maggie

Kate llevó a la anciana al baño y la dejó ahí, mientras ella fue a servir la comida.

—¡Kate! ¡Kate!— llamó la anciana

Kate acudió al llamado

—ayúdame querida—

—¿te has ensuciado las manos?— gritó Kate muy molesta –oh no, debes aprender a ser asiada—

Kate fue por el agua que aun estaba hirviendo en la estufa, la llevó al cuarto de la anciana.

—¡pon las manos!— exigió Kate

La señora sin percatarse que el agua estaba hirviendo inocentemente puso las manos.

El agua hirviendo calló sobre las manos de la anciana haciendo que Maggie aullara del dolor, de inmediato apartó sus manos.

—¡ponlas!— gritó Kate y le dio una bofetada

La anciana con las manos temblorosas y quemadas, volvió a poner las manos con lágrimas e dolor en los ojos.

Maggie empezó a gritar, empezaron a escucharse llantos desgarradores por toda la cuadra, provenientes de la casa de la anciana.

Cada vez que la anciana quería apartar sus manos, Kate le proporcionaba una cachetada y le gritaba —¡PONLAS!— la garganta de Maggie no podía mas, su voz se había ido.

Toda la capa superior de las manos de la anciana estaba quemada.

Luego de que Kate “lavara” las manos de la anciana, la llevó al comedor.

Las manos le ardían a Maggie, no podía tomar la cuchara, eso a Kate no le importó.

Kate sin sentir lástima, comía enfrente de Maaggie, muy tranquila, como si no hubiese ocurrido nada.

Maggie ni siquiera pudo probar su comida.

—¡come!— exigió Kate –¡COME MALDITA PERRA!— le dio una bofetada

—P…pero— apenas se escuchaba un zumbido, Maggie hizo su mayor esfuerzo y en un susurro entrecortado, dijo –P…ero, no… ppp…uedo t…mar la cu…cuchara—

—¡JODER! ¿acaso estás sorda? ¡QUE TE TRAGUES LO QUE HAY EN EL PLATO!— gritó Kate molesta

La rubia enojada, empujó el rostro de la anciana hacia el plato, haciendo que ésta se quemara los labios con la sopa caliente.

—¡TRAGALA!— la señora la vio con ojos que pedían piedad —¡QUE TE LA TRAGUES HE DICHO!—

Esta vez, Kate mantuvo la cara de Maggie sumergida en la sopa, la señora intentaba beberlo, se quemó la lengua y la garganta, la castaña se estaba asfixiando; en ese momento Kate dejó de zambullir el rostro de la anciana en el tazón.

Había sopa derramada en el suelo y en la mesa, los ojos de Maggie se cristalizaron, su dulce sonrisa desapareció.

Le ardía todo su cuerpo, empezó a llorar en silencio, está exhausta, el ardor era insoportable.

Kate limpió todo, quitó la ropa sucia de Maggie, luego encerró a la anciana en su habitación.

La rubia muy tranquila, se puso a navegar por internet, su conciencia estaba en calma.

Luego de un par de horas, llegó Verónica…

—¡Hola Kate!— dijo muy animada al entrar a la sala —¿Cómo se encuentra mi madre? ¿donde está?—

—Ella está en su habitación— dijo Kate sin moverse del sillón donde se enconraba

Verónica fue al cuarto en busca de Maggie.

—¡Mamá!— gritó Verónica asustada de lo que estaba viendo —¡Kate!— llamó a la rubia

—¿si?— dijo Kate entrando al cuarto, sin apartar sus ojos de la pantalla del celular

—¿Qué le ocurrió a mi madre?— dijo Verónica

—Es que yo puse agua en la estufa, ella estaba cerca, y por accidente, se echó el agua encima—

—¡Soy una estúpida! Por haberte creído— gritó Verónica desde su asiento —¡Maldita perra!— un oficial hizo que Verónica se calmara, Kate continúo narrando.

—¡por Dios! Kate debes estar muy pendiente de ella— dijo verónica algo sobresaltada

—Si…es que en ese momento, tuve que llevar al gato afuera—

—comprendo, igual, muchas gracias por venir— le entregó su paga.

—no hay de que— dijo Kate, aún sin dejar de ver su celular –bueno, hasta luego—

—Adiós cariño—

La rubia se fue a su casa muy tranquilamente.

Un par de horas más tarde…

—Mamá, ¿Qué quieres cenar?— en eso tocaron el timbre.

Verónica fue a abrirla puerta.

—¡Hola Verónica!— dijo la mujer de cabello rojizo.

—Hola Clara, ¿cómo estás?— respondió Verónica.

—VERÓNICA— dijo Clara muy alarmada.

—¿Qué ocurre?, pasa adelante.

—¿Estás sola?— dijo entrando a la sala—. ¡Dios! ¿Qué le pasó a Maggie? —empezó a tocar la piel rostizada de la anciana asustada.

—Accidentalmente se tiró agua hirviendo encima.

—Pero…se ve muy morena, el agua no puede haberla dejado así.

—¿Tú crees?

—Verónica, ¿Quién es la chica con la que dejas a Maggie?

—Se llama kate, es como mi sobrina.

—y…¿confías en ella?

—Sí, es una buena chica, es muy dulce, amable y atenta.

—¿Atenta?— cuestionó Clara abrumada.

—Bueno, lo del agua fue un descuido, pero ella es muy buena.

—Verónica, ella dejó a tu madre en el sol, y al mediodía se escucharon gritos horribles, debes estar mas pendiente de lo que ocurre.

—Tal vez…era la televisión.

—Yo te aconsejo estés más pendiente, igualmente te ayudaré con ello. —Verónica solo asintió.

—Bueno…¿quieres cenar con nosotras?— dijo Veró sonriendo

—No, muchas gracias, estoy algo ocupada. —Clara, se dirigió a la puerta—. Adiós Maggie. —gritó y salió.

Todo lo que Clara, había dicho; retumbaba en la cabeza de Verónica.

—No, Kate no le haría ningún mal a mi madre, ella no, es imposible. —dijo Veró sacudiendo la cabeza.

Días después…

—¡Kate! Verónica te necesita mañana. —gritó Gloria que se encontraba en la cocina.

—¡Ok mamá! —respondió Kate desde el segundo piso.

A la mañana siguiente…

Kate llegó a la casa, pero las llaves no las tenía, por lo tanto; tocó el timbre.

—¡Kate…! —dijo Verónica mientras la recibía—, pasa querida, pasa.

—Gracias —dijo Kate mientras se acercaba donde se encontraba la anciana—. ¡hola tía…!— sonrió cínicamente y la abrazó.

—Kate —la rubia la miró directo a sus ojos—. Tú…¿amas a mi madre? —dijo Verónica firme.

—Sí, ¿cómo no amar a esta adorable, tierna y dulce ancianita? —dijo con una sonrisa de oreja a oreja, mientras pellizcaba las mejillas de Maggie— ¿porqué lo preguntas? —dijo sin dejar de sonreír.

—No, por nada. —quedó unos segundos pensando como justificar su pregunta— Simplemente; ella también te ama. Y creí que a ella le gustaría escuchar que tú también la amas.

Verónica sabe que Maggie no escucha a la perfección y es algo distraída, por lo tanto; la anciana no se había percatado de la llegada de Kate.

—ok. —dijo Kate sentándose en el sofá.

—Por cierto, ella reza los domingos, mientras escucha coros, tu sabes, ella no escucha muybien, por eso hay que llevarla al sótano, y pones la música a alto volumen.

—Ok, anotado. —dijo Kate.

—Un favor más. Hoy hay que depilarla; todo, creo que ya sabes de lo que hablo, ¿no? —Verónica guiñó un ojo.

—Sí, comprendo.

—Gracias Kate. —tomó su bolso.

—No hay de que. —Verónica salió.

Kate en seguida bajó en busca del sótano. Era muy cómodo, en una esquina había una clase de altar; unas cuantas estatuas de Jesús y la Virgen.

Y en la pared, había una cruz de madera; que no superaba los veinticinco centímetros, seguramente.

La rubia subió de nuevo. Fue por un tenedor, crema de afeitar, una cubeta de agua, un par de toallas.

Kate bajó todas las cosas al sótano,acto seguido; regresó por Maggie.

Kate tomó un disco del repertorio que se encontraba en un estante y lo puso en reproducción, al volumen máximo.

Tomó a Maggie, ató ambas manos por separado en unos enormes clavos que estaban en la pared, hizo lo mismo con los pies, haciendo que sus piernas quedaran abiertas de par en par.

Con mucha satisfacción y alegría, comenzó a cortar la bata de Maggie; con unas enormes tijeras de jardinería.

Muy contenta; como una niña con su nueva muñeca, mientras tarareaba, al descubrir; esos caídos y arrugados pechos, vio los pezones erizados, y lamió cada uno de ellos.

Cuando la anciana estaba completamente desnuda, empezó a aplicar crema de afeitar en las axilas de Maggie.

Tomó el tenedor y lo envolvió en los vellos de la axila; como si de espagueti se tratara, yde una sola vez, jaló fuerte, haciendo que la anciana gritara.

Kate deslizó el tenedor aún cubierto de crema de afeitar, por los labios de Maggie.

La rubia, repitió la acción con la otra axila, nuevamente. Maggie aulló del dolor.

Kate puesta en cuclillas, palpó los labios vaginales de la casstaña. En eso… su celular sonó; es Verónica.

Llamada telefónica…

—¡Kate! ¿cómo va todo?.

—Muy bien, ahora la estoy depilando.

—Gracias linda, cuando acabes, ponle una crema, se encuentra en la mesa de noche.

—Ok.

—Bueno, adiós, te veo luego.Kate cortó la llamada.

Fin de la llamada.

Regresó Kate a lo suyo. En una mesita se encontraba un recipiente con pinzas, tomó un par, se acercó a Maggie, se las mostró…

—¡AH! —gritó la anciana al sentir aquella pinza en su pezón izquierdo.

Kate apretó el pecho derecho de la anciana, luego clavó otra pinza.

—¡Ah…! —empezó a soltar quejidos la castaña.

La rubia tomó dos trozos de cordel, ató uno en cada pinza, atando la otra punta del cordel a los pies de la anciana.

Se acercó a Maggie, y le dio un tierno beso, acto seguido, acarició el clítoris de la anciana.

La castaña, gemía levemente, tanto por dolor, como por placer.

—Llegó la hora de rezar tía. —dijo Kate poniéndose en pie.

Maggie se encontraba asustada, su respiración era agitada.

Kate descolgó la cruz que se encontraba en la pared.

Maggie tenía los ojos cerrados y en susurros rezaba. Lentamente se encaminaba la rubia hacia ella, con la cruz en mano.

—Dios te perdone. —Kate rosó los labios de Maggie con la cruz– que nuestro creador te guarde —bajó la cruz por el abdomen de la anciana—, yo te bendigo…— bajó aún más, hasta llegar a los labios vaginales de Maggie— En el nombre del padre. —introdujo lentamente la cruz.

—Ah…— gimió Maggie y abrió sus ojos.

—Del hijo. —empujó aún más la cruz.

—¡AH! —gritó Maggie, mientras sus ojos se cristalizaban.

—Y del espíritu santo. —le dio un tierno beso a Maggie en sus rosados labios.

Comenzó a masturbar a Maggie con aquel pedazo de madera, cada vez más rápido y con más fuerza.

—¡AH…!— gritaba Maggie muy fuerte, mientras sus ojos dejaban salir sus lágrimas.

Maggie se estremecía, esto hacía que estirara sus pies hacia abajo, lo que provocaba que jalara el cordel; haciendo que las pinzas estiraran sus pezones.

—¡AH, AH, AH! —Kate sonreía con mucha satisfacción al verla sufrir.

Llamada telefónica

—¿oficial Miller?— dijo Clara alterada

—¿si?—

—Soy Clara Smith—

—¿Qué se le ofrece señorita Smith?—

—Quiero reportar horribles gritos, que salen de la casa de al par— dijo muy ansiosa, suspiró

—¿Está segura de lo que escucha?—

—sí oficial, por favor, apresúrese— dijo muy abrumada

—Voy en camino, por favor, no salga de su casa—

—Gracias—dijo mientras vigiaba por la ventana

Fin de llamada telefónica

Kate, empujaba cada vez más profundo, hacia girar la cruz, las esquinas de la cruz empezaban a desgarrar la delicada piel de aquella vagina.

Empezaron a deslizarse gotas de sangre por las piernas de la anciana; Kate, al ver aquel líquido brotar, se emocionó, la rubia, empujó aún más, la cruz hubiese entrado por completo, si no hubiese sido por los brazos de la cruz.

Los gritos de Maggie eran descontrolados, ella se retorcía del dolor.

Luego de unos minutos, llegó el oficial Miller, llamó a la puerta.

—Ya regreso— dijo sosteniendo la quijada de Maggie

Kate subió a atender a la puerta.

—Buenos días oficial— dijo inclinando su cabeza hacia su derecha mientras sonreía

—Buenos días señorita Ross— dijo mirando a la rubia, como si de un ángel se tratara –ando en busca de un fugitivo, y pensamos que puede esconderse aquí—

—Es imposible, todas las puertas y ventanas están cerradas— el oficial iba a hablar, pero Kate prosiguió –estoy algo ocupada, asi que…— señaló hacia afuera

—Lo siento, es mi deber revisar— hizo a un lado a Kate y entró

—¿Quiere algo de tomar?—

—Agua, por favor— el apuesto oficial, entró a la habitación de Maggie

Kate es tan dulce, tan tierna, su aspecto delicado enamora a cualquiera…

Kate regresó y le tendió el vaso con agua.

—Y…¿la señora Maggie?—le dio un sorbo al agua, en seguida, cayó al suelo

—Está mejor que tú, seguramente—

Kate tomó una soga, y ató al oficial, lo arrastró al sótano.

Ató al oficial, quien estaba consciente, pero inmóvil, a una silla.

Maggie, entre sus lágrimas, pudo ver a aquél hombre.

El timbre sonó, Kate subió nuevamente.

—Hola Kate— dijo Clara con su voz temblorosa

—Hola Clara— dijo en seco

—Kate…— la rubia la vio a los ojos –¿está todo bien?— trató de mantenerse calmada

—Sí—

—Es que, vi a un oficial entrar –titubeó.

—¿Deseas pasar? —la rubia dejó la pasada libre.

Clara, sin pensarlo dos veces; entró.

—Toma asiento —Kate señaló el sillón.

—Kate, ¿podrías darme agua? —la rubia asintió y fue a la cocina.

Clara se levantó del sofá, empezó a buscar el sótano, bajó lentamente, tenía en su mano la perilla…

—Vamos, ¡pasa!— Kate dejó el vaso caer, y abrió la puerta

Empujó a la pelirroja hacia adentro del sótano.

—¡oficial Miller!— Clara, quedó asombrada al verlo atado.

Ni siquiera, se había percatado de la señora Maggie.

Clara notó sangre en el suelo, subió su mirada, y vio a un cuerpo arrugado, guindado, bajó un poco la dirección de su vista, y vio como gotas, espesas, de un color rojo vino, se deslizaban por esas piernas temblorosas.

—Ma…Ma…Maggie— Clara quedó atónita

Kate tomó a Clara, y la ató a una mesa, las rodillas y sus palmas sobre la mesa.

Quien diría que la rubia, con su aspecto tan delicado, tendría tanta fuerza.

—Eres una chica muy curiosa, sabes— empezó a cortar los pantalones de la pelirroja –te enseñaré, a no abrir la boca…—

Tomemos cinco minutos— dijo el juez, al ver que la audiencia se encontraba perturbada.

Kate, guardó silencio, y la llevaron a una habitación.

—Hija— dijo Gloria sollozando —¿por qué? ¿Qué ocurrió? ¿Cómo pudiste? Tú…no eres así.—

Kate la miró directo a los ojos, y tranquilamente dijo –No confíes tan rápido en la gente; recuerda que el Diablo fue un ángel, y traicionó a Dios— no dijo nada más.

Gloria, llorando, con el corazón quebrantado, como pudo; se fue.

Kate, quedó ida, viendo hacia la nada, e imágenes comenzaron a llegar a su cabeza…

—Oye nena…Kate— dijo Gloria a la pequeña rubia.

—¿sí? Mamá— dijo la dulce Kate con su muñeca en mano.

—Mami tendrá que salir por un rato, tía Maggie vendrá a cuidarte— dijo Gloria acariciando el cabello de la pequeña.

—ok, mami— Gloria, besó la frente de Kate.

¡Ding, Dong! Tocaron el timbre.

—¡Tía Maggie!— gritó Kate muy contenta, mientras corría hacia su amada tía.

—¡Hola Kate! Mira lo que te traje— una caja llena de chocolates.

—muchas gracias, eres la mejor tía del mundo— la pequeña llenó el rostro de Maggie con besos.

Maggie ama a su dulce niña.

—Kate, cariño— la niña la vio con ojos tiernos —¿jugamos?— Maggie sonrío.

¡ring…! El sonido de una campana sacó a Kate de sus recuerdos.

Un oficial, llevó de nuevo a Kate ante el jurado, para continuar su declaración.

Kate tomó a Clara, y la ató a una mesa, las rodillas y sus palmas sobre la mesa.

Quien diría que la rubia, con su aspecto tan delicado, tendría tanta fuerza.

—Eres una chica muy curiosa, sabes— empezó a cortar los pantalones de la pelirroja –te enseñaré, a no abrir la boca…— dijo la rubia con lujuria –Y, para asegurarme que no andarás de nuevo, de labios abiertos— la rubia, tomó una grapadora –Tendré que cerrar ambos…—

Kate, con una mano, tomó los labios de Clara, y con la otra, soltó la primera grapa.

Clara temblaba. Y aulló del dolor, comenzó a sacudirse.

La rubia, repitió el procedimiento cinco veces mas.

Luego Kate se dirigió a los otros labios de la pelirroja.

Con una mano, juntó los labios vaginales de Clara.

La pelirroja, comenzó a sacudirse, para tratar de evitar ser grapada, pero, su esfuerzo fue en vano.

—¡MMM!— Clara quería gritar, pero no podía y comenzó a retorcerse del dolor.

El oficial Miller, cerró fuertemente sus ojos. Aquella escena era terrible.

Kate grapó ambos labios de Clara.

La rubia, bajó a la anciana, y la colocó en su silla, la llevó a su habitación.

Bañó y vistió a Maggie, luego la recostó en la cama, y ahí la dejó.

Llamada telefónica

—¿Kate? ¿está todo bien?— dijo Verónica.

—Sí—

—Kate, no podré llegar a casa ésta noche, necesito te quedes hoy a dormir, no hay problema, ¿cierto?—

—solo llamaré a mamá, de esa forma, no se preocupa—

—ok, muchas gracias Kate, eres muy dulce, siempre lo has sido. Puedes tomar lo que quieras de la casa—

—Está bien—

—Hasta pronto querida— Kate cortó la llamada

Fin llamada telefónica

Kate guardó silencio, haciendo que la corte, se encontrara en un silencio sepulcral.

Bebió un poco de agua. Por alguna razón; bebió de la botella con agua que ella misma llevó. Y no del vaso, que le brindaron en el juicio. Y continuó.

Días después…

Tocaron el timbre.

La rubia, abrió la puerta, ahí se encontraba el oficial Scott; alto, fornido y, como siempre; con su uniforme pulcro.

Los que se encontraban en la corte, entre ellos se miraron con asombro.

—Buenas tardes señorita Ross –Kate sonrió—. Me gustaría saber si… —la rubia se cruzó de brazos—. ¿le gustaría salir conmigo? –eloficial Miller sonreía en espera de su respuesta.

—¿QUÉ?— dijo la corte en unísono.

—Señor juez, ella está delirando –dijo Verónica, la rubia calló.

—Prosiga señorita –dijo el juez, haciendo caso omiso a la protesta de Verónica.

—Sí, oficial Scott, solo diga cuándo –ladeó su cabeza hacia la derecha, haciendo que un hermoso brillo se apoderara de sus ojos.

—El viernes, ¿está bien?

—Prefiero que sea el jueves –dijo sin verlo a los ojos.

—Está bien, paso el jueves a las ochos.

—Mmm… mejor a las seis, en la plaza.

—ok, así será –Scott se fue con una enorme sonrisa.

Kate es muy linda, es comprensible que el oficial se sienta atraído; ella con su imagen tan tierna, tan inocente; que ni un plato quiebra.

Días después…

La rubia, se preparó sin muchas vueltas para su cita, no tardó más de media hora, y ya estaba lista.

Portaba un vestido sencillo y ligero, de un rosa pastel, su largo era de unos centímetros arriba de sus rodillas, con un bordado dorado en la parte inferior y en las mangas.

Su cabello libre. Unas zapatillas color crema. Su mano izquierda, era ocupada por una botella con agua.

Es genial, como algo tan sencillo, nos mantiene controlados.

Kate llegó a la plaza, se sentó en la primera banca que estuvo a su disposición.

Aquella imagen era increíblemente hermosa, tan hermosa; que era merecedora de un retrato.

Aquél pálido ser, con suvista perdida en el horizonte, su rostro; no destilaba nada mas que inocencia pura. Sus hermosos ojos destellante, sus labios rosáceos; al igual que sus mejillas.

—Hola Ross –Scott sostenía una cajita en sus manos, se sentó al par de Kate.

—Hola oficial –forzó una sonrisa.

—Solo dime Scott –ella asintió—. Toma, es un presente –le dio la cajita.

—Gracias Scott –dijo sin interés por averiguar su contenido.

Empezaron a caminar sin decir nada.

—¿Quieres un helado? –se detuvieron frente un carrito de helados.

—Sí –sonrió.

Siguieron caminando. La rubia se detuvo y se sentó en el suelo.

—No preferirías… sentarte en una banca –Kate se dedicó a su helado.

Scott se sentó a su par. Ambos se dedicaron a observar el hermoso atardecer.

—Es hermoso –dijo la rubia, con sus ojos mirando al cielo.

—Tú eres hermosa, muy linda, me encantan tus ojos, tus labios. Eres tan… tranquila, dulce; tan… delicada –Kate le brindó una sonrisa sincera, con algo de melancolía.

Scott hablaba de sus metas, sueños, ilusiones. Soltó todo lo que su corazón contenía; la rubia solo escuchaba.

Ser escuchada, esa sensación nunca la había sentido. Pero ahora; toda una corte, deseaba escuchar hasta la mínima incoherencia.

Fue una noche muy tranquila, después de que Scott insistió con diferentes temas, al fin encontró un tema en común; libros.

—Scott, ha sido una noche amena. –dijo Kate poniéndose de pie—. Ha sido un placer conversar.

Claro, conversar con alguien; que no fuese ella.

—Igual señorita Ross, pase buena noche.

Cada quien fue por su lado.

Scott se fue muy contento, Kate lo había dejado encantado. Por otro lado, la rubia iba sin emoción alguna.

Kate al llegar a su casa, abrió la cajita; era un lindo collar dorado, de el colgaba una pequeña piedra en forma de diamante. Se puso el collar. Se miraba hermoso en ella.

—Señorita Ross, por favor, regrese a la escena de su vecina en el sótano.

Una enorme sonrisa se pintó en el rostro de la rubia, al escuchar aquella petición por parte del juez.

Kate cerró sus ojos, aún con la sonrisa en su rostro, y continuó…

Kate bajó de nuevo al sótano, encontró a Arcotis, lamiendo la sangre del suelo; esto le resultó fascinante. Se puso en cuclillas y acarició al gato, mientras se escuchaba el llanto de Clara.

El oficial, comenzó a temblar, su mandíbula vibraba intensamente. La anestesia estaba perdiendo su efecto, esto le provocaba a Scott sentir un fuerte frío, que ni con un millón de frazadas desaparecería.

La rubia desató al oficial, él trató de escapar, ella lo lanzó contra el suelo.

­—No, no, no Scott, ¿Qué creíste que ibas a lograr? –dijo Kate mientras empujaba la cara de Miller contra el suelo.

—Au…au…xilio… —intentaba gritar, pero su esfuerzo fue nulo.

—Shh… te ayudaré con el frío, solo, si te comportas.

Kate puso a Scott ; sus palmas y rodillas contra el suelo, y lo ató. Con unas grandes tijeras cortó los pantalones del oficial. Separó las piernas del oficial, dejándolo expuesto.

—Vamos a ayudar al oficial Miller con su frío, ¿Verdad, Arcotis? –dijo mirando al gato sonriendo maliciosamente.

Con sus dedos, lubricó el ano del oficial con la sangre que había sido brutalmente arrebatada de Maggie.

—¿Cómo puedes hacer esto? Si eres tan linda, tan dulce. ¡¿Cómo?! –dijo Scott sollozando.

—Si hubieses estado antes, cuando necesité que alguien me escuchara… —Kate acarició las nalgas de Scott—. Tal vez… —inhaló—. Las cosas hubieran sido diferentes –suspiró.

—No sé quién te hizo tanto daño, pero no tengo la culpa. –Kate no le prestó atención.

La rubia tomó un pedazo de la bata de Maggie y vendó al oficial, haciendo que éste se pusiera tenso, al mismo tiempo en el que sus sentidos que no fueron privados, se agudizaran.

Kate al ritmo de la canción, comenzó a bailar, mientras cantaba y reía.

Se acercó a Clara, le acarició su mejilla, mientras tomó una pequeña lámpara, sin dejar de bailar; se acercó al oficial, con la lámpara; que ahora se encontraba encendida.

—Shh… —hizo una señal con su dedo índice, sobres sus labios, hacia Clara, para hacerle saber que no debe decir nada.

Claro, como si pudiera.

—¡MMM! –se escuchaban los gritos reprimidos de Clara, por querer ayudar al oficial.

—Rom pom, pom, Rom pom, pom –Cantaba Kate con la lámparaen mano—. Man down. –introdujo el bombillo encendido, en el ano de Scott.

Miller, gritó al sentir ser penetrado, al sentir como la delicada piel de su ano era quemada. Su grito fue estruendoso, se escuchó en toda la casa. Se dejó caer al suelo, su ano ardía, dolía terriblemente.

Clara cerró fuertemente sus ojos, mientras lloriqueaba, hizo sus manos puño, al escuchar al oficial gritar.

Kate seguía cantando, bailando y brincando, como una niña; muy contenta.

El oficial lloraba, ahora temblaba frenéticamente, pero, no por frío, si no, por la ola de dolor que se expandió por todo su cuerpo.

—Espero, aprendan a no entrometerse en los asuntos de otros. –dijo la rubia mientras miraba como éstos dos pedazos de carne, temblaban y lloraban inconsolablemente.

La rubia salió del sótano, dejando a Clara y al oficial solos. Quedaron a oscuras, con la leve claridad que escapaba del sometido.

A medida pasaban los minutos, el ardor que sentía Scott, era más notorio. El dolor era indescriptible, se extendía por toda su espalda. Él lloraba descontrolado.

Se sentó en la terraza, el cielo estaba repleto de hermosos cristales. La rubia, con un bolígrafo en mano, y en sus piernas; un cuaderno.

Comenzó a escribir…

Querido Maka…

Al principio, pensé que me estaba volviendo loca. Comencé a ver figuras, pensé que eran fantasmas, en su momento lo ignoré por completo, pues a nadie le agradan las locas, decidí guardármelo, y solo compartirlo contigo.

El tiempo transcurrió, y estas figuras cada vez las veía más seguido. Pero no les temía, tú me enseñaste a ser valiente.

Las miraba a menudo en lugares específicos, luego, la curiosidad se apoderó de mí; fue entonces que empecé a prestar atención a tales figuras. Me di cuenta que no se trataba de ningún acto paranormal como fantasmas, si no, recuerdos. Recuerdos que en su momento; cuando estaban siendo grabados, lloré, tenía miedo, sufrí, solo quería morir. Y solo tu estabas conmigo, solo tú; me escuchabas. Pero ahora, reproduzco los recuerdos sin temor, sin tristeza, sin ningún remordimiento por la pequeña Kate, por la dulce y tierna Kate. Y al ver esos recuerdos,se ven tan vacíos y grises; como una nube.

Muchas gracias Maka, por estar conmigo.

La rubia al escribir la última frase, soltó un par de lágrimas en aquellas hojas marrones y un tanto carcomidas por su antigüedad.

Kate, luego de desahogarse de todo lo que había vivido esta semana, todo lo que había visto y sentido. Se dirigió a la habitación de Maggie. Llevó a la anciana a la mesa, se sentó junto a ella, y cenaron; sin que ninguna de ellas dijera una tan sola frase. Acabada la cena, Kate recostó a la castaña.

La rubia bajó al sótano, lo que ella vio; era una imagen terrible, para cualquiera que tenga un corazón con sentimientos. Pero ella, estaba maravillada. Enormes lagunas de sangre coagulada, los dos seres que se encontraban adoloridos; con sus ojos hinchados y que aún sollozaban. Era encantador verlos ahí; descubiertos, sumisos, bajo su control.

El bombillo había explotado dentro del oficial, provocando que brotara un caudal de sangre, era todo un espectáculo, parecía una fuente. La rubia encantada de poder presenciar todo en primera fila.

Ella sabía que si lo dejaba así, no sobreviviría. Tomó lo que restaba de la bata de Maggie.

—Abre las piernas. —azotó el trasero de Scott.

Scott, con temor, separó sus piernas, las cuales; temblaban como si fueran gelatinas.

—Detendré la hemorragia. —llenó el hueco con el pedazo de bata—. Listo, mañana estarás mejor.

Scott gimió.

—¿Por qué eres así?

—Scott, si no te hubieses entrometido, no estuvieras aquí, ella tampoco.

—Dime, ¿Por qué lo haces? ¿qué ocurrió?

—No abras algo que no podrás cerrar.

La rubia se retiró, y fue a descansar.

—Oye Clara, ¿estás despierta?

—Mjm… —intentó responder la pelirroja, aun así; él entendió.

—¿Conoces a Kate?

—Mjm…

—Tomaré eso como un no.

El oficial Scott siguió haciendo preguntas, él entendió cada respuesta que Clara le dio en forma de quejidos. Luego de haber conversado, si es que se le puede llamar así; ambos como pudieron se dispusieron a dormir.

—¿Por qué hizo eso?, ¿qué gana usted con todo eso? —preguntó el abogado del demandante.

—Lo que hice no fue por placer sexual, en realidad; me trajo paz mental.

—¿Paz mental? —rio con sarcasmo—. Destrozarle la vida a personas inocentes y, de la forma mas grotesca posible… ¿eso le trajo paz mental? —la rubia asintió.

—Aunque Maggie le haya hecho algo, ya pasó mucho tiempo.

—Señora Verónica, una persona que quiere venganza, guarda sus heridas abiertas.

Kate los escuchaba, pero parecía como si no les entendiera.

Las manos de Kate comenzaron a temblar, al igual que su voz, por consiguiente; todo su cuerpo se movía frenéticamente.

Sacó una pequeña bolsa plástica; que contenía un extraño polvo, queluego vertió en la botella con agua y bebió.

—Señorita Ross, ¿se encuentra bien? —preguntó el juez.

—Sí.

—Señor juez, la violadora se droga, ¡está loca por completo! —dijo exaltado.

—Señor Smith, no falte el respeto a nadie en esta corte.

Y el abogado de la señora Smith guardó silencio.

—Señorita Ross, por favor haga entrega de su botella.

La rubia no titubeó y entregó su botella mágica.

—Bueno, continuaremos el veinticinco de noviembre.

—Señor, la demandada ¿se encontrará libre hasta dicha fecha?

—Sí, aun no hay pruebas de que ella haya cometido tales hechos.

—Pero… ¿qué hay con la declaración que ha hecho?

—Pudo haber tomado las ideas de algún libro. Y no se diga mas.

Gloria esperó a Kate en el automóvil.

—Cariño, hay un hospital cerca, ¿quieres que vayamos?

—Sí, está bien.

A nuestra Kate le encantaba ir a jugar con los niños, y cuidarlos. También, disfrutaba observar como trabajaban en el quirófano. Los trasplantes de corazón, eran sus favoritos. Para ella era algo inefable. Se ponía a pensar en como le quitaban la vida a una persona de una forma tan delicada, y luego los regresaban a la vida, para después; de haber pasado este largo proceso, recibir un par de años mas para disfrutar o vivir en desgracia.

Un par de horas mas tarde…

—Kate, no te vayas a dormir tan tarde. Descansa, te quiero. —besó la frente de su bello ángel.

La rubia subió a la terraza, tomó una hoja y la cortó en varios pedazos pequeños.

“Ya no puedo con los fantasmas que tengo en la cabeza.” Escribió y lo introdujo en un globo que soltó al cielo. Ese globo era uno mas que se sumaba a los miles que ya habían sido lanzados en símbolo de libertad. Soltó unos cuantos globos mas y luego; tomó sus píldoras y se fue a descansar.

¿Cómo es posible que Gloria, puede dormir con suma tranquilidad, al saber que tiene una loca en casa?, como vulgarmente se diría. Y es que, Gloria ama mucho a su ángel, y hace caso omiso a lo que ocurre, pero muy en el fondo, sabe que es real.

—Señora Verónica, describa lo que vio.

Antes de comenzar a hablar, tragó saliva. Ese era el trago mas amargo que nunca había probado en su vida.

—Fue espantoso… —dijo en un susurro, su mirada se encontraba perdida—. Y muy asqueroso. Cuando entré, había un líquido viscoso en el suelo, entonces; encendí la luz y había sangre por todas partes; —la voz de Verónica comenzó a quebrarse, mientras sus ojos miel se cristalizaban—. Luego vi la mesa, ¡Y ahí estaba! —estas últimas palabras escaparon en forma de grito. Luego Verónica comenzó a llorar con total descontrol—. ¡Y ahí estaba! —se desmayó.

—¿Qué habrá visto? —el señor Smith quedó pensativo.

A la mañana siguiente…

—Kate. —Gloria tocó la puerta de la habitación de la rubia—. Cariño, ven a desayunar.

La rubia salió—. No puedo, debo irme.

—¿A dónde vas? —Kate ya había bajado las escaleras—. Es sábado y es muy temprano.

—Lo sé, te veo luego. —dijo en un grito y salió de casa.

Kate llegó a la playa, era la única; y no es de sorprenderse, es sábado y el sol acaba de salir.

Este es un sábado mas, que se suma a los miles ya pasados; donde siempre es la misma petición. Libertad.

En el instante en el que su piel tocó la arena, dejó brotar sus cargas, transformadas en cristales. Lloró hasta que no pudo mas, entonces; entró al agua, se detuvo cuando ya no tocaba arena y se dejó llevar por las olas.

Ella deseaba ser como el mar. Quería ser libre de poder destruir cuanto ella quisiera, sin tener consecuencia alguna. Guardar secretos que sean casi imposibles de descubrir.

De cierta forma se parecía al mar, estaba llena de misterios, y no podía controlarse por completo.

Luego de un par de horas, salió del agua y fue a casa.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS