Todos los lunes y jueves, en la mañana la veo sentada junto a la ventana, leyendo alguna novela de Stephen King o dibujando algo para mi misterioso. Su cabello ajustado a un cintillo y sus lentes, Me mira cuando entro y cuando hay suerte puedo escuchar un «hola» seguido de algún gesto amable. Tan refinada y yo un pésimo actor, sin disimular, sin levantar sospechas; pensando muchas veces «me debe odiar por algún motivo que desconozco».
Ella tiene mucho de eso de ser una chica, una niña, criada en el extremo sur del mundo tímida, callada; Elizabeth, si ella supiese lo difícil que es para mí el intentar hablarle, mis colapsos nerviosos que me hacen ver un completo estúpido. ¿Cómo puedo hacer para vencer aquello? mis amigos me dicen que es algo de tener confianza en sí mismo y que se puede lograr mucho, yo en mi mismo me respondo, que fácil es cuando todo suena a teoría, llevarlo a la práctica es más complicado.
Las veces que he podido tener un «acercamiento» con ella, se sonroja, enmudece, y a mi prácticamente se me apaga el cerebro, mientras una voz dentro de mí me dice repetidamente: «Vamos, háblale, ella no muerde, no porque cuando se conocieron te haya hecho una llave de yudo quiere decir que te tenga bronca, solo fue una extraña primera impresión” toda esa voz era tan textual a una copia de mi mejor amiga.
Así el tiempo ha pasado el tiempo, ya es lunes, sin darme cuenta, fui caminando atrás de ella. Llegamos hasta el ascensor de la universidad, hay nos saludamos, intente hablarle, un par de risas nacieron, hasta el ingresar al elevador; hay mi cerebro se apago y no recuerdo ya el resto…
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