Fragmento del diario de un oso polar

Fragmento del diario de un oso polar

Día 1 – Todo es blanco. Mi madre se mueve con normalidad. Unos fulmares vuelan alrededor del hielo en el que me sitúo. Veo a lo lejos dos renos que sostenían una extravagante pelea desafiándose entre cuernos. Un viento escalofriante recorre los pelajes de una manada de focas, que hacen que se muevan de manera calmada y sin escrúpulos. Las olas heladas se deslizan condensándose a través de las minúsculas porciones de terreno blanco triturado. ¡Qué tranquilidad y belleza!

Día 20 –Mi madre me dijo hace unos días que unos seres extraños intentaban aprisionarla. Nunca la había visto tan alterada. Hoy le pregunté cuál era el problema que le aquejaba. Solo sentí sus manos aterrorizadas cogiendo mis hombros y repitió las mismas palabras que me dijo hace días: no dejes que te vean.

Día 165 Las heladas no se sienten igual y me estremece este brusco cambio de temperatura. Es difícil caminar entre las aberturas de los terrenos blancos. Los fulmares parecen cansados y sin hambre al ver a los peces muertos flotando a orillas del terreno blanco. Quizás saben por qué murieron. Ninguna foca se ha acercado en semanas. En realidad, no he visto a ninguna criatura terrestre, solo a los fulmares. Aun así, me parece haber visto a lo lejos sombras extrañas alargadas y con extremidades mamíferas que rondan el lugar.

Día 400 – Mi madre está muerta, no puedo dejar su cuerpo en el clima cambiante, se pudriría; sin embargo, he decidido abandonarla. Quisiera llevarla conmigo, pero los seres cada vez más están más cerca y, a pesar de que no sé quiénes son, no quiero acercarme a ellos. Solo quedamos pocos y el hielo no se siente como el hogar en el que solía vivir. Y, poco a poco, me doy cuenta que los seres que intimidaban a mi madre no tienen buenas intenciones conmigo tampoco. Adiós madre, gracias por el tan sabio consejo.

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