MI CONDUCTOR Y EN SUS OJOS EL MUNDO

MI CONDUCTOR Y EN SUS OJOS EL MUNDO

MI CONDUCTOR Y EN SUS OJOS, EL MUNDO

Un día como cualquier otro, despiertas temprano. Te preparas un café, lees las últimas noticias, te duchas y te alistas para enfrentar otra jornada más en la rutina.

Pero, de repente, todo empieza a ir mal. Tu día se vuelve gris. Nada sale como lo planeaste, te frustras y la desesperación comienza a apoderarse de ti. Así era mi día: mi rostro reflejaba todo el enojo y la frustración que llevaba por dentro. A pesar de mi mal humor, salí a hacer diligencias como siempre. Pedí un servicio de transporte, encendí un cigarrillo y me pregunté: ¿Hay algo más que pueda salir mal hoy?

Mi cigarrillo se apagó, y justo en ese momento llegó mi transporte.

Subí al auto con la mirada al piso. Saludé de manera automática, sin siquiera pensar. Pero al levantar los ojos, mi mirada se cruzó con la de mi conductor. Fue un instante mágico. Sus ojos… sus ojos tenían algo que me desarmó por completo. En un segundo, mi mundo se llenó de color y toda mi frustración desapareció.

No puedo describir el color exacto de sus ojos, pero sí lo que provocaron en mí: un hechizo, una pausa en el tiempo. Sin darme cuenta, una gran sonrisa apareció en mi rostro. Sentí curiosidad, una necesidad urgente de saber más sobre él, de descubrir el misterio que esconde en esa mirada.

Pocos minutos después, ya hablábamos como si nos conociéramos de toda la vida. Con cada palabra que compartíamos, mi interés por él crecía un poco más. Y cada vez que lo miraba a los ojos, la intriga y la conexión se hacían más profundas. En ese momento, supe que debía conocerlo mejor. Algo en mi interior me lo decía, como una certeza imposible de ignorar.

Nunca imaginé que esos minutos con mi conductor se convertirían en una adicción.

Hoy confieso algo que aprender con él: no necesitas el contacto físico para enamorarte de alguien. A veces, basta con mirar a los ojos de una persona y ver en ellos… tu mundo.

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