—Amigo, ¿Qué hace a un hombre?

— ¿Qué dices? Tu inteligencia está siendo secuestrada por tus hormonas. No hay duda.

—No lo entiendes, es el mismo ciclo, naces en un determinado país, creces, trabajas por sobrevivencia, y olvidas ser hombre en el transcurso.

— ¿Te ha ocurrido?

—No, pero sucederá. A todos les ocurrirá.

—Entonces, deberías dejar de regirte por las experiencias de otro ser humano. Esa es su vida, no la tuya.

—Esas experiencias actúan como prevención. Son parte del inmenso mar de posibilidades.

— ¿Prevención a qué? ¿Probabilidad de que?Estas zanjando sin haber muerto. Nunca conocí de nadie que se entierre así mismo. Eres una creación del universo, al morir te harás parte de su materia; una vez más. Según la calidad del ser humano que fuiste, obtendrás una vasija para moverte libremente en un nuevo inicio.

—Da igual, sigue siendo un final en círculos.

—Tu fisicalidad se ha convertido en la parte principal de quién eres, naturalmente crees que la vida es un ciclo. Estás convirtiendo todo en una prisión, conduciendo hacia la existencia bruta. Viviendo en etiquetas, prejuicios, ofreciendo una calidad vacía, preocupándote por todo la que ocurre en la civilización, pero, ¿qué ocurre ahí dentro?, tienes que prestar atención en cómo determinas las experiencias que te rodean. Lo que digo es, casi toda la gente vive en estado interpretado; en un estado de existencia inauténtica, son pensados, son hablados, viven ilusamente en exterioridad. La finitud es la carga que los seres humanos tenemos que soportar y, al mismo tiempo, es gracias a ella que podemos valorar nuestra vida, si pensaras en ello como fuente de energía para tu devoción y perspectiva, cada instante de tu vida cobraría un profundo significado

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